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Mostrando entradas de octubre, 2011

MÁS SOBRE LAS ÁNIMAS DEL PURGATORIO

No eran como los fantasmas de los relatos victorianos que parecían dar bandazos, sin saber muy bien la razón, asustando a institutrices de buena familia venida a menos y a jardineros de pocas palabras. Las ánimas del Purgatorio , a diferencia de los espectros al uso, que esperaban al final de la escalera, resultaban perfectamente explicables para el labrador más sencillo. Su existencia no estaba bajo lo más terrorífico que siempre es lo absurdo. Aparecían, además, representadas aquí y allá en pinturas, a veces en lienzos bien grandes, colgados en muchas iglesias. También en estampas baratas que se colocaban en los dormitorios junto a los escapularios de la Virgen del Carmen. La devociones que podían facilitar su salvación se encauzaban a través de cofradías muy activas. Las ánimas del Purgatorio, sin embargo, daban miedo, producían asombro, que así se se llamaba al espanto en los siglos XVI y XVII. Hay testimonios literarios al respecto. En La dama boba , de Lope de Vega, aparece una m...

REFUGIADO EN SAGRADO

Diego de Moya, tabernero de Jaén en el reinado de Carlos III, recibió un día la visita de unos dependientes del Cabildo municipal y le pidieron las medidas que utilizaba para despachar el vino. Al parecer los vasos estaban trucados y fueron destruidos por las autoridades concejiles. Le impusieron una multa de dos reales que, en honor a la verdad, no era gran cosa. Sin embargo Diego de Moya se enfrentó a los curiales, posiblemente jaleado por su clientela, no tenida por muy comedida,  y les dijo "apasionado[...] alguna cosas proposiciones no conducentes y perjudiciales a la Real Jurisdicción y los que la administran". En particular las palabras más gruesas fueron dedicadas al diputado del Común y el alguacil mayor que no debían de ser hombres de buen humor.  Pues bien, por este motivo fueron a prender al tabernero que, viéndolas venir, se escapó a gran velocidad, por unas calles de gran trasiego, y consiguió entrar en la iglesia de San Andrés. Allí estuvo unos días, contemplan...

BUENOS MODALES PARA UN DÍA DE LLUVIA

"Un caballero, en caso de lluvia, puede tener la gentileza de ofrecer su paraguas a una señora que se vaya mojando, respetándola y concretándose a responder a las preguntas de la dama...Lo más adecuado es cederles el paraguas y darles nuestra tarjeta (a las señoras) para que nos lo devuelvan por conducto de un criado".            Esto aconseja Sánchez Moreno en su Tratado práctico de etiqueta y distinción , (1928). Tal conducta sería hoy, inevitablemente incomprendida e incluso censurada. Como bien afirma Amando de Miguel, que recoge la cita en su libro Cien años de urbanidad (1991), ya no hay criados para llevar y traer paraguas. La actitud del varón, con respetuosa y silenciosa distancia, contestando sólo a lo que se le pregunta, tampoco es de estos tiempos. Silencio y distancia. Mejor eso que la tiranía de la espontaneidad y el dictado de la impertinencia. Era admirable esa capacidad de los antiguos: hacer más elegante lo cotidiano con la ayuda de un pa...

SALAS DE ARMAS

Las salas de armas contaron con una gran aceptación entre nobles y hombres de clase media, de aficiones aristocráticas, en el siglo XIX. Algunas se mantuvieron hasta el primer tercio del XX para desaparecer después de la Guerra Civil. En cierta medida debían de tener mucho de club y de sociedad deportiva y eran una consecuencia de la reivindicación romántica de los valores caballerescos. También de los numerosos duelos que se producían entre militares, políticos y periodistas. Antonio Díaz Cañabate recordó la sala de armas a la que era asiduo en su juventud, regentada por don Ángel Lancho. Frecuentaba dicho lugar Carlos Arniches pues tenía afición a ver, serio y tétrico, como sus tres hijos practicaban con el florete, la espada o el sable. En una de sus obras, amarga y regeneracionista,  La Señorita de Trevelez , aparece un personaje, don Gonzalo, que era instructor de esgrima. Escribió Díaz Cañabate: "Una sala de armas era en la ciudad moderna la puerta de escape al pasado. ...

El ENSIMISMARSE DE LA SANTIDAD

La santidad tiene siempre sus misterios y no es fácil entenderla. Estudiar la vida de los santos del siglo XVI es ir de asombro en asombro. El franciscano san Pedro de Alcántara vivió en ese tiempo. Santa Teresa de Ávila, que lo conoció, dijo que "Era muy viejo y tan extremada su flaqueza que no parecía sino hecho de raíces de árboles". No era realmente hombre de tantos años cuando la Santa pudo verlo en Ávila, mediado el mes de agosto de 1560, sino que aparentaba setenta años cuando realmente tenía unos sesenta.  Aparte de las penitencias y mortificaciones propias de los religiosos y devotos de la época, llama la atención un rasgo de san Pedro de Alcántara. Me refiero a su hábito de ir ensimismado por la vida. Ángel de Badajoz en la Coronica de la prouincia de san Joseph de la religion de S. Francisco desde su fundacion asta el año 1584, dio cuenta de su no estar en el mundo hasta el punto de llevar la cabeza descalabrada. Era por golpearse con las puertas pues no reparaba e...

LA SEQUEDAD DE ESPAÑA

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"-Pues dime, ¿qué concepto has hecho de España?.  -No malo.  -¿Luego bueno?.  -Tampoco.  -Según eso, ¿ni bueno ni malo?.  -No digo eso.  -Pues ¿qué?. ¿Agridulce?.  -¿No te parece muy seca y que de ahí les viene a los españoles aquella su sequedad de condición y melancólica gravedad?. ( El Criticón, 2 ª parte, crisis III). Sequedad de condición y melancólica gravedad. Así nos veían en el resto de Europa. No es el único testimonio sobre la seriedad de los españoles.  Hay, además, en este texto de Gracián una valiosa reflexión sobre el influjo del paisaje en el carácter de los pueblos. Se adelanta el jesuita a los mitos románticos. La Institución Libre de Enseñanza, las meditaciones de la Generación del 98 y, por supuesto, Ortega ahondarán en esta idea.  P ensar sobre el ser de España ha sido una tarea de siglos. Y sigue abierta.

EL CIRUJANO DE LEPANTO

Hizo lo que muchos españoles del siglo XVI y buscó la sombra de las banderas del Rey. Dionisio Daza Chacón, de treinta años y cirujano militar, tomó el camino de Flandes. Era el año 1543. Estuvo en el asedio de Landrecies a las órdenes del capitán don Pedro de Guzmán, abuelo del conde duque de Olivares. Demostró allí valor, conocimientos y habilidad pues fue llamado por el propio Emperador. Le quedó tiempo para prestar servicios en el hospital del Valenciennes y asombrar al propio Vesalio. Había estado éste poco acertado en la cura del maltrecho brazo del capitán Solís en 1544. Daza Chacón reparó con buen arte y mejor fortuna el estropicio. Volvió a Madrid pero, poco tiempo después, estaba de vuelta en Alemania, cuando la rendición de los protestantes en 1548. En ese año lo encontramos asistiendo a los enfermos de tifus exantemático en el hospital de Augsburgo para pasar al servicio del príncipe Maximiliano. Vuelve a España y, con tal hoja de servicios y sacrificios, gana una plaza de ...

MORATÍN O EL ESPANTO

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Fue testigo de los sucesos acaecidos durante la Revolución. Escribió en su diario: "Tullerías, matanzas de los suizos; yo, espantado. Por la calle y ronda de San Antonio, cabezas en lanzas: espanto". Vio el traslado del Rey al Temple junto a toda la familia real. De allí saldría al cadalso Luis XVI. Añade: "Domingo. A las Tullerías: vi las habitaciones saqueadas; las estatuas del Luis XIV y Luis XV derruidas". Espanto y más espanto: eso decía, y era sincero. La vida puesta en almoneda y la sacralidad de los reyes destruida y arrastrada, simbólicamente y en el terrible trago de la guillotina. No era eso lo que había querido Moratín. Ilustrado, criatura, al fin y al cabo, del mundo que veía desaparecer.