Cuaderno sobre las vidas, costumbres y mentalidades de los españoles de ayer. Escrito por Ángel Aponte Marín
domingo, 31 de enero de 2016
FEBRERO, LA CANDELARIA Y SAN BLAS
sábado, 23 de enero de 2016
EL OTRO SIGLO XVIII
El campo no era lugar seguro en el siglo XVIII. Es evidente que los casos de asaltos, contrabando y bandolerismo marcaron el tono de la vida en caminos y despoblados. La inexistencia de unas fuerzas de seguridad profesionales y dependientes de la Corona, las imperfecciones de las leyes reales y de los mecanismos procesales, además del miedo -o la tolerancia en algunos casos- de caciques, regidores, alcaldes y escribanos perpetuaron esta situación. Éste panorama tardó mucho en cambiar. Fueron necesarias la consolidación del Estado liberal, la fundación de la Guardia Civil y la adopción del telégrafo. Y, con todo, costó mucho. Los crímenes, en general, fueron muy frecuentes en la España rural de tiempos pasados. Otra cuestión es la imagen idealizada que, tantas veces, se tiene del pasado.
No fue sólo un siglo de ilustrados y gabinetes. Hubo un XVIII bronco y peligroso. Escribo al respecto, y sirva de muestra, sobre algunos casos de robos de ganado durante esos años en Historia Giennense.
miércoles, 20 de enero de 2016
TRANQUILOS Y BIEN PROBADOS
(Nunca hubo elogio más escueto ni más grande para soldados de infantería).
domingo, 17 de enero de 2016
SAN ANTÓN, LA CENTELLA Y LA MONTERA
sábado, 16 de enero de 2016
NACE UN BLOG SOBRE HISTORIA DE JAÉN
domingo, 10 de enero de 2016
GABRIEL Y GALÁN SALE AL CAMPO
Si José María Gabriel y Galán hubiese nacido en Inglaterra, en vez de cantar dehesas y besanas, habría escrito sobre tejones, molinos antiguos y rododendros. Allí tendrían en mucho su obra y no faltaría en antologías y manuales; aquí se le ha pagado -en el mejor de los casos- con el olvido cuando no con la mofa de mandarines y mamarrachos cuyo bagaje no pasa de cuatro libros mal leídos o peor pergeñados. Siempre me inspiró respeto y simpatía Gabriel y Galán por su probada condición de hombre generoso, por su arraigo con el mundo del que da fe en su obra.
"un día hay que ir a ver las vacas comer bien en donde están; al otro hay que salir forastero; al otro a señalar árboles para que corten ramo a las reses; al otro, a ver si las aguas crecidas hicieron daño en un prado; al otro, a caza; al otro, a ver si parió una cerda; después, a cambiar de sitio para las vacas, a ver lo que descuajó un jornalero, a llevar algo de lo que se está necesitando en El Tejar, a traer las jacas del prado, a señalar un chotillo recién nacido, etc., etc."
Estas labores, si bien "no le sujetan a uno a esa tiranía del reloj", obligaban a padecer fríos y penalidades como "cuando en un camino le sorprende a uno la lluvia y el caballo y el jinete cargan con el agua que quiere mandar la nube [...] y las mañanas de enero para el que las pasa caminando sobre la helada con un frío que corta el pelo". No era nada poético "que un cerdo te dé un hocicazo y te llene del brevaje que come los pantalones, o una jaca te eche al suelo, o una tapia quiera aplastarte al saltarla, o el lodo te lleve los pies de humedad", pero a Gabriel y Galán le gustaban estas labores y lo imaginamos sobre el caballo, con capote pardo o verdoso y sombrero, bien firme y oteando los pastizales. Mejor el honrado vino de la bota que la absenta, más vale cabalgada entre encinares que la murmuración de café.
Al final de la jornada, cenaba junto a la lumbre -grande y generosa- leía los periódicos, participaba en la tertulia familiar y un jugaba un par de partidas de cartas -tute y brisca- con un criado de confianza. No frecuentaba el casino, consecuencia -quizás- de un carácter reservado o de algún resabio regeneracionista pues, no en vano, era hijo de su tiempo. A las once se retiraba a dormir.
* En este artículo de J.M. Moreno Barrado se mencionan datos al respecto y material gráfico de interés sobre el autor.
**Epistolario de Gabriel y Galán, Ed. Mariano de Santiago Cividanes, Madrid, 1918.