EL TORMENTO
En el Antiguo Régimen el tormento formaba parte del proceso penal. Su objetivo era conseguir, por medios cruentos, la confesión de la autoría de un delito. El "tormento en cabeza ajena", se aplicaba en ocasiones a los condenados a muerte cuando estaban en capilla. Se buscaba presionar, en circunstancias ya extremas,que al reo para que delatase a sus cómplices. En las pesquisas se sometía a tormento no sólo a los sospechosos, muchas veces considerados como tales a partir de leves indicios, sino también a los testigos. Esto explica que se considerase muy arriesgado colaborar con la Justicia. Afirmaba Francisco Tomás y Valiente que con estos métodos se buscaba más la confesión que el esclarecimiento de la verdad. El medio más usado, hasta el siglo XVIII, fue el potro. En otras ocasiones se recurría a los azotes, a la garrucha o al fuego. No era,sin embargo, lo más frecuente. Hasta las Cortes de Castilla protestaron, a finales del siglo XVI, contra la introducción de novedades al respecto. Ya era suficiente, pensaban los procuradores, con los cordeles y garrotes que retorcían los brazos y las piernas de los reos. Al no existir igualdad ante la ley no podían ser sometidos a tormento los nobles, dignidades, doctores, consejeros reales, regidores, jueces, abogados, militares, menores de catorce años, embarazadas y los ancianos con más de sesenta años, edad en la que se entraba en la decrepitud. Estas exenciones no se reconocían en los procesos por delitos de lesa Majestad, divina o humana. Es lo que le ocurrió al duque de Híjar que no se libró de la mano del verdugo al ser acusado de conspirar contra Felipe IV. Durante el siglo XVIII la aplicación del tormento cayó, poco a poco, en desuso. Cambiaban las mentalidades y la influencia de Beccaria fue decisiva. Juristas de renombre como Lardizábal, Sempere y Guarinos, Jovellanos y Meléndez Valdés rechazaron que se pusiese en el potro a los procesados. Los propios jueces, que debían estar presentes, acompañados de un escribano, cuando el verdugo se ponía manos a la obra, eran reacios a ordenar tales procedimientos. Cita Tomás y Valiente un caso de 1797, dado en la Sala del Crimen de la Audiencia de Galicia, cuando se acordó atormentar a un acusado y no se encontró ningún magistrado que quisiese presenciar dicha diligencia. Cuando los liberales en las Cortes de Cádiz propugnaron, y consiguieron, la abolición de la tortura judicial ésta pertenecía ya al pasado aunque todavía existía legalmente. Si se tenía la costumbre, todavía, de tener a ciertos presos encadenados y con grilletes. Eran los llamados apremios, igualmente rechazados por los liberales.
Sobre esta cuestión es fundamental La tortura en España de Francisco Tomás y Valiente, ( Madrid 1973).
Sobre esta cuestión es fundamental La tortura en España de Francisco Tomás y Valiente, ( Madrid 1973).
Todavía hoy se utiliza este método tan "poco cristiano", solo que ahora se le llama "presión física moderada".
ResponderEliminarUn saludo.
La gran diferencia es que tales prácticas no son legales y por tanto, en este caso, punibles.
ResponderEliminarSaludos don Cayetano.
Terribles métodos todos ellos para conseguir una confesión aunque esta no fuese verdad. Humillante debió ser la del Duque de Híjar, un Grande como él sometido a suplicio como un vulgar plebeyo, pero el delito de Lesa Majestad era de capital gravedad...el Marqués de Heliche en cambio, se libró de él al intentar atentar contra la vida del Rey en el Buen Retiro, siendo simplemente obligado a exiliarse de la Corte.
ResponderEliminarUn regio saludo.
Terribles aquellos tiempos. También a Rodrigo Calderón, ajusticiado en la plaza Mayor de Madrid, se le sometió a torturas físicas. Además de la tortura que supuso un largo periplo de prisión en prisión, la confiscación de sus bienes y continuos interrogatorios, Olivares, gran enemigo suyo, como lo era del duque de Lerma, instó a seguirlos bajo la presión de la tortura en potro. Hay que hacer un gran esfuerzo para comprender la relativa naturalidad de aquellas formas en la vida antigua. Intesesante, como es norma en sus artículos. Un saludo.
ResponderEliminarAfortunadamente, ilustrados y liberales acabaron con lo que antes era, simplemente, normal.
ResponderEliminarGracias, como siempre, y un cordial saludo.
Recuerdo aquello de "escarmentar en cabeza ajena". Magnífica entrada.
ResponderEliminarUn cordial saludo.
Fue una atrocidad espantosa.Significó un paso gigantesco la eliminación de los tribunales que recurrían a las ordalías y los tormentos para obtener confesiones de lso pobres desgraciados sometidos a tortura. Hay un libro imprescindible para conocer de primera mano la actuación de la abominable justicia que estuvo vigente hasta hace apenas tres siglos, lo escribió el yerno de Beccaria (un reformador de la justicia penal), el libro de obligada lectura para quienes tengan por oficio la ley, y para ls otros también, se titula, La historia de la columna infame, del escritor de Alexandro Manzonni.
ResponderEliminarCreo que la tortura todavía se aplica, no con azotes o en el potro, pero con métodos más sutiles. En España en la época franquista se utilizaba "la bañera", la aplicación de corrientes... Sí es verdad que se darán casos aislados que ni se parecen a los mencionados en esta entrada, que me ha parecido espléndida.
ResponderEliminarUn saludo.
Se mezclaba la razón de Estado con la voluntad del Monarca.
ResponderEliminarSaludos Carolus II.
La caída de Rodrigo Calderón se vivió como una verdadera señal del cambio de los tiempos. Fueron días decisivos en la Monarquía de España.
ResponderEliminarMuchas gracias por sus palabras señor DLT.
Afortunadamente,en efecto. Al liberalismo le debemos mucho aunque no todos lo quieran reconocer.
ResponderEliminarMis saludos don Francisco.
Es una forma muy clara de nombrar a ese tipo de diligencia. Es llamar a las cosas por su nombre.
ResponderEliminarMuchas gracias por su elogioso comentario don José Miguel.
He leído la obra de Beccaria pero no la que usted refiere. La tendré en cuenta. Por otra parte el sistema vigente hasta el XIX era, además de cruel, poco o nada eficiente para conocer la verdad de los hechos.
ResponderEliminarMis saludos doña Amaltea.
Así es señor de Valverde. Pero situar fuera de la ley y deslegitimar tales prácticas constituyó un avance indiscutible. En el asunto que nos ocupa, lo que ahora es excepcional y siempre delictivo en los estados de derecho era en los sistemas despóticos admitido y amparado por las leyes. No es poca la diferencia.
ResponderEliminarMuchas gracias por sus palabras.
LLevas razón: en los tiempos de nuestra edad moderna, con el potro y otros artilugios tan sibilinos, lo que se perseguía era más la confesión (por cansancio y por dolor), que saber la verdad, esta importaba menos. De eso sabe mucho nuestra santa madre Inquisición. Que tenga muy buena semana, Retablo.
ResponderEliminarCuando a uno le aplicaban el tormento cantaba hasta La Traviata, se acusaba de la muerte de Lincoln, de Kennedy o hasta de Manolete, como bien decía mi padre. Ahora se estilan los tormentos físicos (en Guantánamo) o psicológicos (más frecuentes).
ResponderEliminarSaludos
Casi siempre se recuerda al Santo Oficio en estos casos pero,tales prácticas, estaban extendidas por países católicos y protestantes y,por supuesto, no sólo en Europa.
ResponderEliminarSaludos señor Hidalgo y muchas gracias.
A pesar de todo había gente que aguantaba y salía del atolladero procesal.
ResponderEliminarSaludos doña Carmen.