jueves, 21 de noviembre de 2019

FUE EL DILUVIO (1694)



Recordemos los grandes temporales, las grandes lluvias caídas antaño. Como las del dos de junio de 1694 cuando descargaron con furia las nubes sobre Cazorla, en la provincia de Jaén. Se abrieron los cielos durante algo más de una hora y aquello fue el diluvio. Así quedó grabado en los muros de la iglesia de Santa María, para recuerdo de generaciones venideras. Allí las aguas derribaron los muros de la sacristía e inundaron el templo. Este desastre fue relatado por el cronista Baltasar del Castillo. Hasta sesenta y siete personas entregaron el alma y se perdió plata por valor de 10.000 ducados y más de cincuenta sacerdotes quedaron sin ornamentos para ejercer su ministerio. La tormenta destruyó también la imagen de Nuestra Señora de Gracia y se pudo rescatar la del Santo Cristo del Consuelo, muy venerado por todos los vecinos, “que se sacó al otro día mojado hasta la mitad y herido de las piedras”. Daba pena contemplar todo esto en aquellos días en los que acababa el siglo XVII.
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*Debo estos datos, así como la fotografía, a Cazorla y su Cristo del Consuelo (1997) de mi admirado y recordado don Rufino Almansa Tallante.


domingo, 10 de noviembre de 2019

ESPINOS ALBARES


Por estos pagos se les da el nombre de majoletas. Son las bayas del espino albar, de un rojo esplendoroso y heráldico, anuncio de los días cortos y pobre mercancía  de vendedores callejeros que, antaño, las llevaban en cestas de mimbre muy viejas. Sabían a campo de otoño, a fruta pasada y a dulzura de octubre. A estas alturas, ya en noviembre, deben de quedar pocas en las ramas por los vientos y las aguas. Iba yo, hace años, a ver este regalo de Dios a la cara norte de Jabalcuz, a dos leguas de mi ciudad, entre alhucemas y enebros. Kipling menciona el espino albar, en su Puck, vinculado a la vieja Inglaterra que quiso recobrar en su retorno. También era planta de la predilección de trovadores y demás espíritus poéticos y caballerescos del siglo XIII.