DEL UTILLAJE NECESARIO PARA BARBAS Y BIGOTES BARROCOS
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La afición por ir bien puesto y aderezado en bigotes, perillas y barbas era muy del gusto de los españoles del siglo XVII. Llevar unos bigotes bien retorcidos constituía todo un arte y conseguirlo suponía una tarea no exenta de riesgos. Bien lo supo aquel valiente, cuyos mostachos parecían dagas de ganchos y esponjas de vino, que se expuso a la inexperiencia barberil de Estebanillo González . A punto estuvo de morir abrasado, como san Lorenzo, por el efecto de unos hierros al rojo que el pícaro aplicó imprudentemente sobre sus bigotes. No se le puede reprochar demasiado que, en su justa irritación, llamase a Estebanillo "hijo de cien cabrones y de cien mil putas". Este gusto por los barroquismos capilares era compartido por todos, desde el Rey Felipe IV a la gente del trueno. También, por supuesto, por la nobleza. En el inventario y almoneda de los bienes de don Felipe de Silva, virrey y capitán general de Cataluña, aparecen cepillos, perfumadores, pomos para aguas de ...