BARBOS
Son peces de aguas mansas, difíciles de pescar por la enojosa desconfianza que muestran ante los cebos. Tienen a veces un tono amarillento. Poderosos cuando resisten al tirón del sedal, pueden vivir, sin mayores problemas en estanques, tablas y albercas. Cuando son viejos nadan con lentitud y solemnidad, indiferentes al mundo desde sus modestas querencias. Son poco apreciados en las artes culinarias. No siempre fue así. Tiempos hubo en que los humildes barbos eran servidos en mesas reales y principescas. Francisco Martínez Montiño, cocinero en la corte de Felipe III, los incluía en la relación de platos adecuados para el mes de mayo. Debían, en su autorizada opinión, prepararse fritos, con tocino y picatostes. Por cierto, en Guzmán de Alfarache, de Mateo Alemán, se habla de una huéspeda, de muy mala catadura, que "quedó toda enharinada, como barbo para frito". Luis Cabrera de Córdoba afirmaba que el duque de Mayenne, embajador extraordinario del Rey de Francia en la Co...