domingo, 21 de agosto de 2016

CABRERA EN LONDRES



Galdós en La campaña del Maestrazgo lo describe entre riscos y barranqueras. Azorín también lo evoca, en su "bregar afanoso y valeroso", en dicha comarca, alerta en un paisaje "áspero, luminoso, entre tomillos, cantuesos y espliegos". Desasosegado. Tramando acciones y golpes de mano, admirador de Napoleón, dado a crueldades, cortesías y actos generosos. Insensible o muy hecho al dolor ajeno y al propio, mandaba fusilar a los prisioneros sin reparo alguno. Tuvo mucho del carácter excesivo de los románticos y conoció el infierno, no a través de juegos literarios en gabinetes sino por la terrible y aleccionadora experiencia de la guerra y nada menos que en El Maestrazgo. Defensor de la Tradición y legitimista, tenía en poco las antiguas jerarquías estamentales, católico y pecador, no parecía dado a las triduos y novenas. Cuando acabó la guerra se exilió no en Austria o en Rusia sino en Inglaterra y casó bien, con Marianne Catherine Richards, una inglesa de buena casa. Vivía en Wentworth cerca de Londres. Allí fue a verle, en 1869, Carlos VII para que se sumase a la insurrección que ya tenían planeada y en ciernes. El rey carlista, de incógnito, se alojaba en Charing Cross, cerca del Strand. Cuentan que Cabrera fue áspero, expeditivo y honrado con Don Carlos: "siempre le dije que mientras no tuviese Vuestra Alteza a su lado hombres instruidos, honrados y que inspirasen confianza al partido no podría hacer nada" y con claridad le dijo "no cuente Vuestra Alteza conmigo, aunque me restablezca, mientras nuestros asuntos lleven la marcha de hoy". Conocía Cabrera las sempiternas y eternas querellas dentro del carlismo. También podía hablar como nadie de lo que son las guerras civiles y creo yo que los muertos pesarían mucho en su conciencia. Éstas son cosas  de las que saben, mejor que nadie, los militares. Y desde luego con más autoridad y conocimiento que los reyes y los políticos. Mucho le reprocharon, los que se mantenían fieles a la Causa, su decisión. No tenían razón. Cuando se ha vivido y se ha servido como lo hizo Ramón Cabrera se tiene licencia para eso y para mucho más. También le pidieron cuentas por reconocer por rey a Alfonso XII, que le visitó en Londres, y dar por bueno al régimen de la Restauración. Es posible que, cansado y dolido, viese en la vida inglesa, en su monarquía parlamentaria y sus libertades, virtudes y ventajas difíciles de discutir. Bien distinto era todo.
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* El retrato de Cabrera procede de aquí

2 comentarios:

  1. Poco podía imaginarse el Tigre del Maestrazgo, allá en sus escondrijos nómadas de la más recóndita sierra, de escaramuza en escaramuza, sorteando trampas que los liberales le tendían a cada paso, que moriría tan campante en su cama exiliada de la populosa ciudad de Londres. Nació y murió con suerte, aunque lejos de casa, como muchos otros españoles de bandos políticos extremos.
    Un saludo

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  2. Es una figura histórica que da mucho que pensar. Con aspectos terribles y, al tiempo, con cierta nobleza de fondo. Como militar debió de ser único, en la guerra de guerrillas, frente a enemigos con muchos más recursos materiales y que, también, contaban con buenos jefes, oficiales y soldados. Asimismo demostró tener sentido político cuando apoyó la Restauración.
    Un saludo, doña Carmen, y muchas gracias.

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