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Mostrando entradas de enero, 2011

DESTERRADOS Y ROMÁNTICOS

Existe un romanticismo español alejado de lo pretencioso, ajeno al cartón piedra y a la naftalina. Es el de los liberales españoles desterrados de 1823. Alcalá Galiano finaliza sus memorias con su llegada a Inglaterra: "entrábamos a la par tristes y orgullosos en la dura vida del destierro" para "comer el pan salado ajeno". Esta dignidad era recordada por Carlyle, y recogida por Ricardo García de Cortázar: "cada mañana en el frío ambiente primaveral, bajo cielos bien distintos a los suyos, podías ver a un grupo de cincuenta o cien majestuosas y trágicas figuras, orgullosamente envueltas por sus capas raídas, paseando por las amplias aceras de la plaza de Euston y la nueva iglesia de Saint Pancras". El dolor de España es muy anterior a los regeneracionistas y a los del 98.

TAUROMAQUIA Y ASCÉTICA

Recuerdo hoy lo escrito por el conde de las Navas. Describía los quebraderos de cabeza padecidos por Felipe II. No los causaban, en este caso, las revueltas en Flandes o el recuerdo de las pesadumbres causadas por Don Carlos. Tampoco la falta de paga para los tercios. Le daba vueltas el Rey, ensimismado y a un lado los papeles, a la manera de explicar a Pío V las dificultades que se presentaban para prohibir los festejos taurinos. Se justificaba Su Majestad: "Que la bula no surtía sus efectos, por ser las corridas de toros una costumbre tan antigua que parecía estar en la sangre de los españoles, que no podían privarse de ella sin gran violencia". Estas palabras del Rey me hacen recordar a san Juan de Ávila. No era, precisamente, partidario de tales festejos pues pensaba que correr toros podía ser hasta pecado mortal. Esta afirmación no le impedía recurrir a ciertos ejemplos inspirados en la tauromaquia para fundamentar sus escritos. Ahí estaba lo atávico, bien apalanca...

SAN SEBASTIÁN Y LAS PESTES DE ANTAÑO

La devoción a san Sebastián está relacionada con el miedo a la peste. No es el único santo protector contra este mal pues también podemos recordar ,por su especial protección contra los contagios, a san Roque y a san Nicasio. Prueban este hecho las numerosas ermitas dedicadas a estos santos como consecuencia de votos solemnemente pronunciados. El agradecimiento por el final de una epidemia o el curarse en salud, sin ser incompatibles ambos fines, movian tales promesas. La ciencia médica casi nada podía hacer. Pobre arbitrio era quemar hierbas aromáticas en las plazas para purificar el aire. Mejor mirar al cielo en busca de remedios divinos pues de los humanos poco se podía esperar. En el verano de 1599 llegaron a Jaén noticias de la existencia de casos de peste en Córdoba. El Cabildo municipal decidió cerrar todas las puertas de la ciudad excepto dos, la Puerta Barrera y la Puerta de Granada. Se mandó avisar a los mesones situados fuera de las murallas "que quiten las tablillas y...

LOS AHORROS DE DOS DONCELLAS DE 1714

Doña Francisca y doña Juana de Quesada eran unas doncellas de Jaén. Tenían ya unos años y, mirando por cada ochavo, siempre en esa línea incierta que separa la austeridad de la tacañería, consiguieron guardar un remanente de dinero. Las rentas de los juros, tantas veces devaluados, los réditos de un censo y los arrendamientos de una casa o de alguna fanega de tierra calma no daban para fundar mayorazgos pero sí para afrontar, bien aparejadas, una vejez siempre incierta. Poseían más de 10.000 reales en monedas de oro y plata. Tenían, además, especial estima a "treze pesos excelentes" segovianos que mantenían a buen recaudo "en un bolso bordado de plata con cordones de seda". Como los de las novelas de capa y espada. No eran, bien es verdad, unas tristes monedillas de vellón, mal cortadas, reselladas y envilecidas sino monedas de buena ley, conservadas con celo y algunas, acaso, heredadas. Así pasaban sus años, sin grandes conmociones, cuando en la noche del 3 de may...

EL DUELISTA Y EL DESDÉN

El padre Juan Eusebio Nieremberg era jesuita e hijo de alemanes. Vivió en la Corte durante el reinado de Felipe IV. Era un religioso riguroso, sometido a grandes mortificaciones, y muy respetado. Además de contrario a los duelos. Partidario, incluso, de que la Inquisición procesase o, al menos, metiese miedo en el cuerpo y en el alma a los duelistas. En su epistolario se conserva una carta enviada a un caballero desafiado. Entre los muchos argumentos utilizados para desautorizar estos lances, elogia el jesuita la conducta de cierto caballero de la Corte. Recibió éste un billete en el que se le convocaba a resolver unas cuestiones. A las seis de la mañana y en el campo del honor. Añade Nieremberg que, tras conocer el requerimiento, el retado respondio: "por cosas de mayor importancia que irme a matar no suelo madrugar tanto". Tras esta declaración "estúvose muy de espacio en su cama, sin tener por este desprecio desta ley, tan observada del mundo, ni un dolor de cabe...