domingo, 21 de febrero de 2021

TAMBIÉN LOS ANIMALES SE ACOGÍAN A SAGRADO

Los cementerios y las cercas de los templos, hasta treinta pasos alrededor, concedían inmunidad a los perseguidos. El presbítero don Antonio de Lobera y Abío, a mediados del siglo XVIII, trató el asunto que, entonces, era fuente de enconadas polémicas y diferencias entre los regalistas y los partidarios de que se respetase la inmunidad de los lugares sagrados. Menciona el presbítero el caso de un jabalí que, perseguido por "El Rey Don Sancho El Mayor de Navarra, y Castilla, gran cazador", se refugió en las ruinas de un templo que estaba bajo la advocación de san Antonio Mártir. Se amparó la criatura junto al lugar donde estuvo el altar mayor y eso le salvó la vida pues cuando se dispuso el Rey a lanzarle un venablo, su real brazo “quedó de tal fuerte entorpecido que no lo pudo menear”. Todo estaba bien claro: el jabalí estaba acogido a sagrado y gozaba de la protección divina que, al fin y al cabo, todos somos hijos de Dios. Después - tras apuros, rezos y ruegos- recuperó Don Sancho el gobierno del brazo pero también recibió la lección de “quanta reverencia se debe a los lugares; pues aunque estén arruinados, no quiere Dios, que ni aún un animal sea en ellos ofendido”. ( El suceso en: Lobera y Abío, Antonio, El porqué de todas las ceremonias de la Iglesia y sus misterios, 1758)