LAS POSADAS DE JOVELLANOS
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(Imágenes procedentes de los fondos de la Biblioteca Nacional de España.) Madrugar entre el vocerío de los arrieros y el estruendo del vidriado, bajar con tiento por escalones mellados, dar los buenos días a la concurrencia entre aguardientes del alba y ruido de trébedes y así esperar la llamada de cocheros y mozos de mulas. Eso era ponerse en danza para una jornada de viaje. No carecían de mérito los que, desasosegados por los males de España, renunciaban a todas las comodidades posibles en el incómodo Antiguo Régimen y se lanzaban a los caminos. Así ha sido siempre entre ilustrados, regeneracionistas y noventayochistas. Concebían el viaje como vía ascética para meditar sobre el pasado, el presente y el porvenir de esta vieja, gloriosa y desventurada nación. Letrados y caballeros particulares recorrían la anchura de España para observar, describir, contar, medir, trazar croquis, dibujar retablos, copiar lápidas, recoger minerales, probar las aguas, reflexionar sobre si prosperarí...