Va de tauromaquia en la Restauración. El 26 de enero de 1878, en una de las dos funciones reales celebradas en Madrid, con motivo del casamiento de Alfonso XII con Doña María de las Mercedes de Orleans, el toro
Milagroso, de Puente y López, antes de Aleas, acometió a las tres filas de alabarderos
situados bajo el palco real. Éstos se defendieron de la res que lejos de huir al sentir los pinchazos "siguió metiendo la cabeza y aguantando lanzazos hasta que logró arrinconarlos", según refiere Leopoldo Vázquez. El cronista
Paco Media-Luna en
El toreo, correspondiente al día 27 de enero de 1878, dejó escrito que los alabarderos no abandonaron su puesto y lucharon "a brazo partido" aunque, por su parte,
Milagroso hizo trizas sus alabardas y uniformes. No hubo mayores desgracias gracias al torero Felipe García que coleó, con valor y conocimiento, al toro. Previamente, según la citada publicación, otro toro de la ganadería de don Antonio Hernández, vecino de Madrid, derribó a un alguacil a caballo. Jinete y montura cayeron sobre unos desbarajustados alabarderos, siendo cosa de milagro que el corchete no quedase tristemente ensartado por las moharras. Después el mismo toro derribó y pisoteó a un poco afortunado caballero en plaza llamado don José de Laguardia. Consta que, muy quebrantado,"fue conducido en brazos de los pajes y oficiales de la Guardia Real a la enfermería".
Esos toros debían de ser algo poco común, desde luego. Entre todos no podían con ellos. Debían de comer algo diferente a lo que les dan ahora.
ResponderEliminarMuchas gracias y feliz fin de semana.
Bisous
Así es, casta era lo que tenían aquellos astados, y no les iban a la zaga los alabarderos. Disfruto mucho con sus artículos toreros. Un saludo.
ResponderEliminarSiempre han tenido fama de "malos bichos" esos toros madrileños, como dice el dicho: "a los toros de Aleas ni los veas".
ResponderEliminarUn saludo.
Eran toros más difíciles e imprevisibles que los de las ganaderías que normalmente le lidian en estos tiempos. Su alimentación era normalmente hierba y algún refuerzo de habas secas o garbanzos.
ResponderEliminarMis saludos Dame Masquée.
Eran verdaderas fieras y debían de ser auténticas alimañas en el ruedo.Los festejos taurinos de esa época eran puro derroche de adrenalina.
ResponderEliminarSaludos y gracias otra vez señor DLT.
Expresivo refrán.No hace falta decir más don Eduardo.
ResponderEliminarSaludos.
Parece que el toro en cuestión tenía malas pulgas además de una fuerza colosal. Un milagro que la cosa no fuera a mayores.
ResponderEliminarUn saludo.
¡Caramba! la crónica de hoy rescata un vocabulario que apenas se usa, claro que tampoco las moharras se llevan todos los días.
ResponderEliminarEn cuanto a los alabarderos, en mi casa, siempre se decía de alquien poco agraciado que era más feo que un albardero turco.
Milagroso resultaba no ser atropellado por la criatura del mismo nombre.
Saludos.
Las descripciones del festejo son además muy expresivas. Hay cierta alegría de vivir, sin perjuicio de las sombras que existían también,en el Madrid de la Restauración.
ResponderEliminarSaludos don Cayetano.
Es un dicho cuyo origen parece remontarse cuatrocientos años atrás. El alabardero es una figura muy unida al ceremonial de la Monarquía.
ResponderEliminarSaludos doña Amaltea.
¡Vaya bravura! Lo raro es que no hubiese habido ninguna desgracia.
ResponderEliminarUn saludo.
No imagino la escena en la actualidad, atacando el toro a los geo, por ejemplo. ¿Utilizarían los guardias sus sables de gala? Porque no creo que echaran mano de la pistola...
ResponderEliminarSaludos
Don José de la Guardia, un tanto maltrecho por el toro Milagroso, no pensaría igual.
ResponderEliminarSaludos señor de Valverde.
Casos de toros derribados a tiros se han dado desde Felipe IV y, en situaciones de emergencia, hasta en el siglo XX.
ResponderEliminarSaludos doña Carmen.