PRECURSORES DEL DANDISMO
En La dama boba de Lope de Vega se describen los utensilios que un caballero llevaba consigo para su aseo y adorno personal. Aparecen, guardados en una bolsa de piel, unas tenacillas, un alzador de copetes, otras tenacillas más para rizarse el pelo, escobilla, cepillo, peine y hormas para los zapatos. Iba también, el elegante, razonablemente provisto de ropa blanca, blanda y delgada. Estos refinamientos provocaban la indignación de los españoles de la antigua escuela.
Y esto no es nada comparado con el acicalamiento masculino de esos hombres de la época de la Ilustración, presas del afrancesamiento de moda.
ResponderEliminarUn saludo.
Pues me parece de perlas que en aquellos tiempos tuvieran la delicadeza de presentarse aseados y con buen arreglo ante la sociedad (de las damas)
ResponderEliminarBuenas tardes.
Caramba! Mire que eran metrosexuales los caballeros. Mucho llevaban consigo. Claro, no me extraña que las viejas generaciones fruncieran el ceño.
ResponderEliminarFeliz tarde
Bisous
Sin embargo, don Cayetano, en pleno reinado de Felipe IV, y antes de la llegada de los Borbones ya había un marcado interés por la higiene, entendida en cierta forma, y por el buen aspecto externo.
ResponderEliminarSaludos.
Desde luego doña Amaltea. Era habíto todavía de minorías, aristocráticas y urbanas. Pero era uin avance.
ResponderEliminarSaludos.
Ya escribió usted, al respecto, su reciente y espléndida entrada sobre el baño de Luis XIV.
ResponderEliminarSaludos Dame Masquée.
Y no digamos los atildados pisaverdes. ¿Qué llevarían en sus bolsas a parte de reales y maravedíes? Bigotera, polvos y palillos para los dientes y hasta un perrito faldero (que no sólo lo llevaban las mujeres)
ResponderEliminarSaludos
No estaba nada mal que hubiera una preocupación por la limpieza y la higiene, aunque puede que se pasaran un poco.
ResponderEliminarUn saludo.
La reacción que provocó, entre los más conservadores, esta tendencia a acicalarse fue antológica. Asociaban, en parte, la decadencia del Imperio a estos lujos.
ResponderEliminarSaludos doña Carmen.
Es posible que pudiesen ser excesivos pero, en cualquier caso, tampoco parece que retorcerse el bigote o peinarse con esmero fuera para tanto.
ResponderEliminarSaludos señor de Valverde.
Supongo que la búsqueda del éxito en el cortejo tendría mucho que ver en estas decisiones.
ResponderEliminarSaludos.
Así debía de ser señor de la Terraza.Era también una muestra de civilización.
ResponderEliminarMuchas gracias por sus pertinentes comentarios.
Mis saludos.
Me maravilla pensar en toda esa liturgia en el arreglo personal masculino que después los ilustrados llevarían hasta el extremo... ¿lo superan nuestros metrosexuales? Yo creo que esos artilugios tenían más encanto que nuestros gimnasios.
ResponderEliminar¿O quizá es que cualquier tiempo pasado se perdona mejor? ¿Qué opina usted?
El pasado siempre suele ennoblecer las cosas. Eran estos tipos del barroco, me refiero al XVII, más atrevidos que los del XVIII en cuanto a alardes indumentarios. En la época ilustrada más tardía hay,incluso, una reacción hacia la austeridad en el aspecto y en el porte. Ahí están, por ejemplo, los retratos de Jovellanos.
ResponderEliminarMis saludos doña Olga. Y gracias por su también ilustrado comentario.
...y luego se quejan los hombres de que las mujeres llevamos en el bolso de todo... mire si había ya en siglos pasados hombres que incluso nos adelantaban, jeje!
ResponderEliminarUn saludo!
No se puede negar que tiene usted toda la razón.
ResponderEliminarSaludos.