EL DUELISTA Y EL DESDÉN
El padre Juan Eusebio Nieremberg era jesuita e hijo de alemanes. Vivió en la Corte durante el reinado de Felipe IV. Era un religioso riguroso, sometido a grandes mortificaciones, y muy respetado. Además de contrario a los duelos. Partidario, incluso, de que la Inquisición procesase o, al menos, metiese miedo en el cuerpo y en el alma a los duelistas.
En su epistolario se conserva una carta enviada a un caballero desafiado. Entre los muchos argumentos utilizados para desautorizar estos lances, elogia el jesuita la conducta de cierto caballero de la Corte. Recibió éste un billete en el que se le convocaba a resolver unas cuestiones. A las seis de la mañana y en el campo del honor.
Añade Nieremberg que, tras conocer el requerimiento, el retado respondio: "por cosas de mayor importancia que irme a matar no suelo madrugar tanto". Tras esta declaración "estúvose muy de espacio en su cama, sin tener por este desprecio desta ley, tan observada del mundo, ni un dolor de cabeza, ni perder las ganas de comer, ni tampoco la honra" pues antes "fue aplaudida su respuesta" y el desafiador objeto de la mofa general.
Tal desdén no dejaba de tener consecuencias. Como la de no ingresar en alguna de las órdenes militares. En las informaciones tomadas sobre los aspirantes a un hábito se preguntaba a los testigos: "si saben si el dicho pretendiente ha sido retado, y si los testigos dijesen que lo ha sido, declaren si saben como y de que manera se salvó del reto, y como y de que manera lo saben". A esta pregunta se añadía otra relacionada, en gran medida como igual asunto: "si saben que el dicho pretendiente está infamado de caso grave, y feo, de tal manera, que su opinión está cargada entre los hombres hijosdalgo". Quizás las veneras tampoco le quitaban el sueño a anónimo personaje recordado por el jesuita.
En su epistolario se conserva una carta enviada a un caballero desafiado. Entre los muchos argumentos utilizados para desautorizar estos lances, elogia el jesuita la conducta de cierto caballero de la Corte. Recibió éste un billete en el que se le convocaba a resolver unas cuestiones. A las seis de la mañana y en el campo del honor.
Añade Nieremberg que, tras conocer el requerimiento, el retado respondio: "por cosas de mayor importancia que irme a matar no suelo madrugar tanto". Tras esta declaración "estúvose muy de espacio en su cama, sin tener por este desprecio desta ley, tan observada del mundo, ni un dolor de cabeza, ni perder las ganas de comer, ni tampoco la honra" pues antes "fue aplaudida su respuesta" y el desafiador objeto de la mofa general.
Tal desdén no dejaba de tener consecuencias. Como la de no ingresar en alguna de las órdenes militares. En las informaciones tomadas sobre los aspirantes a un hábito se preguntaba a los testigos: "si saben si el dicho pretendiente ha sido retado, y si los testigos dijesen que lo ha sido, declaren si saben como y de que manera se salvó del reto, y como y de que manera lo saben". A esta pregunta se añadía otra relacionada, en gran medida como igual asunto: "si saben que el dicho pretendiente está infamado de caso grave, y feo, de tal manera, que su opinión está cargada entre los hombres hijosdalgo". Quizás las veneras tampoco le quitaban el sueño a anónimo personaje recordado por el jesuita.
Qué arrogancia la del duelista!
ResponderEliminarSupongo que su actitud tendría una parte de intimidación hacia el adversario. Qué temple!
Con lo que a mí me gustan los duelos, monsieur, me hubiera llevado mal con el jesuita. Aunque claro, es comprensible su postura. La verdad es que los duelos proliferaban tanto en la epoca que ya eran una verdadera peste que causaba muertes absurdas por cualquier tontería.
Feliz fin de semana
Bisous
Son muy ciertas sus apreciaciones. Y es verdad que, dada la mentalidad de su tiempo, debía de ser un tipo muy bragado, y con indiscutible fama de valiente, el hombre capaz de permitirse una actitud así en el Madrid del XVII.
ResponderEliminarMuchas gracias por su comentario. Y un cordial saludo.
Desde luego que el caballero le echó bemoles al asunto. Había que ser osado en esa España nuestra de entonces para hacer lo que hizó. Un cordial saludos desde ArteTorreherberos.
ResponderEliminarAsí es. Debía de tener una probada fama de hombre de dicho y hecho.
ResponderEliminarMuchas gracias señor Hidalgo.
El tema del duelo me parece interesantísimo, lo del honor me interesa, el halo de romanticismo y de barbarie a la vez que entraña...
ResponderEliminar¿Se acuerda Vd. de la película "Los duelistas"? Toda una vida enfrentándose... y al final no sabían ya por qué lo hacían, y por toda Europa aquellos soldados de la era napoleónica...
Siempre pienso en que el duelo es un ejemplo de que no todo acuerdo de voluntades individuales puede ser respetado por el Estado, que hay un margen que por muy libre y muy voluntario que sea no se permite (como el ser esclavo con la aceptación del esclavizado, por ejemplo).
Escribe Vd. de cosas muy interesantes siempre, D. Retablo ;-)
La misma sociedad hacía que por la honra u otros aspectos llegases hasta el final, el duelo.
ResponderEliminarSaludos cordiales
¡Qué buena anécdota! Imagino la desesperación del retador. Un abrazo.
ResponderEliminarCuriosa actitud la del caballero, si es que existió y no fue invento del jesuita. Yo relaté otra historia de un duelo que acabó mal para uno que no estaba en la querella, que tuvo lugar en la Cuesta de Santo Domingo de 1618. Recios tiempos aquellos.
ResponderEliminarHay respuestas que suponen una estocada mortal, sin duda, y hay estocadas que da gusto leer.
ResponderEliminarUn cordial saludo
Doña Aurora, es cierto que si hay una atribución a la que el estado no puede renunciar es la de garantizar la integridad de las personas. Otras muchas áreas en las que el estado interviene, en cambio, sí que podrían depender de la sociedad civil. Además, en la época del padre Nieremberg el estado era muy débil, a pesar del presunto absolutismo de los reyes. Su apreciación es, naturalmente, muy lúcida.
ResponderEliminar¡Qué gran película la citada por usted!. Harvey Keitel,(Feraud), es un tipo atormentado y permanentemente agraviado. ¡Y qué gran relato el de Conrad!. También, en cierto modo, el asunto del duelo (en versión rural y menos protocolaria) aparece en "El hombre tranquilo" de John Ford.
Muchas gracias por su comentario y reciba un cordial saludo.
Tiene usted razón, don José Eduardo, los valores vigentes pesaban mucho. Existía, incluso, una contradicción entre la moral cristiana, la justicia real y la mentalidad caballeresca, que no era fácil de resolver para los que vivían en la época.
ResponderEliminarMuchas gracias por su comentario. Saludos cordiales.
Indudablemente, Desdelaterraza, el retador fue tenido en poco. Si era un tipo orgulloso, algo que doy casi por seguro, debió de vivir unos días infernales al difundirse la noticia.
ResponderEliminarMuchas gracias por su comentario y un cordial saludo.
Mujerárbol, naturalmente es posible que tal caballero no existiese o que la historia fuese aderezada por unos y otros, lo que parece, en mi modesto criterio, más verosímil. Sin embargo, por sus tratos, idas y venidas, da la impresión de que Nieremberg era un hombre muy informado de lo que pasaba en la Corte y con gran conocimiento del mundo, de manera que es muy posible que fuese real. Ya en esa época Madrid daba para mucho.
ResponderEliminarLo del lance de 1618, que usted cita, parece interesante a más no poder.
Muchas gracias por su comentario. Saludos cordiales.
Capitán, usted bien podría haber sido un ingenio de la Corte de Felipe IV.
ResponderEliminarMuchas gracias y reciba mis más cordiales saludos.
El caballero retado eludió graciosamente el lance, pero no sé qué pensarían de él el resto de la sociedad. Le tildarían de cobarde, gallinas y de peores cosas. La defensa del honor y de la honra era un asunto muy serio en aquellos tiempos, por mucho que al padre Juan Eusebio no le gustase nada.
ResponderEliminarSaludos
No me quiero imaginar qué cosas serían de mayor importancia para madrugar que el ir a matarse con otro en un duelo. Aquí podríamos citar a Quevedo en una de sus geniales citas para describir la personalidad del duelista :
ResponderEliminar"Bien sé que a cuantos contradigo, i reconozco los que se an de armar contra mi, mas no fuera io español si no buscara peligros, despreziándolos antes para vencerlos después..."
Con esto se comprende la postura del duelista ¿no cree?
Interesantísima entrada, muchas gracias amigo.
Es cierto, doña Carmen, que las cuestiones de honra no eran asunto menor en la España del XVII, pero no parece cobarde el anónimo caballero sino más bien hastiado o, quizás, cínico. ¡Quién sabe en cuantos lances estuvo!, ¡Quizás estaba desengañado, harto y su valor cien veces ya probado!.
ResponderEliminarSaludos y gracias por su comentario.
Sa
Quevedo hablaba como un español del XVII y, en concreto, como aristócrata y caballero de Santiago. Quevedo, al parecer, tuvo muy buena relación personal con Nieremberg.
ResponderEliminarMuchas gracias por su comentario. Reciba un cordial saludo.