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Mostrando entradas de abril, 2016

PRINCESA TAN RECOGIDA Y TAN RELIGIOSA

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Escribió el padre Pedro de Rivadeneira que Arturo de Inglaterra entregó su alma a Dios, cuando frisaba los dieciséis años, por una "calentura lenta". Quedó Catalina de Aragón viuda y allí, en esas islas, volvió a casar con Enrique VIII, hermano del muerto. Rivadeneira, que vivió entre ingleses, hizo un retrato admirable -con sutilezas de jesuita- de Catalina y desentrañó, con fría precisión, las consecuencias de un matrimonio entre personas de "costumbres desemejantes". Fue Catalina de Aragón una mujer inteligente, sensata y virtuosa. Muy consciente de su dignidad real. No era para menos: sobre las espaldas de su Casa -con el recuerdo de la hermana loca y el hermano malogrado en su mocedad- se cargaba un imperio en ciernes, el vivido milagro de la España que veía morirse la Edad Media y alumbrar nuestro gran siglo XVI. Otro era el aire de Enrique VIII, descrito como "mozo brioso, dado a pasatiempos, liviandades y de las mismas criadas de la Reina tenía d...

DON QUIJOTE Y SANCHO EN LA FRONTERA

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Salió a los campos bien dispuesto con una armadura del siglo XV. Así lo asegura Martín de Riquer. La tenía allí, en su casa, olvidada. Era, quizás, de los tiempos de la Guerra de Granada, de los bisabuelos de Alonso Quijano. No dejaría de causar asombro: un hombre solo, arreado como el Doncel de Sigüenza y con una bacía de barbero en la cabeza. En La Mancha, donde nunca pasaba nada. No había sido siempre así. Esos campos fueron tierra de frontera, lugar de cabalgadas y peligros. Las soledades de El Viso del Marqués, Quintanar de la Orden y Castellar de Santiago vieron correrías y episodios de crónica y romancero. Cuando Don Quijote decide salir a la aventura lo hace movido por sus lecturas de libros de caballerías pero, también, por un llamamiento atávico e irresistible que su falta de razón no pudo o no supo refrenar. Actuó con la lógica y las inclinaciones de un hidalgo, consciente, en su nobilísima locura, de su condición y sabiéndose una rama, decaída quizás, de un árbol de r...

VARAS DE ALGUACIL

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Ilustración: BNE CC En el Antiguo Régimen buena parte de los oficios o cargos públicos se compraban, vendían, arrendaban y heredaban. Hasta se vinculaban a los mayorazgos. También se hipotecaban para obtener, en momentos de cierto apuro, dinero contante y sonante. Era una práctica que se consideraba absolutamente normal y, por supuesto, no sólo en España. Se mantuvo durante siglos y estuvo vigente hasta la desaparición del absolutismo, en las primeras décadas del XIX. Los liberales abolieron estas transacciones al considerarlas vestigios del despotismo y consecuencia de un concepto patrimonial del Estado. La Corona vendía oficios para, entre otras razones, obtener fondos. También para premiar fidelidades y conceder mercedes. Un ejemplo tardío de lo descrito tuvo lugar en Madrid, en 1814, cuando Clara Fernández, viuda de Vicente Gandulla, solicitó a la Cámara de Castilla que se le concediese a uno de sus hijos, el mayor, una vara de alguacil de la Villa y Corte*. Alegaba que su mar...

PUERTAS

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"Una puerta no es igual a otra nunca: fijaos bien. Cada una tiene una vida propia. Hablan con sus chirridos suaves o bruscos: gimen y se expresan, en las largas noches de invierno, en las casas grandes y viejas, con sacudidas y pequeñas detonaciones, cuyo sentido no comprendemos [...] No hay dos puertas iguales: respetadlas todas. Yo siento una profunda veneración por ellas; porque sabed que hay un instante en nuestra vida, un instante único, supremo, en que detrás de una puerta que vamos a abrir está nuestra felicidad o nuestro infortunio". (Azorín, Las confesiones de un pequeño filósofo , 1904). Fuente de la ilustración: aquí.