martes, 7 de marzo de 2023

SERMONES CUARESMALES EN 1638

En 1638 el corregidor de Jaén, don Francisco de Bazán, se lamentaba, ante los caballeros veinticuatro y jurados, de la falta de un lugar decente para escuchar los sermones propios de la Cuaresma. Esta práctica piadosa, decía, era absolutamente necesaria para edificación de las conciencias, enmienda de descarriados y “así de los ezesos generales como particulares con gran sentimiento de todos y para que tenga remedio conbeniente”. Proponía que los sermones tuviesen lugar en las casas del Cabildo “con que se escusan encuentros y embaraços que yendo a otras partes se les puede ofrecer”. Se refería a los desagradables roces, siempre agrios, que se producían con el cabildo catedralicio por cuestiones de etiqueta, protocolo, bancos y cojines. 

Justo es reconocer que los caballeros del gobierno municipal se escapaban de los sermones, en la medida de lo posible y lo decoroso. No se resignaban a ser desairados en público y ubicados en un lugar de medio pelo, con la manifiesta satisfacción de prebendados, tonsurados y pueblo llano en general. Si con este motivo evitaban una larga pieza de oratoria sagrada pues mejor aunque, con esta deserción, incurrían en la desaprobación del clero local pues, según don Francisco de Bazán, “los predicadores en los púlpitos exclaman que [ni] la Justicia ni la Ciudad asisten a oír la palabra evangélica, no considerando el dejarlo de hazer por no tener lugar que sea conforme y decente a la dignidad que los unos y otros representan.”

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