DESTERRADOS Y ROMÁNTICOS
Existe un romanticismo español alejado de lo pretencioso, ajeno al cartón piedra y a la naftalina. Es el de los liberales españoles desterrados de 1823. Alcalá Galiano finaliza sus memorias con su llegada a Inglaterra: "entrábamos a la par tristes y orgullosos en la dura vida del destierro" para "comer el pan salado ajeno". Esta dignidad era recordada por Carlyle, y recogida por Ricardo García de Cortázar: "cada mañana en el frío ambiente primaveral, bajo cielos bien distintos a los suyos, podías ver a un grupo de cincuenta o cien majestuosas y trágicas figuras, orgullosamente envueltas por sus capas raídas, paseando por las amplias aceras de la plaza de Euston y la nueva iglesia de Saint Pancras". El dolor de España es muy anterior a los regeneracionistas y a los del 98.