ARTE TORMENTARIA
Cuando Carlos V entró en Valladolid en 1522, acabada ya la guerra de las Comunidades, trajo un buen tren artillero compuesto, entre otras, por las siguientes piezas:
Un trabuco llamado Magnus Draco, con cabeza de serpiente o de dragón. Tenía grabado el retrato de Felipe el Hermoso y sus armas. Era de 26 palmos de largo y la boca de un palmo.
Dos tiros famosos, El Pollino y La Pollina, de 16 palmos de largo y palmo y medio de boca.
Otro tiro tenía por nombre Espérame que allá voy, de 17 palmos de largo y casi dos de boca.
Dos tiros llamados Santiago y Santiaguito, eran de 26 palmos de longitud y con la boca de un palmo, adornados con los lises del Rey de Francia. Quizás fue capturado a los franceses en alguna jornada y fueron rebautizados al uso de España.
Otro tiro se llamaba La Tetuda, de 17 palmos de largo y casi dos de boca. El nombre -lo tengo por cosa segura- debía de ser invención de soldados
Y para acabar, El Gran Diablo, con 18 palmos de largo y casi dos de boca.
La marcha la encabezaba la guía, un caballero sobre montura blanca que elegía el camino más pertinente. Participaron en esta entrada, un total de 2.128 mulas -tan servidoras del César Carlos como el más veterano de sus piqueros- gobernadas por 1.074 carreteros.Varias brigadas de azadoneros precedían el convoy arreglando los caminos. Aparte iba la munición y pelotería.
Ramón de Salas,capitán del Arma de Artillería, Memorial histórico de la Artillería española, Imprenta que fue de García, calle de Jacometrezo, número 15, 1831
No me gustan las armas de ningún tipo pero los nombres de estas se las traen, caballero.
ResponderEliminarUn saludo,
Son viejas armas, de otro tiempo, y los que las gobernaban corrían más peligro que el enemigo. Los nombres son terribles e ingenuos en el fondo
ResponderEliminarMuchas gracias y reciba usted, doña Carmen, mis saludos.
Sin duda impresionante ver ese tren de artillería. En cuanto a los nombres, me he quedado con "Espérame que allá voy", me parece que debía ser como un aviso a los enemigos.
ResponderEliminarSaludos
Es un nombre bien elegido y tiene un aire bravucón.
ResponderEliminarSaludos señor de Dissortat.
En los libros de historia nunca se nombra a aquellos valientes soldados y esforzados braceros que debían arrastrar y empujar a estos demonios de muerte por aquellos caminos de mala muerte, fango y piedras hasta llegar a su objetivo, ya bien fuera bélico o de simple exhibición.
ResponderEliminarUn saludo
Somos únicos los españoles en poner nombres graciosos a todo lo que está a nuestro alcance, incluyendo esas terroríficas armas de destrucción "sin iva". Mucho más originales que los americanos con su "Little boy" y su "Fat man".
ResponderEliminarUn saludo.
En los libros y artículos que nosotros escribimos sí salen, doña Carmen. En el fondo, el estudioso ejerce la piadosa función de rescatar nombres del olvido.
ResponderEliminarMis saludos.
Es verdad, don Cayetano. A los cañones se les ponía nombre como a los buques y a las campanas.
ResponderEliminarMis saludos.
De haber oído hablar a alguien de "El Pollino y La Pollina" no se me habría ocurrido pensar jamás que estaban hablando de armas. Se muy poco de armas, debe ser porque no me gustan, pero su articulo es muy interesante.
ResponderEliminarSaludos
El arte de la guerra en su estado más puro. Estos cañones, culebrinas, ect (que muchos quedan aún hoy por ejemplo en el Museo del Ejército de Toledo) eran auténticas obras de arte...lo de la "Tetuda2 me da a mi que era también cosas de soldados.
ResponderEliminarUn saludo
Son nombres muy llanos para inventos de tal naturaleza. Tiene usted razón, doña Ambar.
ResponderEliminarReciba usted mis saludos.
Y que tales nombres pasaran a las crónicas no deja de ser curioso. La costumbre de llamar así a las piezas de artillería se mantenía todavía a finales del XVIII.
ResponderEliminarSaludos, Carolus Rex