JURAMENTOS DE UN SOLDADO
Entre los numerosos personajes del Entremés de la casa de posadas, de Francisco de Castro (1672-1713) aparece un soldado viejo. Acudía con asiduidad a la estafeta de Toledo a buscar nuevas de Flandes y hablaba de las cosas de la guerra en la Puerta del Sol. También leía las gacetas que se publicaban los jueves. Se desvivía por tener noticias de lo que pasaba en las más lejanas monarquías. Cuando era de noche se cobijaba en una mala posada, donde dormía en compañía de otros pobretones. Soñaba quijotescamente, acompañado de voces y aspavientos, con acciones de guerra en Ceuta. Lanzaba grandes juramentos: "por la batalla Naval, / por el sitio de Viena, / por la rendición de Buda,/ y las paces de Nimega". No haya risas, nos inspira un gran respeto este soldado de tiempos derrotados. Incluso en lo que había de exagerado, de excesivo, en su conducta pervivía soterrada una sombra de lo que fuimos.
Parece una foto o mejor un aguafuerte del momento. Un imperio en horas bajas.
ResponderEliminarEl problema de estos soldados en paro que pululaban por la villa y corte era que el exceso de ocio les llevaba con frecuencia a alquilar sus servicios al que pudiera pagar unas cuantas monedas por ello. Y no siempre por nobles motivos.
Un saludo.
Es la desconocida historia de tantos desmovilizados, aunque en aquellos años no se utilizase este término.
EliminarSaludos, don Cayetano.
Sin palabras...simplemente conmovedor.
ResponderEliminarUn saludo.
Gracias, don J. Eduardo.
EliminarUn juramento soñador con encanto, siempre que sean juramentos de sueños y no sean otro tipos de juramentos nefastos, son bienvenidos. La tristeza interior de una vida apasionada la que necesitaba seguir viviendo a través de sus sueños este soldado, porque así vivía en vida, sino...estaría muerto en vida...es una razón justa para él que le sirvió para su Vivir.
ResponderEliminar¿ Sin sueños que somos?, nada, los sueños no tienen espacios ni tiempos además somos dueños de ellos, no se compran ni venden, no se publicitan...pienso que hay que echar literatura a la vida y vida a la literatura...y navegamos mejor en este mar un tanto revuelto.
¡Pues yo si no sueño, no soy yo! y necesito de las chispitas del sueño para seguir caminando por la vida y que esas chispas me alumbren ese mismo camino.
Encantador artículo estimado Señor Aponte, y dulce, nos toca el corazoncillo. Saludos Cordiales. Teresa.
Su comentario, doña Teresa, aparece al final debido a algún error que he cometido.
EliminarPerdone mi torpeza.
No pasa nada estimado Señor Aponte, nada de torpeza por su parte y mucho menos nada que perdonar, los aparatos ya sabemos...a veces juegan con nosotros de forma simpática. Saludos Cordiales. Teresa.
EliminarUn personaje digno de una novela de Pérez-Reverte; un Alatriste venido a menos que, sin paga, oficio ni beneficio, vagaría por las calles de cualquier ciudad de entonces.
ResponderEliminarUn saludo
Es verdad, doña Carmen, pero éste estaba para pocas aventuras. De estos soldados tenía que haber muchos por toda España y, en especial, en Madrid.
EliminarSaludos cordiales y gracias.
Hace demasiado tiempo que no me paso por aquí. "Desesterando" mi blog, he vuelto a ver su enlace.
ResponderEliminarSe declara este post conmovedor. Y yo estoy muy de acuerdo. Un cordial saludo.
Me alegra volver a leer sus comentarios. Muchas gracias por su generosa apreciación.
EliminarLos soldados eran muy aficionados a los juramentos. Dios los habrá perdonado que su intención no era, al menos en este caso, mala. Las reflexiones que usted hace, doña Teresa, son muy de la época que tratamos. A nuestro pobre veterano les habrían parecido muy entradas en razón.
ResponderEliminarMuchas gracias y mis saludos.
No, no hay risas, ni burla del soldado, sino lástima.
ResponderEliminarSus letras, brillantes.
Un saludo.
No hay lugar para mofas.
EliminarGracias por sus palabras, señor de la Terraza.
Nos duelen estos soldados de tiempos derrotados, tal vez porque, como usted tan magistralmente refiere, en ellos pervive la sombra de lo que fuimos.
ResponderEliminarUn placer leer sus árticulos.
Saludos
Serían muchos los que, en estas circunstancias, circularían por la Villa y Corte. A su manera, nuestro personaje era un analista de política internacional.
EliminarMuchas gracias por sus generosas palabras.
Saludos, Señor del Retablo.
ResponderEliminarParece que estoy viendo al personaje. Nos precedieron tantos, tantas veces...
Enjuto, con la vida derrotada, pero aún así, el ánimo vuelto hacia viejos tiempos de gloria. No, nada de risas.
Muchos llegaban a la Corte para que se les premiasen sus servicios y allí esperaban días y días, hasta pasar la vida.
EliminarMuchas gracias por su reflexión, doña Ana María.