EN DÍAS CERCANOS AL CORDONAZO DE SAN FRANCISCO
En las caserías antiguas de mi tierra giennense es fácil encontrar, junto a las
fachadas y puertas, altos y viejos laureles que, en los atardeceres de estos
días, tienen un aire solemne, de ruina antigua. Quizás los plantaban ahí por
herencia de los romanos que atribuían a esta planta un carácter protector contra
los rayos. Hay plantas u objetos que atraen o rechazan el rayo. José María
Castroviejo mencionó en La montaña herida cierto tipo de cardos que protegían de
estos fenómenos naturales y su amigo Álvaro Cunqueiro decía, por haberlo oído de
toda la vida, que los rayos se sentían asimismo, según ciertas circunstancias,
atraídos o rechazados por los tesoros. También el hierro, fuente de muchas
prevenciones entre los antiguos, se usaba como amuleto contra estos poderes
fulgurales. En muchos pueblos estaba extendida la costumbre de poner tijeras
abiertas dentro de las casas, en forma de cruz, cuando había tormentas y también
para evitar otros males. Junto a estas creencias, la tradición cristiana contaba
con devociones, campanas, oraciones y conjuros para salvaguardar a las gentes de
centellas, rayos y exhalaciones. Sobre este asunto escribí hace unos días un
artículo que, si ustedes quieren, pueden leer en The Objective. Creo que puede
ser una buena idea en estos días, todavía cercanos al cordonazo de san
Francisco, tiempo de truenos y lluvias.
Y rezar a Santa Bárbara cuando truena, claro está. Por aquí recuerdo haber visto cardos en las puertas.
ResponderEliminarSaludos