domingo, 29 de abril de 2018

EMPANADAS

Nuestros antepasados eran muy aficionados a las empanadas. Las había de distinta calidad y de los más variados ingredientes. Inspiraban, sin embargo, desconfianza por la naturaleza de su relleno, que bien podía proceder de acémilas y de otras reses nada apropiadas para el consumo humano. También de despojos pasados de fecha. No entremos en detalles innecesarios. En El entremés de los coches de Sevilla, se mencionan unas empanadas elaboradas en una venta con carne de borrico que hacían pasar unos venteros sinvergüenzas por ternera o lamprea. La adobaban generosamente con sal, orégano y pimienta y, así, la camuflaban y endosaban con impunidad al pobre viajero. El desaprensivo ventero decía: “y aunque un viernes dixe / que eran/ de lamprea de Vizcaya/ rebuznaron las lampreas”. Doble pecado el suyo: además de engañar a los clientes, rompía la vigilia que, en aquellos días, se cumplía rigurosamente. En tan desaconsejable establecimiento, entre otras villanías, se recurría con alegría a la carne de grajo -que debe de ser de horrible calidad- para cocinar empanadas que servían, y cobraban, como si fuesen de perdiz o palomino. En la segunda mitad del siglo XVII,  Martínez de Mata, en sus memoriales acusaba a los franceses que ejercían de bodegoneros, figoneros, salchicheros y regentaban casas de trato, mesones y ventas, de servir a los huéspedes y clientes “las carnes muertas que hallan en los campos y muladares de todos los animales inmundos”. El arbitrista, como es sabido, sentía gran hostilidad hacia los del reino vecino con los que, además, estábamos los españoles en guerra. Otra noticia más: en 1636 murió en Madrid el marqués de Jabalquinto, en día y medio tras cenar unas empanadas, beber “muy frío” -vino o agua helados con nieve- y “sobre esto habiendo tenido parte con una su amiga”. Dejémoslo ahí y que Dios lo haya perdonado.

jueves, 26 de abril de 2018

SOBRE PASTORES Y TRASHUMANCIA

Siempre fui muy aficionado a las cosas del pastoreo y al mundo de la trashumancia. Tengo yo recuerdos muy lejanos al respecto, de cuando llegaban los rebaños a la dehesa de mi abuelo, a Navalcardo,  procedentes de las sierras de Cuenca, Teruel y Guadalajara. Eran los años sesenta y los primeros setenta. Me sentaba yo con ellos, cabe la lumbre, en un escabelillo de corcho. Eran muy serios y de expresión grave. Pocas veces he estado, a lo largo de mi vida, en mejor compañía. Afuera, en navas y collados, invernaban las ovejas, resonaban las esquilas y husmeaban los lobos. Ahora, la prestigiosa Fundación Joaquín Díaz, tiene a bien publicar, en su Revista de Folklore, un artículo que he escrito sobre pastores trashumantes en Vilches, provincia de Jaén, entre los siglos XVII y XIX.  Atentos a sus nombres, fueron testigos de la España antigua. Les dejo el enlace por si les interesa.
https://funjdiaz.net/folklore/pdf/rf434.pdf

miércoles, 25 de abril de 2018

SANTA TERESA Y LAS PLUMAS BIEN CORTADAS (1577).

Ni la santidad tiene que estar relacionada con el desaliño y los lamparones, ni el escribir sobre las más altas y profundas cuestiones impide elegir bien el material de escritorio. En 1577, estante en Toledo, santa Teresa, escribía lo siguiente a su hermano, don Lorenzo de Cepeda, entonces en Ávila:

"Antes que se me olvide, como otras veces, mande vuestra merced a Francisco que me envie unas buenas plumas cortadas, que acá no las hay buenas, y me hacen disgusto y trabajo".

lunes, 16 de abril de 2018

MIRLOS

“A mí me parece que el canto del mirlo libre, chantre en la catedral de la Naturaleza, es tan sonoro musical y solemne, que, en España sólo al del ruiseñor cede en belleza. Es imposible describirlo con meras palabras escritas. Debe oírse y escucharse, sobre todo por la mañana temprano y al atardecer, en parques y jardines, o mejor aún en el campo.”

(Valentín García Yebra, El buen uso de las palabras, 2003).

Aquí los tienen ustedes, gracias a Carlos de Hita.



jueves, 12 de abril de 2018

DE COCINA DECIMONÓNICA (1826)

Don Mariano de Rementería y Fica precisó en el Manual del cocinero, cocinera y repostero (1826) el tiempo de conservación de diferentes piezas de caza. Recomendaba, con buen sentido, que tuviesen siempre el menor contacto posible con el aire, el calor y la humedad. Otra cuestión eran los períodos en que podían estar colgadas en alacenas y cocinas antes de ir al puchero, la sartén o el horno. Estos períodos eran más cortos en verano y más dilatados en invierno. No me atrevería yo a apadrinar tales sugerencias pues parecen muy largos buena parte de los plazos propuestos por don Mariano, a pesar de lo fríos que fueron los inviernos del siglo XIX. Así, dice que los gallos monteses (¿urogallos?), podían conservarse entre seis y catorce días; los jabalíes, entre seis y diez días; el ciervo, entre cuatro y ocho días; las liebres, de tres a seis y las perdices, de dos a ocho días. Aconsejaba, además, eviscerar las piezas y rellenarlas de trigo, cubrirlas con dicho cereal y no desplumar las aves. Para la conservación de las criadillas sugería una engorrosa técnica sólo justificada por una probada afición a la casquería: envolverlas en papel encerado, depositarlas en un puchero de barro, guardarlas en sitio fresco y aquí viene lo incómodo: "siendo preferible la cueva o el fondo de un pozo". Aunque siempre era posible mandar a un criado, mozo o propio a realizar esta misión. Es lo que probablemente habría hecho el señor Pickwick que vivió en esos años. Don Mariano recomendaba, además, las ancas de rana para cocinar “caldos y sopas para los enfermos y convalecientes” y otros platos “si no hubiese un natural disgusto por estos animales lagunosos”.

lunes, 9 de abril de 2018

LOS RECORTES DE LOS PROGRESISTAS (1848)

"Los acreedores del Estado que ven absorbidos los cuantiosos productos de las contribuciones y rentas en el abismo de las enormes obligaciones corrientes dejando tras sí un espantoso déficit anual, continuamente acumulado, presagio de una bancarrota cada día más cercana. Jamás podrá la nación echar de sus hombros la carga de la deuda que la agobia, si no empieza por reducir sus excesivos gastos".

(No es de Hayek o de Milton Friedman, sino de un manifiesto de la izquierda liberal española, en concreto del Partido Progresista. Fue publicado en La Nación en agosto de 1848.)


viernes, 6 de abril de 2018

ENCARGO DE UN ÓRGANO (1610)

Manuel López Molina recoge en sus investigaciones * un contrato entre los agustinos de Jaén y Martín Alonso de Aranda, vecino de Córdoba. Era éste un reputado maestro de hacer órganos. El encargado por los frailes tenía que medir siete palmos y ser “de tono natural y ajustado con los instrumentos de los ministriles y ha de llevar cinco mixturas que son: flautado y octavas abiertas; y de medio juego para arriba dos cañones de las dichas octavas por punto, y otra mistura de docenas y otra de quincenas duplicadas, y otra de flautas” y, todas estas mixturas, “con los registros partidos”. Además, además se montaría la caja del órgano con “madera seca, enjuta y fuerte, con sus puertas y llave con que se encierre todo. Y el secreto sería de madera enjunta de borne”. Queden para los expertos y conocedores las conclusiones que puedan establecerse con estos detalles que sospecho valiosos. El órgano sería fabricado en Córdoba y se debía entregar a los agustinos cuatro meses después de la firma de la escritura que tuvo lugar el cuatro de mayo de 1610 ante el escribano Francisco Cachiprieto. Tenía que estar a punto para el día de San Agustín, a finales de agosto, con el objeto de dar esplendor y solemnizar un día grande para la Orden. El precio ajustado fue de 100 ducados. Junto a esta suma, el artífice recibiría un realejo -un órgano pequeño y manual- que era de los frailes agustinos.
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*Los datos, junto a otros referidos a órganos, en el libro de Manuel López Molina, que yo tuve la fortuna de prologar,  Vida y mentalidades en el Jaén del siglo XVII, Jaén 2005.

lunes, 2 de abril de 2018

VOLUNTARIOS (1895)


Son oficiales del Ejército Español en la Guerra de Cuba. Sirvieron en la 3ª Compañía del 1º Batallón de Cazadores de Cárdenas. Su aire, serio, recuerda a otros tiempos, muy anteriores al final del siglo XIX. Hay gestos que expresan actitudes que se creían olvidadas. Están ahí, soterradas, y aparecen cuando menos se espera. En el fondo, nada se pierde del todo.


Sus nombres: capitán, don Leandro Ruiz; primeros tenientes, don Ramón Díaz y don Pedro Hoz; segundos tenientes, don José Mier y don Eugenio Bango.
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Fotografía: de JG Busto, Cárdenas. Procede de los fondos de la Biblioteca Nacional de España. Sujeta a una licencia Creative Commons.