MUERTE DE NUESTRA TRISTEZA
De nuestra noche candela, / de nuestras cuitas abrigo, / de nuestra virtud escuela, / de nuestras gracias espuela, / freno de nuestro enemigo, / muerte de nuestra tristeza, / vida de nuestros plazeres, / arca de nuestra riqueza, / fuerça de nuestra flaqueza, / corona de las mugeres.
("Loa a Nuestra Señora en comienço de la Istoria", en las Coplas de Vita Christi, de fray Íñigo de Mendoza, franciscano, limosnero de Reina Isabel)
¡Que hermosura de texto, todo un tesoro de la Divinidad!. La mejor candela, la bondadosa llama del corazón que ilumina desde la Tierra hacia el Cielo y éste nos la devuelve. El corazón unido al sencillo y hermoso intelecto abrigan dando la mejor de las fuerzas, la dulzura...mejor freno del enemigo imposible. Y que sea la muerte de nuestra tristeza, que quede claro, por eso hay que recordar estos textos llenos de sabiduría y amor, que dan Vida...porque Dios quiere Vida, armonía, orden, claridad, lo contrario no es ni correcto ni recto.
ResponderEliminarLa mejor riqueza sentir la Divinidad. Y por supuesto de " nuestras Gracias, espuelas", sin dudarlo.
A la Madonna María hay que agradecerle mucho. Exquisito texto, muy inspirador, Gracias por dejarlo expuesto, sabe Usted magistralmente elegir, pocas personas así hoy en día, que sepan elegir acertadamente y con tanta belleza e inteligencia.
Saludos Cordiales. Teresa.
A fray Íñigo de Mendoza corresponde el mérito. Y a usted por su reflexión, de tanta hondura y elegancia. El poema, sin perjuicio de su enérgica alegría, está escrito en un tiempo de grandes tribulaciones. Bien está poder leerlo y recordarlo cuando todo es sombrío e incierto. Ya sabe, Teresa, que en Retablo de la Vida Antigua siempre se honrará a Nuestra Señora.
EliminarSaludos cordiales también para usted.
La cara de tristeza de la Virgen es conmovedora.
ResponderEliminarPor la vestimenta el grabado corresponde, más o menos, a la cuarta década del siglo XV. Me encanta.
Un abrazo, don Ángel.
Gracias a usted por sus valiosas precisiones. La tristeza fue muy del final de la Edad Media.
ResponderEliminarOtro abrazo, doña Consuelo.