domingo, 1 de enero de 2023

LAS MULAS O LA GLORIA DE VENTAS Y BESANAS

Llevaron con galanura a prelados, embajadores y altas damas, fueron la gloria de las besanas y el orgullo de los yunteros, tiraron con brío de los coches de los Grandes, transportaron trenes artilleros y alegraron el trasiego de las ventas y posadas de España.Tenían nombres entrañables y recios como Capitana, Valerosa, Generala o Peregrina. Las mulas dieron lugar a  leyes reales, libros, memoriales y provocaron toda suerte de polémicas sobre su crianza. Sus defensores y detractores citaban las Sagradas Escrituras y recurrían a la autoridad de griegos y romanos. Para algunos era más conveniente y rentable la utilización de bueyes en el laboreo agrícola y el transporte. El ganado boyal, decían, hacía surcos más profundos, forrajear con pasto y no con cebada y además producía carne, cueros finos, astas y leche. La fobia hacia las mulas alcanzó rasgos obsesivos en autores como José Castellanos que, en 1787, las culpó de estimular la holgazanería de los labradores y de toda suerte de miserias. En 1790 Miguel de Maurueza, espantado ante los 300.000 pares de mulas que -según sus cálculos- había en España, las calificó, con notoria injusticia, de animales monstruosos y las acusó de causar la ruina de la Monarquía. Defendía, muy exaltado, desaforadamente y descompuesto, la aplicación de la pena capital para aquéllos que las criasen. En contra, los defensores de las mulas escribían apasionados memoriales y opúsculos a su favor. En 1789, don Francisco Calvo y Cavero afirmó que “ninguno de todos los demás animales es tan útil, al hombre, como la mula” pues, además de alegrar el ojo del labrador, servía “para labrar, trillar, tirar todo género de carruajes, trajinar, llevar a caballo con comodidad, y diligencia”. Destacaba don Francisco la primacía indiscutible de los mulos criados en España que eran famosos por su astucia, viveza, fogosidad, espíritu, fuerza y diligencia. José Antonio Muñoz Rojas, ya en nuestro tiempo, elogió sus ojos inteligentes, su paciente fortaleza y su seriedad. “Cómo conocéis la voz, la ocasión del esfuerzo, el lugar del descanso, la hora del pienso!”, escribió en Las cosas del campo. Las leyes reales prohibieron la crianza de mulas o, al menos, restringieron su uso. En determinadas disposiciones se autorizaba a viajar en mulas, jacas o cuartagos,de manera excepcional, a mujeres, clérigos, embajadores, médicos, cirujanos y letrados. Son muchas las referencias literarias que mencionan a los médicos montados en sus mulas. Entre los clérigos, recordemos al cardenal Cisneros a la grupa de una mula en la expedición a Orán. Con estas trabas se pretendía aumentar la cría de caballos, necesaria para la guerra, y fomentar la práctica de la equitación entre la nobleza, cada vez más aficionada a trasladarse, por calles y caminos, en coches tirados por mulas. Lope de Deza en su muy leído Gobierno Político de Agricultura (1618), recomendaba que ningún labrador pudiese tener más de un par de mulas para sus labores “y si mas pares huviere de tener sean de bueyes”. Los labradores castellanos soportaron con fastidio tantas prohibiciones. Descontentos, escribieron razonados y razonables memoriales a los reyes de España. Un ejemplo es el enviado por los vecinos de Mora, a mediados del XVI, en el que manifestaron los inconvenientes causados por la falta de mulas pues muchas tierras se quedaban sin labrar en perjuicio de la república. Los de Santa Cruz de la Zarza alegaron razones similares y declararon que, respecto a los caballejos que criaban, “no ha salido ninguno que aprobeche para ello ni aun para arar porque, demás de ser flojos, ordinariamente salen traydores”. 

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*Aviso al lector: este artículo lo publiqué hará algo menos de diez años en un medio digital que ya no existe.  Aparece en Retablo de la Vida Antigua para que no quede en el más absoluto olvido y por si es de utilidad.

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