jueves, 28 de febrero de 2013

ARTE DE PASTOREAR IMPERIOS



"El pastoreo seduciría a los más recios, tenaces e indómitos. Les atraería y conseguiría retenerlos, siempre que el campo de batalla no les llamara, cosa -la afirmativa- tan natural y corriente como nuestra belicosidad contra propios y extraños. Han sido pastoreo y guerra, en la historia, ocupaciones solidarias; en ellas, alternativamente, actuaba el español muy complacido, y mientras la ocasión de combatir le faltara y se viese privado de ganar con las armas fama y victorias, le conservaron a tono, para reanudar el combate, las peripecias de sus correrías detrás de los rebaños, entre la aspereza y las tentaciones del vivir inquieto, sobrio, anárquico, implacable, alerta frente a las sorpresas del contorno y avizor de remotos horizontes fugitivos hasta escapársele, cuando creyó toparlos".

Ramón Carande, "La economía y la expansión ultramarina bajo el gobierno de los Reyes Católicos", en 7 estudios de Historia de España, 1969

domingo, 24 de febrero de 2013

EL PICADOR Y LOS BANDOLEROS



Hubo en tiempos de Carlos III un picador llamado Juan Miguel. Aparece como tal en la plaza de toros de Sevilla, el 8 y 10 de mayo de 1764, junto a Fernando del Toro, Mateo Medina, Eduardo Casivero y José Daza. Le pagaron a nuestro personaje, en aquella ocasión, 1.200 reales y once toros de gratificación. Dice el marqués de Tablantes que era, Juan Miguel, hombre muy valeroso en la plaza y fuera de ésta. Una vez fue asaltado en Sierra Morena por una partida de ladrones. El picador, allí en despoblado y en solitario, no se amilanó ante gente de tan mala condición. Mató al jefe de los bandoleros, a uno más y puso en fuga al resto. El valor era su oficio y su destino.


LOS MENDIGOS DEL MOTÍN



"La chusma por sí sola no pudo conducir este motín". Es lo que dijo Campomanes cuando lo de Esquilache. No creía en las revueltas espontáneas. Tras meditar con frialdad ilustrada, ésta era su conclusión. El tono y la calidad de las sátiras y pasquines, la organización de la revuelta, la ausencia de violencia sobre los particulares y el estallido de alteraciones similares en Toledo, Ocaña y Segovia demostraban la certeza de sus sospechas. Se decía que había mucho trasiego de dinero y que en las tabernas, donde corría con alegría  el vino por cuartillos y azumbres, no cabía un alma. Todos invitados. Allí, decían, se reclutaron mendigos y muchachos sin oficio ni beneficio. Resultó muy extraña la poca capacidad de persuasión de los predicadores, tan eficaces, normalmente, en apaciguar a las gentes enfurecidas.También era inaudito que heridos y moribundos, con evidente riesgo de condenarse eternamente, se negasen a confesar. Las sospechas recayeron - como era habitual- sobre los jesuitas. Cuando remitió la revuelta hubo redada de mendigos y vagabundos en Madrid. Los que no pudieron salir de la Villa y Corte pasaron una buena temporada,a buen recaudo, en un hospicio improvisado en San Fernando de Henares.

miércoles, 20 de febrero de 2013

SUPERSTICIONES TAURÓMACAS



Aunque constituye uno de los tópicos más extendidos sobre los toreros, la creencia en supersticiones no era sólo atribuible a la gente de coleta sino general en los tiempos pasados. Lo arriesgado de su profesión y el origen popular de la gran mayoría de los matadores contribuían al arraigo de dichos prejuicios hacia ciertas cosas y situaciones. No eran los toreros, ni falta que les hacía, ejemplo de cartesianismo o de positivismo científico. En La Lidia de 10 de junio de 1895, J. Sánchez de Neira menciona la aversión de Juan León, un torero de los tiempos de Fernando VII, al número cero. "Día cero, en la piel agujero" decía. Evitaba, en lo posible, torear los días 10, 20 y 30 de cada mes, y en caso de no poder eludir sus compromisos mostraba en la plaza escaso empuje, menos ganas de exponerse y una excesiva prudencia en el tercio de muerte. Manuel Díaz Lavi consideraba fatales los toros negros, "los bichos presbíteros" como los llamaba. De hecho más de una vez, afirma Sánchez de Neira, fue cogido por reses de dicho pelaje, como en aquella ocasión, en la plaza de Madrid en 1852, cuando un toro de Durán lo volteó y "le desnudó completamente, sacando limpio el pellejo por fortuna". Coincidir, camino de la plaza, con un cortejo fúnebre era asimismo señal de mala pata. Así hace constar dicho autor lo sucedido con Manuel García El Espartero, en la tarde del 27 de mayo de 1894, cuando se topó con un coche de pompas fúnebres con su correspondiente cadáver. Se preguntaba Sánchez de Neira si tal visión pudo influir en su ánimo al entrar a matar y sufrir la cornada que le costó la vida. Rafael El Gallo, que negaba ser supersticioso, decía a López Pinillos, que a él le daba igual encontrarse con un entierro aunque, puestos a elegir, prefería toparse con un bautizo.

domingo, 17 de febrero de 2013

CUESTIONES CULINARIAS DEL SIGLO XVII

Carnicerías Reales de Jaén en la década de 1920
Grosuras: pajarillas, mondongos, bofes, patas, asaduras, lenguas, criadillas, sesos y cabezas. Mantenimiento de aceptación universal en la España de ayer, único plato de carne para consumo del estado general. Principal pitanza salida de los rastros, asequible para todo género de pobretes, zascandiles y pecheros de renta alcanzada. Bendición culinaria para los presos pobres, alegría de los fogones de los fieles vasallos de Su Majestad, a quien Dios guarde. Al escudero Marcos de Obregón, hombre de paladar fácil de conformar, le sirvieron en un tinelo "un platillo de mondongo más frío que las gracias de Mari Angola". Al cortarlo, decía el pícaro, hedía a "tripa mal lavada". Otra referencia, ésta de El lego del Carmen de Moreto: "Si es el muerto de grosura / los sábados tendrá lengua". Juegos de palabras, chistes barrocos dífíciles de entender para nosotros. Sentido del humor de otro tiempo. Toda esta zarzuela de menudos era ración propia del sábado. No está clara la causa. Miguel Herrero afirma que podía deberse a la obligación, ya en desuso en el siglo XVII, de cumplir con una abstinencia menor miércoles y sábados. También es posible, Herrero cree que es lo más probable, que fuese la carne disponible ese día, primera jornada de la semana en que se sacrificaban reses pues el viernes era día de recreo, naipe y taberna para jiferos y cortadores. Eran las grosuras de difícil conservación y  por tanto había que venderlas con cierta urgencia. El resto -paletas, perniles, costillares, solomillos y demás piezas- debía orearse un tiempo.

miércoles, 13 de febrero de 2013

CIERTO CONCEPTO DE LO ROMÁNTICO



Cada uno expresa sus sentimientos como puede.  En La Iberia de 25 de septiembre de 1890 se recoge, al respecto, lo siguiente: "Hace pocas noches fue detenido en Jaén un joven que no dejó un cristal sano en casa de su novia; tantas fueron las pedradas que arrojó. Al prendérsele manifestó que esa era la manera que tenía de llamar a la dueña de sus pensamientos".

viernes, 8 de febrero de 2013

FAROLES EN LA NOCHE

Una diferencia entre el pasado y los tiempos actuales reside en la iluminación de las estancias y las calles. La noche en las ciudades era sobrecogedora y peligrosa. Imaginemos las calles a finales del siglo XVIII. E incluso en el siglo siguiente. Resplandores difusos tras los vidrios y lienzos encerados, las brasas de cigarros y poco más. Por todos los lados postigos cerrados y premura para resguardarse en sitio seguro. En la calle sólo matones, gente atribulada y tipos temerarios. Terreno incierto de valientes, valentones y desgraciados. La descripción que hace Galdós del Madrid nocturno, en La Fontana de Oro, es pavorosa. También escribió Mesonero Romanos al respecto.

                                                           ***

Antonio Ponz, de prosa tan antipática como ilustrada, estuvo en Londres en tiempos de Carlos III. Observó que las vía públicas se iluminaban por la noche con faroles de dos mecheros. No alumbraban más que los de Madrid que tenían sólo un pabilo. Quizás, pensaba Ponz, el aceite español, de oliva, daba más claridad que las grasas utilizadas por los ingleses.O era por la humedad. Nada escapaba a su curiosidad rayana en la impertinencia. Muchos faroles de la Corte, bueno es recordarlo, fueron destruidos a pedradas cuando lo del motín de Esquilache. Extraña alianza entre el sombrero de ala ancha, la capa larga y la predilección por las calles oscuras como boca de lobo. No es raro. La noche iluminada iba contra la naturaleza de las cosas. Desde que el mundo es mundo. Así pensarían los individuos de querencia casticista. También hizo constar Ponz que había guardias nocturnos en Londres, similares a los serenos, los watchmen. A voces informaban de la hora y del tiempo. En invierno comenzaban su tarea a las nueve y en verano a las diez de la noche. En España había ya serenos en Valencia y en Toledo pero, durante aquellos años, todavía no en Madrid. Sí existían, por supuesto, las rondas de alguaciles. Era costumbre antigua ésta pues los romanos tuvieron, para fines similares, a los vigiles que recorrían la ciudad, durante la noche, enarbolando garrotes para deslomar maleantes y desafortunados noctámbulos.

domingo, 3 de febrero de 2013

LE PETIT CHÂTEAU



No es cosa de cuento de hadas precisamente. Va del tercio del duque de Alburquerque que sirvió en Rocroi. Los franceses lo llamaron le petit château por su firmeza. Recuerda este nombre, el escrito en francés, a las palabras de Bossuet, dedicadas al Gran Condé, vencedor en tan gloriosa y desastrosa jornada:
     
 "Quedaba aquella temible infantería del ejército de España, cuyos grandes batallones compactos parecían torres, pero torres que podían reparar sus brechas, que permanecían inexpugnables en medio de un ejército derrotado lanzando fuego por todas partes. Tres veces el joven vencedor se esforzó por romper aquellos intrépidos combatientes y las tres fue rechazado por el valeroso conde de Fuentes, a quien se veía, llevado en una silla, y a pesar de sus enfermedades mostrar que un alma guerrera es dueña del cuerpo que anima."
                                                     
                                                                 ***

Allí estuvieron. Cada uno en su sitio. Como es debido.

Jacques Bénigne Bossuet, Oración fúnebre en honor de Luis de Borbón, príncipe de Condé, 1687