miércoles, 30 de noviembre de 2011

RAYOS Y CENTELLAS EN 1651

El 13 de marzo de 1651 en Sevilla, cuenta un testigo, "empeçó a tronar y a relampaguear" bien recio y con grandísimos aguaceros" y "al fin caió un rayo o centella que se dixo entró por una ventana de la mas baxa de la torre de la santa iglesia maior, y que fue hazia arriba por las mismas bueltas de la torre". No acabó aquí el portento pues, vale la pena la descripición, "al campanero menor que estaba tocando a rogatiua lo mató dexándole un ojo medio saltado y el lado del carrillo como tostado y acardenalado". Otra centella entró en el convento de Capuchinos, extramuros, cerca de la Puerta de Córdoba que, con espanto general, "derribó la campana, y andubo escarmuzeando" por el coro y un desván hasta acertar, con impía y funesta  precisión, en un cuadro que había en el altar mayor.  En Salteras cayó otra centella que derribó una torre y otra más, sobre una casa, en Carmona. Fueron rayos y centellas de probado peligro pues daban vueltas y revueltas, como furiosas sierpes indomables, demostraban poco respeto por lo sagrado y escaramuceando, como caballeros a la gineta en juego de cañas, fulminaban a campaneros menores.

(Los datos de la tormenta en Memorias de Sevilla , edición de Francisco Morales Padrón, Córdoba 1981)

viernes, 25 de noviembre de 2011

QUIETUD ANTE EL PELIGRO

Es una virtud la serenidad ante el peligro. Estar uno en su sitio y aguantar. Los lances en los que hay que demostrar esta cualidad los ofrece la vida en abundancia. Y la Historia muchos ejemplos. Canga Argüelles recoge, en sus documentos sobre la Guerra de la Independencia, el parte de la batalla de Tudela en el que se menciona al cadete don Vicente Martí  "que salvó la Bandera con asta, funda y todo por completo, sin haber querido tirar el palo como se aconsejaba". También al tambor del Regimiento del Turia Francisco García que, a pesar de su corta edad, "salvó la caja" no sin correr grandes peligros. Peor fortuna tuvo el sargento mayor del Regimiento de Borbón, graduado de teniente coronel, don Mariano Bianconi  "que por no abandonar la Bandera hay noticia lo mataron sus enemigos". Gran serenidad demostraron los voluntarios de Alicante que mantuvieron durante tres horas sus posiciones frente a fuerzas muy superiores "esperándolos hasta medio tiro de pistola". La batalla se produjo el 23 de noviembre de 1808 y la jornada fue para los franceses.

lunes, 21 de noviembre de 2011

LOS TOROS DE EJEA DE LOS CABALLEROS EN 1793

El Correo mercantil de España y sus Indias, correspondiente al día 21 de febrero de 1793, da cuenta del ganado de  Ejea de los Caballeros. Afirma que "el bacuno apetece por lo comun un terreno abundante de aguas, y que produzca esparto  y otras matas bajas" y que, por tener la villa tales atributos y "ser muy dilatadas sus llanuras", se crían sus afamados toros bravos "buscándolos a porfía todas las capitales de España, sin excluir la Corte, en cuya plaza se han corrido diferentes veces, y señaladamente sirvieron de diversión de SS.MM. en la plaza mayor con motivo de la Real Jura del Príncipe N.S.". Sigue el artículo con la descripción del cuidado de los ganaderos por "mantener las mejores razas o generaciones, por haber observado, que los de ciertas descendencias salen más bravos". Calculaba el autor que había en Ejea de los Caballeros unas mil cabezas de vacuno de las que 200 eran "toros bravos de plaza, novillos y añojos".  Según este dato la cabaña brava había descendido en número pues, en 1768, según cifras aportadas por José María de Cossío, y obtenidos de los informes recabados por el conde de Aranda, había en la villa aproximadamente 1.070 cabezas. Las prohibiciones impulsadas por los ilustrados debieron de causar un marcado descenso en la demanda de reses bravas. Y sigue con un dato de interés cuando afirma que "no es de plaza  un toro que no haya cumplido cuatro años y medio cuando menos". Cada cinco años se solían vender medio centenar de toros, a razón de 800 reales cada uno "que es el precio regular poniéndolos en las plazas", de manera que cada año se ganaban en la villa unos 40.000 reales procedentes de dichas transacciones, sin contar las reses desechadas y enviadas al matadero que se vendían a 400 reales cada una. Si se comparan precios, más caros eran los toros de Sevilla, vendidos para corridas, pues por la misma época, según Adrian Shubert, tenían un precio que oscilaba entre los 1.250 y 1.750 reales.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

LOS LOBOS DEL INVIERNO DE 1857

En el invierno de 1857 hubo intensas nevadas. Manadas de lobos barrieron el valle de Carranza y los páramos de Villalta, en Burgos, "dando feroces aullidos acosados por el hambre y cebándose en los ganados y aun en las personas", según informaba La Iberia. Los vecinos recorrían los montes en diferentes partidas. Cabe imaginarlos envueltos en mantas y capotes pardos, en medio de la cellisca. Siempre los inviernos antiguos nos parecen más fríos. Daba cuenta el diario, además, de lo ocurrido al cirujano de Escóbados de Abajo que, cuando iba camino de un pueblo cercano, fue atacado y devorado por una manada. Se defendió valientemente, con escopeta y sable, pues acabó con cinco lobos antes de morir.

lunes, 14 de noviembre de 2011

LA ROPILLA DEL HIDALGO

Aparecen  con frecuencia en la literatura y en las fuentes documentales. Fueron muy numerosos en Asturias, Cantabria, Vizcaya e incluso en Galicia, donde la antigüedad del linaje casaba bien con lo menguado de la bolsa. Los hidalgos de la mitad sur de España contaban con mayor caudal, eran en muchos casos titulares de mayorazgos y de tierras, aunque tampoco faltaban los que, sin mayores respetos humanos, declaraban ser pobres. Puedo citar algunos casos en Jaén entre 1635 y 1640.  No había mayor muestra de orgullo que este desdeñoso reconocimiento pues poco tenía que ver la riqueza de cada uno con ser o no hombre de obligaciones. Describo parte de la indumentaria de uno de estos hidalgos de poca o ninguna  hacienda. Se llamaba don Juan Martínez de Atocha y testó en Jaén en 1696. Dejó a su hermano,  llamado don Martín de Atocha, "el vestido nuevo con su golilla que se compone de ropilla de bayeta de Flandes negra, calzón y mangas de tafetán doble y la espada que tengo". A nueve reales se cobraba la hechura de la ropilla en 1680. Moribundo o, al menos, muy quebrantado no dudó en enumerar al escribano, una por una, las prendas. Creo yo que les tenía aprecio pues fueron buenas para ir a la plaza de Santa María, acudir a los oficios del Jueves Santo o, quién sabe, ir a la Corte a presentar un memorial. Ir por el  mundo con ropilla negra y espada al cinto era una declaración de principios. Con tal atavío no había más remedio que ser solemne. 




viernes, 11 de noviembre de 2011

ADVERTENCIAS AL PÚBLICO EN UN FESTEJO TAURINO DE 1825



El domingo seis de febrero de 1825, a las tres y media de la tarde, con el permiso del Rey, se celebraría un festejo taurino para recaudar fondos  destinados a los Reales Hospitales. Las reses serían de acreditadas vacadas de Colmenar Viejo y de la tierra de Castilla. Dos toros de muerte, de don Eugenio Paredes, vecino de Colmenar Viejo, serían lidiados por Lorenzo Badén y Manuel Romero Carreto. Los picadores fueron Julián Díaz y Pedro Ortiz. Después se correrían ocho novillos. "Por orden del Gobierno" se daban al público, que no debía de ser un modelo de comedimiento, las siguientes órdenes para el correcto desarrollo de la corrida: "que ninguno tenga varas, garrotes, ni arma alguna para molestar las reses ni cabestros, ni se agarren de sus colas, bajo la multa de 20 ducados. Asimismo, que nadie entre con palos, ni arroje a la plaza cáscaras de naranja, melón, piedras, ni otra cosa que pueda perjudicar a los lidiadores, bajo la misma pena. También se previene que absolutamente nadie baje a la plaza hasta que esté enganchado el último toro, ni estar entre barreras sino los precisos operarios, bajo la referida pena".


La noticia en Diario de Madrid, 6 de febrero de 1825. Similares disposiciones en "Bando del Ayuntamiento de Jaén sobre dos festejos a celebrar en mayo de 1820" en el blog Toro, torero y afición.

martes, 8 de noviembre de 2011

GUARDAS DEL CAMPO A MEDIADOS DEL SIGLO XIX

En unas disposiciones de la autoridad gubernativa de la provincia de Jaén, correspondientes al año 1852 y publicadas en dicha ciudad por la Imprenta y litografía de Medina, se reproduce la normativa que en 1849 pretendía regular las funciones de los guardas del campo, tanto de fincas particulares como de montes municipales en toda España. Hay que recordar que, en esas fechas, anteriores a las leyes desamortizadoras de 1855, los concejos eran propietarios de fincas muy extensas dedicadas al pasto, carboneo y a otros aprovechamientos forestales. Es de interés todo lo relativo a los guardas o guardias municipales del campo. No deja de percibirse en su redacción el estilo ordenancista del moderantismo gobernante  en esos años.Los requisitos para ocupar un puesto de este tipo eran sencillos: tener entre 25 y 50 años, no ser de una talla inferior a la exigida para el servicio militar y poseer una constitución robusta, no contar con limitaciones físicas que impidiesen el correcto desempeño del puesto, saber leer y escribir "siempre que sea posible", ser de buenas costumbres además de hombre de buena opinión y fama. Se exigía el no haber sufrido nunca penas aflictivas ni expulsado del ejercicio de alguna plaza de guarda municipal o jurado, además de no tener propiedad rural ni ser colono o ganadero. 
La autoridades tendrían especial celo en perseguir determinadas infracciones y malas conductas de los guardas como "embriagarse, concurrir a casas de mal vivir, asociarse o tratar con personas de mala conducta o mala nota, jugar a juegos prohibidos en cualquier tiempo y a los permitidos en horas de servicio" o dedicarse a cazar y a pescar descuidando las obligaciones del puesto. Tampoco se toleraría que tuviesen las armas sucias y mal conservadas, al igual que el correspondiente distintivo. Éste era una placa de latón de cuatro pulgadas de largo y tres de ancho con el nombre del pueblo en el centro y alrededor el lema Guarda del campo, bien a la vista y enlazado en una banda ancha de cuero. Lo del armamento es digno de mención: debían ir por los montes, tanto los de a pie como los de a caballo, pertrechados con carabina ligera, bayoneta y canana con diez cartuchos de bala y vaina para la bayoneta. Los que iban montados añadían, además, nada menos que un sable como los que se usaban en la caballería ligera que iría pendiente de cinturón y tirantes de cuero. No debe resultar extraño que los guardas fueran armados hasta los dientes pues los montes y los despoblados del XIX era un medio peligroso por el contrabando, el bandolerismo y los lobos.

domingo, 6 de noviembre de 2011

ESTO ES NADAR Y A LA ORILLA AHOGAR

Acababa el siglo XVII y mal estaba el Rey. A melancolías hipocondríacas atribuían sus achaques. Cavilaban los médicos de la Corte y venga pergeñar remedios para el estragado Don Carlos, Rey de España, último de su esclarecido linaje. Le suministraban  la cura ferruginosa, cuatro partes de agua de tal naturaleza y una de vino, y polvo de víboras a palo seco o en pollos cebados con tal sustancia, se le aplicaban cantáridas y exutorios y se rezaban plegarias por centenares. Tuvo el Rey cierta mejoría y fue a dar gracias a la Virgen de Atocha, a la que recurría la Familia Real cuando había achaques de mala salud o aprietos en las batallas. Se comentaba en toda la Monarquía, con moderado júbilo, la noticia y hacían tertulia en Córdoba don Francisco de Argote, veinticuatro y  alguacil mayor de dicha ciudad, el Padre Rocha, trinitario, y el dominico Francisco de Posadas. Éste era hombre de carácter, conocedor del dolor humano pues asistió, con mucho mérito, a los desgraciados que cumplían condena en las minas de Almadén y tenía la rara facultad de presagiar la muerte de algunos. Así a la noticia del restablecimiento de Carlos II dijo "esto es nadar y a la orilla ahogar. Vivirá  el Rey dos años con poca diferencia. La lástima es lo que moverá". Y así fue. Moriría el el Rey y después vino la guerra por la Corona de España.

Retablo de la Vida Antigua se une, con este trabajillo, a la conmemoración del nacimiento de Carlos II realizada por la feliz iniciativa del blog Reinado de Carlos II.

viernes, 4 de noviembre de 2011

TOROS CÉLEBRES

Guindo fue un toro de Vázquez, lidiado en la plaza de Aranjuez el doce de junio de 1831. Tras haber tomado dos varas del picador Cristóbal Ortiz, sin mayor novedad, tomó otra de Juan Pinto para saltar después la barrera, así por las buenas y sin  tomar carrera, salvar las maromas y llegar hasta el tendido 2. Lejos de pararse fue hasta la grada 4 y consiguió acceder al tendido 6 donde los voluntarios realistas trataron de detenerlo con bayonetas y sables. El toro dejó un crecido número de contusos y es de imaginar la desbandada provocada en su carrera. Al final mataron al toro los Mirandas y el Tiñoso, ya en el tendido 5,  para ser degollado, cerca de las maromas, según Leopoldo Vázquez en sus Efemérides taurinas (1880), "por un matachín" o jifero. Tengo por cosa cierta, dada la dureza de costumbres de la época, que los liberales presentes, ya fuesen espectadores, curiosos, aficionados o entendidos, estuvieron a favor del Guindo, dueño y señor del tendido 6, y de sus tarascadas a la maltrecha hueste de los serviles. Fue, podría decirse, un modesto presagio del final del absolutismo.