jueves, 31 de octubre de 2013

FIN DE SIGLO



"Considero antihigiénico meditar de continuo sobre la muerte. Haciéndola blanco perpetuo de nuestro cariño acaba, como la mujer amada, por enamorarse de nosotros. Y se nos lleva temprano, con sus alas de búho, hacia la gruta tenebrosa e insondable".

Santiago Ramón y Cajal, Charlas de café, 1921.



domingo, 27 de octubre de 2013

EL TIEMPO DE SOLDADOS Y TOREROS



La afición a los relojes es una inclinación de linaje barroco. En el siglo XVIII la reflexión sobre el tiempo, siempre en la esencia del pensamiento occidental, se unió a la búsqueda de la precisión, tan propia de la mentalidad ilustrada. En aquellas cabezas, rematadas con pelucas, residía una constante e incorregible pasión por contar, medir y clasificar. No era sólo asunto de gabinetes de científicos y curiosos. Don José Carrillo de Albornoz, conde de Montemar  (1671-1747) recomendaba en un tratado militar: "llevará el Capitán [de Caballería] relox, anteojo de larga vista, tintero, y papel, y algún pedazo de cerilla, o estadal, por ser todo preciso para salir con ayre de la comisión que se le encarga". Seguro que nuestro brigadier, don Pedro de Rivera, era de la misma opinión. Miraría su reloj y otearía con su largavista los grandes espacios americanos en su viaje de 13.000 kilómetros. El morral de un oficial del siglo XVIII bien podía contener redes, cajas y lentes de aumento pues no faltaban coleccionistas y naturalistas aficionados en regimientos y buques de la Armada.

También es conocida la estampa de Pepe Hillo, estoque a la derecha y el reloj a la izquierda. Lo muestra el torero, enigmático y resignado ante el inexorable paso de las horas y los días, con la fiera abatida  a sus pies. El tiempo, la espada y la muerte del toro tienen una misteriosa relación.


                                                                         
Y otra cuestión para pensar: "Salir con ayre". Obligación compartida por toreros y militares. Buen propósito, consejo para no olvidar, una exhortación que el conde de Montemar nos hace desde el civilizado y elegante siglo XVIII. Siempre hay que aspirar a "salir con ayre". Aunque no llevemos catalejo, tintero, papel, cerilla y reloj de los de antes.

martes, 22 de octubre de 2013

HABSBURGO



Patrick Leigh Fermor reflexiona sobre los Habsburgo en  El tiempo de los regalos. Algo nuevo, decía, se introdujo en la dinastía con el matrimonio de Felipe el Hermoso y Juana la Loca. No fue sólo la unión de reinos, estados, señoríos y ciudades sino también la entronización de la solemnidad: el ritual monárquico, las vestimentas negras y "la altanera puntillosidad española". Siglos decisivos aquéllos, "cuando las quijadas largas y delgadas y los labios inferiores colgantes dominaban en ambas capitales e infantas y archiduques eran casi intercambiables", entonces "las capas oscuras con cruces escarlatas de Santiago y Calatrava empezaron a mezclarse con los vistosos penachos y las prendas acuchilladas de los lansquenetes".

Para muchos la entronización de los Habsburgo supuso la ruina de España, el origen de nuestra implicación en los terribles laberintos de la política continental. Los procuradores de Cortes lo sabían bien y así lo manifestaban. Sin embargo, todo aquél que tenga un fondo de fidelidad monárquica no puede dejar de responder al llamamiento de esa herencia. En ésta reside el sentido más profundo de la Monarquía. Hasta la decadencia -bien llevada- puede ser un camino hacia la grandeza.

jueves, 17 de octubre de 2013

TOROS, AVIADORES Y PARACAIDISMO

JEAN MAUVAIS


El 16 de agosto de 1913 se lidiaron en Jaén reses de Romualdo Jiménez, de La Carolina, por José Sánchez Hipólito y Francisco Díaz Pérez Pacorro.  Antes de iniciarse el festejo, el aviador Jean Mauvais hizo unas acrobacias en su aeroplano que fueron muy aplaudidas. Mauvais fue un piloto de gran reputación y un tipo valiente. Entre sus hazañas cabe destacar el primer vuelo campo a través realizado en España. Fue el 23 de octubre de 1910, desde Madrid a Guadalajara y la correspondiente vuelta con parada intermedia. Digno era de compartir el pan y la sal con los otros héroes, con los que se jugaban la vida en el ruedo.

Existía cierta tendencia a combinar arriesgados vuelos con festejos taurinos en aquellos años. Así, en la feria de San Lucas de 1923 hubo dos corridas de toros con sus respectivas demostraciones aeronáuticas. El 18 de octubre se torearon reses de Narciso Darnaude, antes de Gregorio Campos, Nacional II y Nicanor Villalta. Actuó de sobresaliente Durruti. En medio de la corrida apareció el aeroplano de Alberto Bayo y saltó sobre la arena el paracaidista argentino Carlos Turco Greco. Alberto Bayo fue un hombre de vida arriscada y aventurera. Piloto en la guerra de Marruecos, encuadrado en el Tercio, militó años después, cuando la guerra de España, en el bando republicano. Vivió en el exilio y acabó, al parecer, en la Cuba de Castro. Greco fue un pionero en el paracaidismo o parachutismo, como se decía en la época. Moriría en Argentina, en mayo de 1933, con motivo de un peligroso salto. Si bien no tuvo mal descenso el día de san Lucas, contó con mala fortuna al día siguiente cuando toreaban los diestros citados anteriormente y, además, Braulio Lausín. Bayo hizo unas espléndidas acrobacias pero Greco no acertó y, en vez de caer en el coso, acabó en los desmontes de El Arrastradero.

Los datos relativos a los festejos citados  en  Manuel López Pérez, "Entre el sol y la sombra: un siglo de toros en Jaén", Senda de los Huertos, 57-60, 2000.

viernes, 11 de octubre de 2013

HABLEMOS DE ESPAÑA


Hablemos hoy de España. Desventurada y gloriosa, vitalista y, a veces, dormida. Ha pasado a lo largo de su historia por situaciones que parecen insólitas, irreales. En el fondo no tan diferentes a las vividas por otras naciones europeas como Francia, Inglaterra, Portugal o Alemania. España no es un capricho del azar en el tiempo. En esto no tenían razón los regeneracionistas. Tampoco los del 98, ni Ortega, ni la larga relación de pesimistas que han pensado sobre la vieja nación española.

Sin embargo, si se me permite, indicaré una cualidad que considero muy particular de España: su carácter imprevisible. En mi modesta opinión, fue un rasgo de su ser que no captó, entre otros, Napoleón. Bueno, en su genialidad indiscutible sí lo hizo, pero cuando ya era demasiado tarde. El conde de Toreno cita una carta que Bonaparte escribe a Murat, una vez informado de los sucesos del Motín de Aranjuez, el 29 de marzo de 1808. En principio no dejaba de ser un asunto relativamente menor en la gran política de su tiempo pero, visionario y sombrío, el Corso reflexiona lo siguiente:

"La revolución de 20 de marzo prueba que hay energía en los españoles. Habrá que lidiar contra un pueblo nuevo, lleno de valor, y con el entusiasmo propio de hombres á quienes no han gastado las pasiones políticas [...] Se harán levantamientos en masa, que eternizarán la guerra...".

Lo imprevisible o lo que Napoleón y otros no supieron ver de España y de los españoles.

jueves, 10 de octubre de 2013

CAPA CORTADA

Parece ser una particular forma de agresión e injuria: en 1785 se acusó a Juan José Pardas y a Micaela del Árbol de agredir al alcalde del pago de la Torre de Juan Ramos, en Jaén, en particular "por haverle dado de palos y cortádole la capa por barias partes". También salieron maltrechos dos individuos más. Los sucesos se produjeron en el puesto.de vino que la citada Micaela -mujer de armas tomar y capaz de acciones expeditivaS- regentaba en la Carrera que era, para mayor pesadumbre del ofendido, calle muy concurrida por personas de todo estado y condición.

domingo, 6 de octubre de 2013

EL PRECIO DEL AZÚCAR EN EL SIGLO XVII

Era un producto muy caro en el siglo XVII. Se vendía en boticas y droguerías. En 1681 una libra, casi medio kilo, costaba en Quesada tres reales y medio y una onza se vendía a doce maravedíes. Como elemento de comparación, para valorar su alto precio, es conveniente saber que, en la misma villa, el jornal de un trabajador del campo era de dos reales. En tiempos de Felipe IV una onza de azúcar candé valía diez maravedíes. En esa época, buena parte del azúcar comercializado en España procedía de Motril, Salobreña, Lobras y Adra. Su precio por arroba era el siguiente:  el principal a 45 reales; el de guitas a 41 reales; el que llaman quebrados a 37 reales y el mascabado o moreno a 25 reales. Además de los citados, en Jaén se vendían, en 1627, otros tipos de azúcar como el de retama, a 40 reales la arroba, el azúcar candé de Lisboa, a cinco reales la libra, y el candé "de la tierra", procedente de la costa de Granada, a tres reales y medio la libra.

Los datos de Quesada en: Javier Soriano Muñoz, Quesada durante el reinado de Carlos II, Jaén 2003.

jueves, 3 de octubre de 2013

GANAR A VARAS EL CIELO

Tercio de varas, vara de corregidor, vara de alcalde mayor, varas de alguaciles, vara alta de justicia, meterse en camisa de once varas -españolísima afición- toros vareados, varetazo -que es lo que te propina el toro con la pala del asta- una vara de bayeta negra para las exequias reales, vara o garrocha, la vara del Conde Duque, la vara de cochinos que pasa -alegremente- camino de la montanera, dar la vara, vareadores de aceituna, cabo de varas, vareto, que es el ciervo joven, la vara de mimbre, varilarguero o picador de vara larga, recibir un varapalo, envarado como hidalgo pobre y solemne. En fin:  la vara y lo español.

Gracián en El Héroe, elogia, creo, a Felipe II "el bueno, el casto, el pío, el celoso de los Filipos españoles" que "no perdiendo un palmo de tierra ganó a varas el cielo". Ganar a varas el cielo: conquistar la Gloria casi metro a metro, bregando, estragado de batallar para al final, muy al final, salvarse. No es desdeñable aportación teológica a la española, este camino épico, agónico, de la salvación del alma.