miércoles, 28 de diciembre de 2011

NOTA MUY BREVE SOBRE PASCUAS Y PASTOREO

Tengo por seguro que antiguamente, cuando los señores curas explicaban en las iglesias el Nacimiento de Nuestro Señor, todos entendían sin dificultad alguna lo acaecido en tan gran suceso. No en vano eran españoles, esto es, nacidos en una tierra famosa por sus grandes rebaños. Otros hechos de las historias sagradas, también de gran gravedad, no serían tan bien comprendidos como el de la asistencia y adoración de los pastores en la Natividad. La verdad es que nadie había visto nunca a profetas pasar por los pueblos, salvo en pinturas y tallas, pero sí a pastores. Desde los más modestos, custodios de una  punta de ganado en la dehesa del concejo, a los que pasaban, dos veces al año, y es un ejemplo,  por las cañadas que enlazaban los montes de Teruel, Cuenca, Soria y Guadalajara con Sierra Morena. Y creo yo que se imaginaban, allí en el banco de la iglesia, con no poco frío, a los pastores de Belén con las mismas mantas pardas y zamarras que los de Bronchales, Orihuela del Tremedal, Huélamo o Terzaga, cañada arriba, careando los ganados, guardados por los mismos perros, vigilantes en los majadales, asistidos por las mismas caballerías, mantenidos con los mismos avíos.  Don Manuel del Río, hermano del Honrado Concejo de la Mesta, dejó escrito lo siguiente: "Los sorianos, que son mucho más antiguos en el pastorío que los Montañeses, gobiernan un rebaño en los caminos con solo cuatro Pastores, que denominan Rabadan, Zagal, Ayudador y Rapaz: este último es el que los trashumantes llaman Zagal, nombre que viene desde la mas remota antigüedad, como lo atestigua la misma Escritura cuando dice que los Zagales y Zagalas bailaron en el Nacimiento de Nuestro Redentor".

lunes, 26 de diciembre de 2011

DEL SUCESO OCURRIDO CON UN NOVILLO EN VALDEPEÑAS EN 1876

El 15 de junio de 1876 hubo una novillada en Valdepeñas con cuatro reses de la vacada de don José Ginés, de Santa Elena, a cargo de la cuadrilla de Juan Ponce. El cuarto novillo, llamado Totobío, que así aparece en la prensa y los libros antiguos, era retinto, de cabos negros y con pies. Los toreros vieron algo raro en el novillo y se quedó solo en el redondel. Decidió entonces el animal saltar al tendido de sombra produciendo una espantada general del público, se arrancó hacia dos agentes de la autoridad que hirió y, a uno de ellos, lanzó al ruedo. Totobío volvió al redondel para, con gran rapidez, retornar al tendido en busca de una salida. En esta ocasión llegó hasta los palcos, los destrozó y arremetió contra el público que, espantado, se agolpaba en pasillos y escaleras. El peligro no estaba tanto en la fiera como en la avalancha humana. Al final abatieron al novillo, según el Boletín de loterías y toros del 18 de junio de dicho año, con quince balazos e "infinitas puñaladas". Tuvo consecuencias trágicas el suceso pues Totobío mató a un pobre niño de siete años, "rompió muchos brazos y piernas y causó muchas descalabraduras". Se pasó tanto miedo, cuenta Leopoldo Vázquez,  que los barberos de Valdepeñas practicaron más de doscientas sangrías entre distintos testigos del suceso. Esto se hacía para prevenir los ataques, alferecías, pasmos y perlesías que podían producirse, se pensaba, tras pasar por un trance así. Incluso después de muerto Totobío siguió siendo temible pues no se vendió "ni una sola libra de la carne de este animal, porque corrió la voz de que estaba embrujado". Es ésta superstición arcaica y, al parecer, todavía vigente a inicios de la Restauración.

martes, 20 de diciembre de 2011

BIEN ESTÁ LO QUE BIEN ACABA

Tras un año y casi cien entradas publicadas se cierra el Retablo de la Vida Antigua. Quiero agradecer a todos los lectores la generosidad, la paciencia y la cortesía demostrada hacia este cuadernillo dedicado a la vida española de antes. Han sido todos ustedes unos contertulios de perfecta gentileza y han demostrado, en cada una de sus palabras, una crianza impecable. Seguiré atento a lo que se publique desde otros blogs amigos y, si la nostalgia es demasiado recia, quién sabe, volveré a sentar plaza con ustedes para enjaretar alguna que otra entrada.  El tiempo y yo que decía Felipe II, aquel rey de feliz memoria. Mientras tanto me dedicaré a estudiar algunas cosillas que tengo pendientes.

Reciban mis saludos y gracias otra vez.

lunes, 19 de diciembre de 2011

MAÑANAS DE AGUARDIENTE

El letuario es una confitura elaborada con cascos de naranja que, acompañada con unos tragos de aguardiente, constituía el desayuno de los españoles del siglo XVII. Es a lo que Góngora asociaba a  las mañanas de invierno. En las ciudades de alguna población ambos productos eran suministrados por vendedores ambulantes, con frecuencia de origen francés. Observe el culto lector que a los españoles siempre les ha gustado lo de desayunar en la calle, costumbre económica y saludable. Pero sigamos. El aguardiente podía ser de Alanís o de Cazalla. Después, en el siglo XVIII, se vendían más los fabricados en Cataluña,  Navarra, Aragón y Valencia.También se producía en Málaga aunque en menor cantidad. Debían de ser bebidas muy fuertes, secas a más no poder. El precio de una arroba de aguardiente refinado en la Corte era, en 1797, de unos cien reales. La Real Hacienda, consciente de que era un brebaje universalmente aceptado, trató de monopolizar su venta a través de estancos, como con el tabaco y los naipes, aplicando los correspondientes impuestos indirectos que gravaban su precio. Así su comercialización estuvo intervenida desde 1632 hasta el siglo XIX, con periodos de relativa liberalización.  Decían los inventores de esta sacaliña que, con esta fiscalización, se desterraría, o al menos se atenuaría, el feo y deplorable vicio de la embriaguez. No debemos ser, sin embargo, ingenuos puesto que el fin principal de estas disposiciones era recaudatorio. La renta del aguardiente estuvo asociada al impuesto de millones, que imponía sisas o recargos a los precios de distintos productos de consumo general. Fue burlada con pertinacia por contrabandistas, taberneros trapisondistas y arrieros poco solidarios con el fisco. En el Jaén del XVII no faltaban clérigos cosecheros que tenía despachos, más o menos clandestinos, en los que suministraban aguardiente a un precio inferior al oficial. Alegaban que lo del estanco no iba con ellos pues por pertenecer al estamento eclesiástico estaban exentos del pago de cargas fiscales. La Corona no pensaba igual y cuando procedía contra tales transacciones llovían las excomuniones contra corregidores, regidores, alguaciles y guardas de millones.

viernes, 16 de diciembre de 2011

UN CONSEJO DE ORTEGA PARA CAPEAR LA CRISIS CON ELEGANCIA

"Hay que ir pensando en un tipo ejemplar de vida que conserve lo mejor del gentleman y sea, a la vez, compatible con la pobreza que inexorablemente amenaza nuestro planeta". En situaciones de tal gravedad, aconsejaba el filósofo la conveniencia de seguir, como ejemplo vital, al hidalgo, pariente cercano del gentleman pero que, a diferencia de éste, "lleva en sí la condición de florecer en tierra de pobreza". Es decir, en España.

José Ortega y Gasset, Meditación de la técnica, 1933.

jueves, 15 de diciembre de 2011

EL CHOCOLATE DE LA TÍA MONJA DEL CONDE DE GARCÍEZ



No debía de ser fácil hacer testamento para un aristócrata del siglo XVIII.  Sin contar con las mandas piadosas, encargos de misas y otras obras pías, había que desmadejar, con la ayuda de un notario de confianza, una nube de sucesiones en mayorazgos, vínculos, patronatos, deudas antiguas, pleitos más antiguos todavía, particiones, mandas a viejos criados, redenciones de censos, reclamaciones de ayudas de costa a la Corona,  y otras cuestiones de suma importancia. El conde de Garcíez, siempre muy señor, no olvidaba los asuntos menudos y ordenó en su testamento, otorgado en 1763,  que su tía, monja en el Convento de Santa Clara de Baeza, recibiese, durante el resto de su vida, dos arrobas de chocolate cada año. Sentiría la muerte del Conde la linajuda monja. Pero la tristeza podría atemperarse, entre rato y rato, con  la jícara, la mancerina y el soconusco. Otra muestra más de la afición española al chocolate.

lunes, 12 de diciembre de 2011

LOS WOODFORD DESPIDEN A FRASCUELO


No debieron de olvidar los Woodford aquella tarde de marzo de 1898. Medio ocultos por los cipreses de la Sacramental de San Isidro vieron como El Chano, Baulero, El Moños, Jeromo, Pajarero y Tres Calés, enterraban en una fosa, tres metros de honda, a Salvador Sánchez Frascuelo. De haber sido norteamericano, pensaría Mr. Woodford del torero, habría recorrido grandes espacios, hacia el oeste, o sentado plaza de aventurero en la frontera. O conducido ganados pues era Frascuelo buen jinete y le gustaba el campo.  Personajes así, como Salvador Sánchez,  no habrían desentonado entre los creados por John Ford. A fin de cuentas Frascuelo fue valiente como era posible serlo en la España de la Restauración. Para demostrar coraje un ruedo valía tanto como los horizontes de América. Nadie ha dicho que el valor sea asunto de metros cuadrados. Después, al volver del cementerio, Mr. Woodford mandó parar el coche en el Puente de Toledo, bajó a la calle, anduvo un rato y repartió limosnas entre los pobres. Mr. Woodford era embajador de Estados Unidos en España. Hacía menos de un mes de lo del Maine.

domingo, 11 de diciembre de 2011

ATAJAR LA TIERRA

Es destreza antigua y nombrada por Diego Hurtado de Mendoza. Bien lo explica el gentilhombre en su Guerra de Granada: "Llaman atajar la tierra en lengua de hombres del campo, rodearla al anochecer y venir de día para ver por los rastros, qué gente de enemigos y por qué parte ha entrado o salido". Los que tal cometido hacían, sigue hablándonos don Diego, se llamaban atajadores. Cuando correspondía rastreaban el campo todos los días a pie o a caballo. Era "oficio de por sí apartado del de los soldados" y por tanto, cabe pensar, ejercido por tipos ariscos, acostumbrados a ir por montes, derrumbaderos y despoblados. Acostumbrados a las largas esperas, sin otro mantenimiento que vino áspero y tasajo. Gente de frontera, al fin,  práctica, indolente en la holganza y sufrida en campaña. No hay que confundirlos con otros, también llamados atajadores, dedicados éstos al hurto de ganados, aunque sospecho que tenían mucho que ver unos y otros.

jueves, 8 de diciembre de 2011

PERROS Y TRASHUMANCIA

Don Manuel del Río, vecino de Carrascosa, provincia de Soria,  era ganadero trashumante y hermano del Honrado Concejo de la Mesta. Aconsejaba en su Vida Pastoril, de 1828, que cada pastor contase con uno o dos perros por redil "bien, acostumbrados á su voz, para que por este medio sean vigilantes y obedientes a su mandato". Los perros debían estar separados "pues se observa con frecuencia que al momento que ladra uno todos los demás contestan, y si el primero es acometido por algún lobo acuden á su auxilio, y trabajan en común para ahuyentar al enemigo". Para que los perros no hiciesen manada convenía mandar a los zagales que les diesen de comer "a cada uno de por sí cerca del redero y del chozuelo del atajo á que cada perro pertenezca". Así, después de la defensa del rebaño, sigue don Manuel del Río, estaba comprobado que cada perro volvía, aquerenciado, a su lugar. Indicaba, con gran conocimiento de estos animales tan valientes como útiles, que tras tan arriesgado trago, pues se jugaban la vida con lobos y otras alimañas "conviene alhagarlos mucho como para demostrarles que han hecho una buena accion, y tenerlos dispuestos para que ejecuten otra vez , porque en general los perros agradecen infinito los alhagos del hombre".

lunes, 5 de diciembre de 2011

NO TEMEN A SUS EMBESTIDAS: ESTAMPA DE LIBERALES Y ABSOLUTISTAS EN 1820




En la plaza de Santa María de Jaén, tras la salida de las tropas de Bonaparte, se colocó una placa en honor de la Constitución de 1812. En la mañana del seis de mayo de 1814 apareció ultrajada, cubierta de inmundicias y rodeada de papeles con proclamas absolutistas y, cabe pensar, insultos contra los liberales y la Constitución. Pero nada es para siempre, o casi nada, y seis años después cambiaron las cosas, tras lo de Riego, y los liberales decidieron poner otra placa. Para darle realce al acto se organizó una cabalgata o procesión cívica compuesta por distintos cuadros, de distinta naturaleza, alusivos al nuevo régimen constitucional. Formaba parte de la celebración un paso en el que aparecía un torero, acompañado por sus correspondientes chulos, junto a unos toros. Todos eran, naturalmente, de pega, cosa de disfraces y mojiganga. El que iba de matador llevaba en su capote la siguiente inscripción apologética:

                                   Los circos de los romanos
                                   y sus fuertes gladiadores
                                   no eran en verdad mejores
                                   que nuestros toros hispanos.
                                   Vienen de pueblos lejanos
                                   por verlos y los toreros
                                   como intrépidos iberos
                                   con desprecio de la vida
                                   no temen a sus embestidas
                                   aunque sean los más fieros.

El aire goyesco y grotesco, solanesco antes de Solana, lo aportaron unos individuos que iban disfrazados de viejas. Unas aparecían embarazadas y corcovadas, otras llevaban mantones que les cubrían la cara, grandes abanicos y rosarios de gran tamaño, seguidas de criados ataviados al estilo del Antiguo Régimen, con casaca y peluca.  Representaban, como se puede deducir, a los absolutistas, a los partidarios del Rey Neto, como les gustaba llamar a Fernando VII. Era una caricaturización del adversario, una evidente muestra de propaganda para influir en la opinión pública. No fue, por supuesto, un medio utilizado, en aquellos años, sólo por los liberales.
Mientras, los realistas, no los disfrazados sino los de verdad, ocultos en las habitaciones más escondidas de sus casas, soñaban con la hora del desquite. Tres años, si se piensa bien, pasan pronto.

Los datos sobre la destrucción de la placa de Constitución y la cabalgata en I. Lara Martín-Portugués en Jaén (1820-1823). La lucha por la libertad, Jaén 1996.


viernes, 2 de diciembre de 2011

CUCHILLERÍA DEL AÑO 1627

Había una amplia oferta para el mercado español, según consta en una relación de artículos debidamente tasados en dicho año. Así se mencionan navajas de faltriquera grandes a 16 maravedíes; cuchillos de cachas coloradas a ocho maravedíes; cajas de cuchillos de Vizcaya "de los que llaman de patilla" a 60 maravedíes; cuchillos vizcaínos con cabos de cuerno y remate de latón a dos reales y medio el par; cuchillos vizcaínos con el cabo de hierro, a un real los medianos y los grandes a dos. Los cortaplumas, también de Vizcaya, muy útiles para escribanos y secretarios, se debían vender a 24 maravedíes. Más imponentes eran los cuchillos de pastor, procedentes de Vizcaya, a dos reales, o los de Fregenal que costaban entre cinco y tres reales y medio, según fuesen grandes, medianos o pequeños. Desconozco las características de los cuchillos de cachas coloradas aunque sí recuerdo que Cervantes menciona los de cachas amarillas, en su Entremés del rufián viudo llamado Trampagos, y que según Miguel Herrero eran propios de matones y jiferos de la época.