viernes, 14 de octubre de 2022

HOTELES ISABELINOS

 En la Guía oficial de los viajeros en los caminos de hierro, vapores y diligencias (Imprenta de La Iberia, Madrid, 1865), se incluyen varios anuncios de establecimientos hosteleros de España y del extranjero. Creo que son interesantes algunos detalles al respecto. Comencemos con el Hotel de Francia, ubicado en la calle del Carmen y a cargo de Bautista Landarreche. En el anuncio se destacaba su céntrica posición, cercana a la Puerta del Sol. Se indica que "la cocina está dirijida a la francesa y a la inglesa", con mesa redonda a las seis de la tarde y restaurante en la planta baja. La mesa redonda consistía en un servicio de comedor en el que los clientes, distribuidos en diferentes mesas, comían juntos y en buena compañía sin que, en principio, tuviesen relación alguna. El restaurante, o restaurant, era de más empaque y pretensiones y disponía de menús y carta. Las diferencias con los figones o casas de comidas eran notorias. En el Hotel de Francia, los huéspedes contaban, además, con un servicio de coches que les permitía acceder con toda facilidad a las estaciones de ferrocarril. 


Otro establecimiento fue el Gran Hotel-Restaurant de Embajadores situado en la calle de la Victoria 1 y en la casa de la célebre Fontana de Oro. En su anuncio se destacaban sus "grandes y elegantes habitaciones para familias" con vistas a la Carrera de San Jerónimo y a la Puerta del Sol. Se ofrecían, además, habitaciones para una o dos personas "adornadas con lujo" y otras interiores, más austeras, para clientela más ahorrativa. A las seis de la tarde había mesa redonda a veinte reales el cubierto. No era un lugar barato. En el anuncio se indicaba que, en ese momento, se hacían reformas para ponerlo a la altura de los mejores de Europa "hermanando el buen servicio con economía con la comodidad, economía y lujo". 


Más modesta, al menos en apariencia, era la casa de huéspedes de doña Eusebia de Costa. Estaba en la calle de Peligros, número 3, pisos segundo y tercero. Se había fundado hacia 1835 y era un establecimiento "frecuentado por familias distinguidas de España y del estranjero". Los alojados podían asomarse desde sus habitaciones, muy bien amuebladas, a las calles de Alcalá, Aduanas y Peligros y entretenerse con el natural bullicio de los viandantes. Esta acreditada casa de huéspedes, decía el anuncio, "cuenta con criados inteligentes", lo que siempre aliviaba pues es de todos sabido que nada hay más peligroso, ni más malo, que un necio. Bajo el techo de doña Eusebia no se toleraba la chabacanería y se destacaba que "el trato es esmerado, poniendo su dueña especial cuidado en complacer a sus favorecedores", todo ello, por supuesto, en el sentido más decente. Esta casa de huéspedes tenía servicio de lavandería y repaso de la ropa, además de la ya descrita mesa redonda, todo a unos precios no ya razonables sino "extremadamente moderados". 


El  Hotel de las Cuatro Naciones, en la calle del Arenal, 19 y 21, destacaba por su cocina francesa, con un restaurante en la planta baja. Era propiedad de Simón y Compañía. El Hotel Villa de Madrid, calle de Juan de Andas, 12, en la Casa Grande de las Columnas, disponía de alimentos bien condimentados "con primor y aseo" y un servicio con "agrado y esmero". Era regentado con todo celo por su dueña, doña Carmen Galán. Por último, la Fonda de Bossio estaba situada en la calle Duque de Zaragoza, con fachadas al Paseo de la Reina y a Alicante, destacada por "su elegancia y buen trato”.









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