LAS HORAS GRISES
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Oscilar de abedules, conspiraciones de acacias, los grises avellanos y los manzanos en flor; las flores de espino y las zarzas como rosarios del campo; fiesta de lavandas, y enebros azules, las jaras de los caminos "y el sol último de la tarde / contra las ramas de un laurel". La leyenda del fuego en el rastrojo, la oración de los zarzales y el pastor fulminado por el rayo. El olor de la leña en la ciudad, el paso antiguo de las estaciones, los anocheceres "con el fuego débil / resistiendo entre carbones. Tañidos/ de campanas y una podredumbre de nardos en el cesto". Hayedos y silencio, el hielo en el estanque y, siempre, las hojas: las de las arboledas doradas entre el cielo y las vías, las que "son tus compañeras. Las hojas amarillas / las hojas secas" que revolotean, desbordan las aceras, te recuerdan tu mortalidad y "que vencidas tras de ti / se pudren". Todo esto lo ha visto y lo ha escrito Luis Bravo. Todas estas palabras -serias, misterios...