UN POEMA MACABRO DE GABRIEL Y GALÁN
QUÉ TENDRÁ?
Qué tendrá la hija
del sepulturero
que con asco la miran los mozos,
que las mozas la miran con miedo?
Cuando llega el domingo a la plaza
y está el bailoteo
como el sol de alegre,
vivo como el fuego,
no parece sino que una nube
se atraviesa delante del cielo;
no parece sino que se anuncia
que se acerca, que pasa un entierro...
Una ola de opacos rumores
sustituye al febril charloteo,
se cambian miradas
que expresan recelos,
el ritmo del baile
se torna más lento
y hasta los repiques
alegres y secos
de las castañuelas
callan un momento...
Un momento no más dura todo;
mas ¿que será aquello
que hasta falsas notas da la gaita
por hacer un gesto
con sus gruesos labios
el tamborilero?.
No hay memoria de amores manchados
porque nunca, a pesar de ser bellos,
<<buenos ojos tienes>>
le ha dicho un mancebo.
Y ella sigue desdenes rumiando,
y ella sigue rumiando desprecios,
pero siempre acercándose a todos,
siempre sonriendo,
presentándose en fiestas y bailes
y estrenando más ricos pañuelos...
¿Qué tendrá la hija
del sepulturero?
... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...
Me lo dijo un mozo:
<<¿Ve usted esos pañuelos?
Pues se cuenta que son de otras mozas...
¡de otras mozas que están ya pudriendo!...>>
Y es verdad que paece que güelen,
que güelen a muerto...
( José María Gabriel y Galán, Nuevas Castellanas, 1905)
Uno de lo los problemas que tienen las localidades pequeñas y que todo el mundo se conozca. El que dirán era muy importante en aquellos tiempos. No creo que a ninguna madre le hubiera gustado ser la suegra de la hija del sepulturero.
ResponderEliminarEl poema da para mucho.Es tenebroso, cruel y hasta, es posible, que todo eso de los pañuelos de difuntas fuese infundado.
ResponderEliminarMis saludos, don Cayetano.
Si que es macabro el poema.Me produce pena la hija del sepulturero, ella no tiene la culpa de la profesión del padre pero, se ve marcada por ella. Me pregunto si los hijos de todos los políticos ladrones que inundan los medios de comunicación cada día sufrirán también el rechazo social que producen sus padres.
ResponderEliminarSaludos
Seguro que esta muchacha, en una ciudad grande, en una ciudad extraña, no era mirada con tales ojos, pero el cotilleo de los pueblos hace la vida imposible a ciertas personas gracias a las murmuraciones.
ResponderEliminarGrande Gabriel y Galán.
Un saludo
La hija del sepulturero lo pasaba pero que muy mal. El poema aporta, bien leído, una enorme cantidad de datos sobre la vida de los pueblos de hace cien años: folklore, lo del "cuando el río suena, agua lleva", el "piensa mal y acertarás", prejuicios, oficios malditos, la obligada exclusión de ciertas personas y el gusto por lo macabro hasta lo morboso. Dios quiera que los hijos nunca tengan que padecer las iniquidades y desatinos de los padres.
ResponderEliminarMis saludos, doña Ambar.
No me cabe la menor duda, doña Carmen, La composición de Gabriel y Galán prueba que la vida aldeana podía ser terrible. El autor es, sin embargo, bastante duro y sólo expresa algún destello de piedad hacia la hija del sepulturero.
ResponderEliminarMis saludos.
Qué grande Gabriel y Galán. Y que no se le considere uno de nuestros grandes. Con su dominio del verso, del idioma, del momento, del alma... Mi vaquerillo, qué ritmo... El embargo, qué sentimiento. Idioma, alma, ritmo, verso: música y poesía.
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