LOS AHORROS DE DOS DONCELLAS DE 1714
Doña Francisca y doña Juana de Quesada eran unas doncellas de Jaén. Tenían ya unos años y, mirando por cada ochavo, siempre en esa línea incierta que separa la austeridad de la tacañería, consiguieron guardar un remanente de dinero. Las rentas de los juros, tantas veces devaluados, los réditos de un censo y los arrendamientos de una casa o de alguna fanega de tierra calma no daban para fundar mayorazgos pero sí para afrontar, bien aparejadas, una vejez siempre incierta. Poseían más de 10.000 reales en monedas de oro y plata. Tenían, además, especial estima a "treze pesos excelentes" segovianos que mantenían a buen recaudo "en un bolso bordado de plata con cordones de seda". Como los de las novelas de capa y espada. No eran, bien es verdad, unas tristes monedillas de vellón, mal cortadas, reselladas y envilecidas sino monedas de buena ley, conservadas con celo y algunas, acaso, heredadas.
Así pasaban sus años, sin grandes conmociones, cuando en la noche del 3 de mayo de 1714 entraron ladrones, según las dos doncellas contaron al escribano, "por las puertas de la calle de sus casas, a desora de noche, estando en el sosiego de su cama". Les robaron lo ahorrado tras tantos años. Real a real. La noticia debió de comentarse en corrillos y mentideros durante toda la temporada.
Bien armado el arzón, y espada ancha en el tahalí , la Justicia del Rey atravesó Despeñaperros. Preguntaron por posadas y caminos hasta llegar a la Corte. No fue mal descaminada la pesquisa pues en sus calles echaron el guante a los ladrones. Se llamaban María de Fuentes y Diego Fernández. Encontraron en poder de éste el bolso bordado, 28 doblones, un potro, cuatro escopetas y "diferentes galas de hombre y mujer y otras alajas y trastos". Del resto de lo robado no se dice nada.
Así pasaban sus años, sin grandes conmociones, cuando en la noche del 3 de mayo de 1714 entraron ladrones, según las dos doncellas contaron al escribano, "por las puertas de la calle de sus casas, a desora de noche, estando en el sosiego de su cama". Les robaron lo ahorrado tras tantos años. Real a real. La noticia debió de comentarse en corrillos y mentideros durante toda la temporada.
Bien armado el arzón, y espada ancha en el tahalí , la Justicia del Rey atravesó Despeñaperros. Preguntaron por posadas y caminos hasta llegar a la Corte. No fue mal descaminada la pesquisa pues en sus calles echaron el guante a los ladrones. Se llamaban María de Fuentes y Diego Fernández. Encontraron en poder de éste el bolso bordado, 28 doblones, un potro, cuatro escopetas y "diferentes galas de hombre y mujer y otras alajas y trastos". Del resto de lo robado no se dice nada.
No se si me gusta más lo que escribe o la manera que tiene de escribirlo, ciertamente ya no es muy común encontrar prosa de la calidad con que usted adorna este blog.
ResponderEliminarReciba un cordial saludo :-)
Qué delicia de textos los suyos. Es capaz de convertir una noticia trivial en un gran relato :)
ResponderEliminarBuenas noches
bisous
Menudo estropicio que les hicieron a las pobres señoras, tanto ahorrar para al final nada...una pena, aquí habría valido más aquello del Carpe Diem. Bien funcionaba la justicia borbónica apenas acabada la Guerra de Sucesión y establecida finalmente la justicia borbónica, aunque Castilla y Andalucía fueron, por lo general, fieles a Felipe V "el Animoso".
ResponderEliminarUn cordial saludo amigo.
Un placer volver a leerle, con las palabras que usa, adecuadas y de la época, vamos que me hace sentir en ese Jaén del s. XVIII. Por cierto no nos cuenta nada del castigo o pena impuesta a los malhechores.
ResponderEliminarUn saludo.
En efecto, es una delicia leer estas crónicas de la vida antigua. Un abrazo.
ResponderEliminarSiempre he dicho que los ahorros no sirven para nada, hay que vivir. Estas pobres mujeres lo podrán corroborar bien, pobres. Pocos textos en la red son tan plácidos de leer como el suyo, lo que convierte la lectura en un placer. Saludos desde ArteTorreherberos.
ResponderEliminarPobrecillas estas doncellas, porque mal futuro se les auguraba si se quedaban simplemente en el estado casadero. No había pagas, ni pensiones, así que más valía tener la faltriquera repleta si una no se quería quedar en la más extrema indigencia. Bueno, si se tenía dote se podía ingresar en el convento, que era el otro camino.
ResponderEliminarLo extraño es que lograran capturar a los ladrones. Efectivos fueron los Corchetes y el corregidor Jaén.
Saludos
Muchas gracias por sus palabras Pedro de Mingo. Y yo tengo a mucha honra tener lectores como usted.
ResponderEliminarSaludos cordiales.
Madame Minuet: con esta apreciación demuestra ser usted de una generosidad principesca.
ResponderEliminarSaludos cordiales.
Es verdad Carolus II, ahorrando toda la vida, y en tiempos tan apretados como los de finales del XVII,para que acabaran las cosas así. No hay derecho.
ResponderEliminarSaludos cordiales y gracias por su comentario.
Don José Eduardo: muchas gracias por sus corteses palabras. Y respecto a la condena nada dice el acta notarial que cuenta todo esto. Por menos iba la gente a galeras durante años y años. Si no a otro sitio peor.
ResponderEliminarSaludos cordiales.
Muchas gracias Desdela terraza. Igual pienso yo de sus escritos.
ResponderEliminarUn cordial saludo.
Gracias señor Hidalgo. Hace usted honor a su apellido con sus amables palabras.
ResponderEliminarSaludos cordiales.
Son muy sensatas sus reflexiones doña Carmen. Y así es, resulta increíble que capturasen a los ladrones pero así fue, si el testimonio del escribano dice la verdad claro.
ResponderEliminarSaludos cordiales.
Me alegro de que la historia acabara bien. Seguramente, después de recobrar lo ahorrado, las dos buenas mujeres se dedicaron a gastarse el dinero en sí mismas y en alguna obra de caridad. Aprendieron la lección.
ResponderEliminarLa verdad, don Jesús, es que yo también creo que eran más tacañas que austeras. Y si bien parece que no recuperaron todo, lo más inteligente que podían hacer era lo que usted dice.
ResponderEliminarMe alegro mucho por haber recibido su comentario. Un cordial saludo.
Precioso. Parece la persecución de Bonnie and Clyde, unos doscientos años antes y desde Despeñaperros a la Corte. Claro, dónde iban a estar sino en la Corte puliéndose el botín.
ResponderEliminarAlguna fanega 'de tierra calma'; monedillas de vellón 'mal cortadas, reselladas y envilecidas'... Este blog es un tesoro.
Qué bien lo debían pasar con sus alhajas y sus galas recién compradas. Y, allí sin más cuidado, recibieron la visita de los alguaciles. Lo que son las cosas.
ResponderEliminarMuchas gracias por sus generosas palabras doña CB.