DORMIR Y SER SANTO
San Juan de Ávila escribía en una carta: "jueves y viernes es bien dormir en alguna tabla" por acompañar al Señor "que padesció en aquellos días". Defendía, sin embargo, la conveniencia de dormir una siesta para recuperar fuerzas y estar en condiciones de afrontar trabajos.También es muy valiosa la recomendación de santa Teresa de Jesús a su hermano, don Lorenzo de Cepeda, en febrero de 1577: "en el dormir vuestra merced, digo, y aun mando, que no sean menos de seis horas. Mire que es menester los que hemos ya edad llevar estos cuerpos para que no derruequen el espíritu que es terrible trabajo" y, más adelante, indicaba, por si tenía algún escrúpulo: "No piense le hace Dios poca merced en dormir tan bien que sepa es muy grande; y torno a decir que no procure que se le quite el sueño, que ya no es tiempo de eso". No eran de la misma opinión otros religiosos y devotos de vida ascética que, como penitencia, eran dados a velar o a postrarse sobre cascotes y mortificantes lechos. Era el caso de sor Martina de los Ángeles y Arilla (1573-1638) que pasaba sus noches, antes de abrazar los hábitos, en plena juventud, en " unas tablas sembradas de cascos de texas y una piedra por almohada". Decía su hagiógrafo: "con que el sueño, que se hizo para el descanso, lo tenía esta Niña penitente por su mayor tormento; pues todos los días amanecía herido, y descalabrado su delicado cuerpo". Años después, al profesar como dominica, abandonó cualquier tipo de cama, en especial cuando servía en la enfermería, y daba cabezadas, tendida en una estera sobre el suelo. Contrasta tal conducta con la actitud, más humana y realista, de santa Teresa y de san Juan de Ávila. Sabían de lo que hablaban. Fundar y predicar eran obligaciones que exigían correr muchas leguas, andar por los caminos y ser conscientes de la necesidad de restaurar los cuerpos. Aunque fuese en los insufribles jergones de alguna mala posada.
Magnífico lo que nos traes hoy, aunque esa niña penitente me va a quitar el sueño, sobre todo porque voy a tener que buscarle la vida, y es que esto de padecer un TOC es lo que tiene.
ResponderEliminarSaludos.
Parecen más sensatas las recomendaciones de santa Teresa y de san Juan de Ávila. En los enlaces de la entrada puedes consultar la referencia bibliográfica sobre la monja que dormía -muy mal- sobre cascotes.
EliminarMe alegro de poder saludarle de nuevo, señor de Dissortat.
No ha nacido servidora para tales sacrificios, me temo.
ResponderEliminarUn afectuoso saludo de una que llega de sus vacaciones bien descansada y bien dormida,
Tampoco yo, doña Carmen, que de querer ser santo tendría uno que buscar otros caminos.
EliminarMuchas gracias y mis saludos.
Más valía descansar para predicar con más energías como decía Santa Teresa, aunque vemos que muchos españoles de la época eran muy dados a los tormentos incluso durante el sueño. Muy interesante esta entrada.
ResponderEliminarUn saludo
En la monja del lecho de tejas y cantos rodados hay cierta tendencia al exceso muy siglo XVII. La exageración barroca también se daba en este àmbito.
EliminarSaludos cordiales, Carolus Rex.
No conozco a nadie que duerma mal y este de buen humor por la mañana, si sor Martina lo estaba seria sin duda una excepción. Cela decía que la siesta debe ser de " pijama y orinal". yo me quedo con santa Teresa, seis horas de sueño nocturno y reparador me parece lo perfecto.
ResponderEliminarSiempre interesante lo que escribes. Saludos
San Juan de Ávila, hombre muy conocedor de la naturaleza de las cosas, habría aconsejado a sor Martina seguir el honesto reposo de la siesta para servir mejor y, como usted muy bien indica, con buen humor a Dios.
EliminarMuchas gracias por sus palabras, doña Ambar.
No debe estar reñida la profesión con el descanso, que levantarse descalabrado y lleno de dolores no ayuda en la labor.
ResponderEliminarUn saludo.
Gracias, Retablo, por la indicación, y por el recibimiento.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con usted, don Cayetano. Santa Teresa y san Juan de Ávila creo que también.
ResponderEliminarMis más cordiales saludos.
Gracias a usted, señor de Dissortat
ResponderEliminarYo creo que santa Teresa se daba cuenta de que lo que hizo grande el sacrificio de Cristo no fue tanto el dolor que padeció como el amor que lo llevó a padecerlo. Y por eso la santa prefería los sacrificios que nacían del amor a los demás. Reciba mi abrazo y mi aprecio.
ResponderEliminarEs precisamente eso. No se puede expresar mejor y cualquier palabra que yo pueda añadir estará de más.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, don Jesús.
Veo que aquellas disciplinas, tan propias de la vida antigua y no tan antigua, tenían sus cualificados detractores. Y con razón.
ResponderEliminarSaludos.
Los santos cristianos bien podían comulgar en sus hábitos con los faquires de la India.
ResponderEliminarUn saludo
Y detractores muy ilustres, como usted ha podido comprobar.
ResponderEliminarMis saludos, señor DLT
Cierto es. Todos los ascetismos se parecen, en cierto modo, aunque estaremos de acuerdo, doña Carmen, en que los faquires ganan en penalidades y rigores.
ResponderEliminarMis saludos-