CALDEREROS FRANCESES
No era infrecuente la presencia de franceses en la España de los siglos XVII y XVIII. Se dedicaban a tareas modestas. Eran cuchilleros,chocolateros, merceros, aguadores y caldereros. Tampoco faltaban entre ellos pequeños comerciantes y vendedores ambulantes. Fueron criticados con aspereza por los arbitristas. Decían que intercambiaban baratijas por moneda de buena ley que, llegado el momento, se llevaban a Francia para perjuicio de la economía española. Si bien la moneda de plata apenas circulaba, difícilmente se puede culpar de tal hecho a los negocios de los franceses. Todos querían atesorarla, españoles y no españoles, guardarla a buen recaudo y pagar con un vellón depreciado y resellado. En el Entremés de los caldereros de Francisco de Castro (1672-1713) aparecen dos franceses, dados al galanteo y ahorradores. Uno, llamado Pierres, había reunido seiscientos doblones y otro, Gerardo, doscientos patacones o monedas de plata de una onza. En la obrilla se desarrolla un enredo, no carente de crueldad, en el que los franceses son engañados y desvalijados. Todo por haber cogido, uno de ellos, la mano a una doncella: "cogiendome descuidada, / llegó á tomarme una mano, / y me dixo: per manfué / que sois madama de garvo." No era un asunto menor "que un calderero se atreva / á tocar mi blanca mano", decía la joven. Temía, por lo demás, que se enterase su hermano -chapado a la antigua- y, como si tal cosa, echase mano a la espada, o a la carabina, y matase a los caldereros. Gracias a Dios el irritable hermano estaba de viaje y los deudos de la doncella, menos rigurosos, decidieron evitar tragedias. Se vengarían, eso sí, pero dejando sin un cuarto a los franceses. Para conseguir sus planes representaron, en una mascarada macabra, la aparición de un alma en pena, vela en la mano, debidamente amortajada, que exigía a los franceses ciertos pagos con no muy buenos modos. Los caldereros pasaban un miedo atroz ante el enviado del Purgatorio. Decían, para regocijo de un público castizo y escasamente francófilo : "E qui oigo? qui me meo / E qui oigo? qui me cagu". Se expresaban en una mezcla de francés, español, portugués e italiano, un tanto disparatada, que acrecentaba la comicidad del lance. Decían finezas tales como: "O españula de mis ocos! / O españula por ti mueru!". Parece de Mérimée. Considere el lector que eran tiempos de guerra entre España y Francia.
Aparte de ser tiempos de guerra entre los países vecinos y de la osadía de tomar la mano a la bella moza por parte de un calderero "gabacho", también concurría otra circunstancia y es que en la España de aquellos tiempos había oficios manuales mal vistos o considerados de gente de baja estofa: calderero, esquilador, tabernero, carnicero, tonelero... Aquí muchos aspiraban a la hidalguía y a no trabajar con las manos. Por lo tanto, que un calderero y además extranjero osase acercarse a una doncella... no debió agradar demasiado.
ResponderEliminarUn saludo.
Todo habría que tenerlo en cuenta. Además, el carácter ambulante de los caldereros contribuía a considerarlos como tipos casi marginales.
EliminarSaludos y gracias, don Cayetano.
Los franceses fueron, durante el siglo XVII, una de las comunidades extrajeras más abundantes en España, con gran presencia en Aragón, Vascongadas, Navarra y Cataluña. Realizaban, como decías, labores que los españoles no querían hacer y, como consecuencia de las numerosas guerras contra Francia en aquel siglo, fueron blanco de críticas y ataques de la población autóctona, así como de embargos por parte de la Corona.
ResponderEliminarUn saludo
Hubo, después, otra oleada migratoria, a partir de la Revolución Francesa. Eran, en muchos casos, comerciantes acomodados. Algunos también fueron objeto de represalias durante la invasión napoleónica.
EliminarSaludos y gracias, Carolus Rex.
Desde luego, hay en esos lances que explica hoy buen material para escribir un sainete -o varios-.
ResponderEliminarSaludos
Era el humor popular y un tanto bárbaro, a veces. La obrilla, en su brevedad, es muy expresiva.
EliminarSaludos y gracias, doña Amaltea.
Los que andaban por los andurriales bejaranos se dedicaban al textil, claro, como los flamencos, holandeses e ingleses que se trasladaron aquí por obra y gracia de los duques a enseñarnos el arte de los paños finos.
ResponderEliminarUn saludo
Béjar era verdaderamente cosmopolita. Incluso en ciudades menos relacionadas con los negocios, como Jaén no faltaban, además de franceses, genoveses, portugueses y malteses. No eran sociedades tan cerradas como a veces se piensa.
ResponderEliminarSaludos, doña Carmen, y gracias
El aprecio y consideración entre los españoles y nuestros vecinos del Norte ha oscilado a lo largo del tiempo entre la admiración y el odio, según los avatares de la historia.
ResponderEliminarUn saludo.
No tenían demasiados remilgos en ridiculizarse unos a otros. Y, por supuesto, circulaban alegremente los más variados tópicos sobre la gente de las distintas naciones.
ResponderEliminarSaludos y gracias, señor DLT