domingo, 27 de octubre de 2019

GRANADAS


Las granadas me recuerdan a un tiempo viejo. Es una fruta de aparador en casa antigua, de frutero de tías venerables, de muchos años, de huerta con árboles ya sin hojas, en las tardes cortas con olor a humo. Decía don Rafael Ortega y Sagrista, caballero muy erudito de Jaén, y algo pariente mío por los Bonilla, los Toral y los Nieto, que la granada es fruto de invierno y de cuelga, es decir, apropiado para conservar atado a tomizas y espartos en terrados o cuartos fruteros, que deben ser estancias secas y bien ventiladas. Citaba él distintos tipos de granada. La enumeración al respecto es un verdadero tesoro: granadas albares, cajines, zafaríes, ciñuelas y de diente de perro o de Castilla, muy agrias y buenas para acompañar las migas. Las granadas zafaríes nos sugieren la vida de frontera, venturosa y arriesgada, a las ahumadas y cabalgadas del siglo XV. Seguro que los personajes de los romances fronterizos desgranaban granadas tafaríes cuando oteaban los horizontes en los portillos de mi tierra. Ortega y Sagrista rescata del pasado otra palabra, la tastana, nombre que recibe la membrana amarga y amarilla, que separa los gajos.

4 comentarios:

  1. Granada, la Vivacidad de esta fruta...del Cielo. Hermoso post. Saludos.

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  2. El Cielo determina cuando la granada está en su punto, ni antes ni después.

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  3. En ese abandono de la fruta, de la granada, ahí está todo.

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