jueves, 19 de septiembre de 2019

EL CIELO DEL OTOÑO



Cuando Libra haya igualado las horas del día y las del sueño y separa ya la mitad del orbe entre luz y sombras, poned los bueyes al trabajo, labradores, y sembrad en los campos la cebada hasta las lluvias finales del intratable invierno.

(Virgilio, Geórgicas, I, 8-12.)

miércoles, 11 de septiembre de 2019

ANTEOJOS

Los relacionamos con los navegantes, los aventureros de diversa condición y los piratas, al igual que el parche en el ojo y la pata de palo. Era muy del siglo XVII la afición a las lentes. En España, al igual que en otros países, las vendían los merceros. Tengo una relación de precios de tiempos de Felipe IV que mencionan distintos tipos de anteojos, con precios moderados. Es seguro que los había más caros y precisos, de mejor óptica pero éstos que voy a citar eran los que compraba la gente corriente o sin demasiadas exigencias. Había anteojos “de camino”, originarios de París, para los viajeros y caminantes, para aligerar la monotonía de las rutas y otear el panorama. Otros eran de “media catarata”, que era una curiosa manera de calibrar sus aumentos. Había anteojos “de larga vista de cañuto largo”, que venían de Alemania. Debían de ser como grandes catalejos para ensimismarse en las lejanías. También anteojos dobles, quizás similares a los gemelos, de tamaño grande y pequeño. Los precios de estos objetos no eran excesivos, entre los 16 maravedíes y los ocho reales.

miércoles, 4 de septiembre de 2019

VAGABUNDOS A GALERAS


En las sociedades tradicionales, los vagabundos daban miedo. Los pobres que había en las ciudades o pueblos de cada uno se socorrían o se aguantaban porque así lo mandaban la Iglesia y las obligaciones de vecindad, pero otra cosa eran los vagabundos, gentes errantes, desconocidas y desarraigadas. Georges Lefebvre estudió este asunto en su obra El gran miedo de 1789. A los vagabundos -desgraciados, raros y, algunos de ellos, peligrosos- se les expulsaba de las ciudades y pueblos. Muchos se morían por los caminos o, si tenían suerte, recogidos en algún hospital. Se dictaban bandos en los concejos por los que se les ordenaba salir de los límites municipales en un determinado plazo. A los remisos y desobedientes  las justicias locales les mandaban dar decenas de palos, suministrados por el verdugo local. Conozco algún que otro caso de esta naturaleza, ocurrido en Jaén, en la primera mitad del siglo XVII del que escribiré llegado el momento. En algunos casos las penas en las que incurrían los vagabundos podían ser de mayor severidad. En los papeles de un escribano del crimen de Granada, llamado Pedro de la Fuente, en tiempos de Felipe II, se mencionan varios casos. En 1657 fue condenado “a la vergüenza” y a cuatro años de galeras, un preso en la cárcel de Llerena llamado Lucas Martínez, acusado de “vagamundo”. En 1568 Juan Maldonado Grimaldos de Malla y Francisco Fajardo, estaban en la cárcel de Lorca, por ser vagabundos. En este caso la pena fue más severa, pues fue de doscientos azotes y seis años a galeras respectivamente. Más severa todavía fue la pena impuesta a Juan García: cien azotes y diez años de galeras. Además de vagabundo, era ladrón y “rufián”. Se da el caso de que García, preso en la cárcel de Berzocana, era de oficio zapatero.