martes, 10 de febrero de 2015

CARNAVAL Y POLÍTICA EN EL MADRID DE 1637

Imaginamos a los españoles de la época de los Austrias callados, reconcentrados y temerosos de expresar sus opiniones y críticas sobre las más diversas cuestiones. No era, desde luego, un mundo en el que se reconociese la libertad de expresión y de opinión pero, a pesar de limitaciones y cautelas, la España del siglo XVII hablaba y discutía de política y religión en papeles, corrillos, púlpitos y consejos. El martes de carnaval de 1637 hubo mojiganga y  cuadrillas en las que, según los memorialistas de la época, "trayan todos sus máscaras encubriendo con ellas su borrachera". Los escribanos formaban una que llevaba un letrero que decía: "Todos los de esta cuadrilla / Son los gatos de esta villa". Es conocida la mala fama que acompañaba a los escribanos y gato es el nombre que, en los siglos XVI y XVII, se daba a los ladrones. No deja de provocar admiración que, bajo el ojo vigilante del Santo Oficio, deambulasen zascandiles vestidos de clérigos. En la mencionada mojiganga desfilaron un individuo con hábito y bonetes de teatino, varios vestidos de cardenales, repartiendo absoluciones con no poca desvergüenza y -esto produce estupefacción- un carro con "una cama de campo con un borrico en ella asistido de frailes que le ayudaban a morir y de médicos que mirando la orina la bebían, porque era vino, y brindaban a los frailes que hacía la razón". Un grupo de personajes disfrazados de caballeros de órdenes militares llevaban un letrero que decía "Éstas se venden", refiriéndose a las frecuentes y discutidas concesiones de hábitos a cambio de dinero o favores. Las críticas a la Real Hacienda está representada por un participante que, "vestido de pieles de carnero, el pelo adentro", llevaba un letrero que decía "Sisas, alcabalas y papel sellado/ Me tienen desollado". Las sisas encarecían los productos de primera necesidad para financiar los servicios de millones y las alcabalas gravaban las compras y las ventas. Además, desde enero de 1637, la obligatoriedad de utilizar papel sellado para escrituras y otros documentos oficiales levantó fuertes polémicas y, al parecer, la Corona no estaba para tolerar bromas ante esta nueva fuente de recursos, así, en unos avisos*, se menciona a un hombre que se hizo un traje de papel sellado  "y no se atrevió a salir...por parecer demasiado".

*Editados por A. Rodríguez Villa, La Corte y la Monarquía de España, en los años de 1636 y 1637, II, 1886.


8 comentarios:

  1. Los españoles iempre hemos sido dados a sacar chascarrillos de esto y de lo otro, a inventar coplas y a frecuentar corrillos y "mentideros". Solo que en aquella época había que tener cuidado delante de quién contabas esto o lo otro, porque te podían hacer una visita poco agradable. Por ejercer la libertad de expresión, Quevedo acabó mal.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  2. El pueblo, como el agua, siempre busca caminos para mostrarse.Los carnavales son una oportunidad para demostrar el descontento. Bien escondidos tras los disfraces y en grupo, la crítica a los "mandamases" resultaba menos peligrosa.

    Saludos

    ResponderEliminar
  3. Se celebraba don Carnal con frenesí porque doña Cuaresma estaba a la vuelta de la esquina. De estos personajes se hablaba en la Edad Media, así que qué no sería en siglos posteriores (hasta el advenimiento de la moral victoriana, claro).
    Un saludo

    ResponderEliminar
  4. Tiene razón, don Cayetano, pero no deja de ser sorprendente que en pleno siglo XVII se permitiesen tales licencias hacia el Clero, la nobleza y la política fiscal de la Corona.

    Saludos.

    ResponderEliminar
  5. Era, sin duda, una vía de escape muy acotada pero, sin embargo, muy real. Esas críticas habrían sido perseguidas sin cuartel en cualquier estado totalitario de estos tiempos.

    Saludos, doña Ambar.

    ResponderEliminar
  6. El pasado medieval, e incluso roano,parece probado. Ademas, creo que la represión sistemática dirigida hacia toda crítica al poder es más propia del espanto del siglo XX. ¿No le parece?.

    Saludos, doña Carmen

    ResponderEliminar
  7. La libertad de expresión, pues los usos limitaban mucho, y la inquisición también, no era la de ahora, pero no sólo estas fechas eran propicias a la crítica. Los mentideros propalaban sospechas ciertas o fantásticas, de todo tipo. El famoso soneto de Góngora sobre el asesinato del Conde de Villamediana, y su impulso real, es claro ejemplo.
    Es difícil, por mucho que se intente, mantener las bocas cerradas y durante mucho tiempo, y aquellos tiempos del barroco no eran excepción.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  8. Creo, señor DLT. que los españoles eran muy dados a hablar de política y de los males que afectaban a la Monarquía. No era,, desde luego, una circunstancia comparable a las sociedades abiertas y democráticas, pero también es cierto que hay que matizar mucho en lo relativo a la práctica del absolutismo.

    Saludos.

    ResponderEliminar