miércoles, 4 de septiembre de 2019

VAGABUNDOS A GALERAS


En las sociedades tradicionales, los vagabundos daban miedo. Los pobres que había en las ciudades o pueblos de cada uno se socorrían o se aguantaban porque así lo mandaban la Iglesia y las obligaciones de vecindad, pero otra cosa eran los vagabundos, gentes errantes, desconocidas y desarraigadas. Georges Lefebvre estudió este asunto en su obra El gran miedo de 1789. A los vagabundos -desgraciados, raros y, algunos de ellos, peligrosos- se les expulsaba de las ciudades y pueblos. Muchos se morían por los caminos o, si tenían suerte, recogidos en algún hospital. Se dictaban bandos en los concejos por los que se les ordenaba salir de los límites municipales en un determinado plazo. A los remisos y desobedientes  las justicias locales les mandaban dar decenas de palos, suministrados por el verdugo local. Conozco algún que otro caso de esta naturaleza, ocurrido en Jaén, en la primera mitad del siglo XVII del que escribiré llegado el momento. En algunos casos las penas en las que incurrían los vagabundos podían ser de mayor severidad. En los papeles de un escribano del crimen de Granada, llamado Pedro de la Fuente, en tiempos de Felipe II, se mencionan varios casos. En 1657 fue condenado “a la vergüenza” y a cuatro años de galeras, un preso en la cárcel de Llerena llamado Lucas Martínez, acusado de “vagamundo”. En 1568 Juan Maldonado Grimaldos de Malla y Francisco Fajardo, estaban en la cárcel de Lorca, por ser vagabundos. En este caso la pena fue más severa, pues fue de doscientos azotes y seis años a galeras respectivamente. Más severa todavía fue la pena impuesta a Juan García: cien azotes y diez años de galeras. Además de vagabundo, era ladrón y “rufián”. Se da el caso de que García, preso en la cárcel de Berzocana, era de oficio zapatero.  

1 comentario:

  1. ¡Magnífico post!, pero leyendo me ha venido el siguiente nombre a la mente: ¡Jesús!. Saludos Cordiales.

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