domingo, 16 de julio de 2017

LA CRUZ DE LAS NAVAS

La Cruz de las Navas representada en los Anales del Obispado de Jaén de Jimena Jurado 

Vilches, cerca de Despeñaperros, fue reconquistada tras la jornada de las Navas de Tolosa. Desde la lejanía pueden verse las ruinas de su fortaleza y la ermita de la Virgen del Castillo. Todos los años, el tres de mayo,  los vecinos acudían a una ermita en Santa Elena, cerca del campo de batalla de las Navas,  a celebrar el día de la Santa Cruz. Allí se celebraba una procesión "llebando la cruz santa que en la dicha batalla se hace memoria en la que procedia el señor Arzobispo de Toledo y llebandole el arcediano Diego Pascual". Tengo por seguro que el arcediano tuvo que ser hombre de mucho cuajo. La Cruz de las Navas se guardó durante muchos años en la mencionada ermita de Santa Elena  pero, pasado el tiempo, se trasladó a la parroquia de San Miguel de Vilches por miedo a que fuese robada. Ya se sabe que esos pagos serranos eran peligrosos y estaban infestados de ladrones. Hay autores que afirman que ésta no es la cruz que llevó Domingo Pascual sino que se trata de una veleta antigua. Nosotros nos limitamos a dar fe de la tradición. En la ermita de Santa Elena había además un cuadro antiguo, de finales del XVI según Ponz,  que representaba la batalla de 1212. Cuando el cardenal Lorenzana, al volver de Orán, pasó por allí pudo ver la pintura y, espantado por su mal estado, mandó llevarla a Toledo para su restauración.  La romería del día de la Cruz, a inicios de mayo, fue motivo de preocupaciones para el Obispado por las licencias y desvergüenzas que allí se producían. Cuando el obispo fray Benito Marín estuvo en la comarca, durante las visitas pastorales de 1716 y 1720, prohibió que se celebrasen bailes y comidas "guardándose el respeto debido al lugar sagrado".




sábado, 1 de julio de 2017

LOS GOMOSOS Y EL CAKE WALK


Durante los tremendos veranos giennenses, de 1906 a 1908, sin dejarse intimidar por inflexibles catedráticos y a pesar de sus abundantes asignaturas suspensas, ciertos estudiantes snobs, conceptuados en la ciudad del Santo Reino como pollos acreditados, editaban algunas revistillas para su diversión y entretenimiento. Tenían unos títulos entrañables: Cake Walk, La Calabaza y La Adormidera. Esta última era el organo oficial del círculo, confraternidad o club de Los Gomosos y contaba con la beligerancia jurada, sin cuartel ni negociación posible, de las dos primeras.


El Cake Walk era, además, un baile que causó furor a inicios del siglo XX. Una publicación de la época lo describe: “La pareja del cake-walk salta, voltea, pónese de frente a frente, de espalda a espalda, contemplándose, acercándose, separándose, según un ritmo extraño, quebrado e inarmónico, que arrebata, sacude y hace bailar aunque no se quiera” y, acaba el crítico,“Terpsicore halló en el baile-pastel un poderoso hechizo para ejercer su imperio”. 
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*Conozco la existencia de las publicaciones estudiantiles  gracias a la erudición de don Manuel Caballero Venzalá. Por la ilustración reproducida en segundo lugar: BNE Creative Commons.