BIGOTES RETORCIDOS
Retorcerse el bigote fue costumbre muy extendida en todos los estamentos de la España del siglo XVII, en especial entre elegantes, soldados y jaques. En la vida de Estebanillo González aparece un valiente "cuyos mostachos unas veces le servían de daga de ganchos, y otras de puntales de los ojos, y siempre de esponjas de vino". Junto a tales prendas se indica que no cesaba de "echar tacos y por vidas", rasgo que quedará demostrado líneas adelante. Mandó el matasiete a Estebanillo "muy a lo crudo" y llamándole "señor chulo" que le alzase los bigotes. En lenguaje de germanía, chulo era lo mismo que muchacho o mozo. Pero sigamos con el arte de la barbería. Puso el pícaro, que era aprendiz pero no oficial como, no sin atrevida jactancia, le dijo al cliente, unos hierros a calentar para la tarea pero se le fue la mano en la temperatura, los debió de poner al rojo, y al aplicarlos a los adornos capilares del jaque se levantó una terrible humareda y se pudo oír "un sonoroso chirriar" y percibir "un olor de pie de puerco chamuscado". El valiente reaccionó como era de esperar y con desgarro sin tasa dijo: "¡Hijo de cien cabrones y de cien mil putas!. ¿Piensas que soy san Lorenzo que me quieres quemar vivo?". Estebanillo, vistas las cosas, consideró que lo más prudente era escapar, rápido, todavía con el hierro caliente en la mano y, colgando de éste, un bigote tan descomunal "que podía servir de cerdamen de hisopo y anegar con él una iglesia al primer asperges".
Harto graciosa semblanza, empenechada, y bigotuda.
ResponderEliminarCordiales saludos.
La verdad es que no sé que especial ungüento se darían para mantener los bigotes en tal especial posición.
ResponderEliminarUn saludo.
Supongo que los regios mostachos que nos muestra nunca fueron maltratados por pícaro inexperto, aunque de haberlo sido, conocidas las incursiones por los bajos fondos del soberano, no hubiera sido improbable oírle castizas palabras de desahogo como los del cliente de Estebanillo. Un placer leerle como siempre. Saludos.
ResponderEliminarMe alegra que le haya gustado. Y el enojo del jaque es muy gracioso y expresivo.
ResponderEliminarSaludos don José Miguel.
Se los engomaban y al irse a dormir los cubrían con bigoteras.
ResponderEliminarSaludos don Eduardo.
Desde luego señor DLT. Tuvo que conocer Don Felipe gente así en su ajetreada vida nocturna.
ResponderEliminarSaludos.
Una anécdota que huele a chamusquina.
ResponderEliminarUn saludo.
Muchas gracias por esta entrada, realmente divertida. Ya pensaba retorcerme mis bigotes, cuando ha contado el episodio del hierro candente... Y he decidido dejarlos como están, moviéndose todavía de la risa.
ResponderEliminarUn afectuoso saludo.
Las guías hacia arriba dan una imagen de gente de "malas pulgas", como esa foto prusiana del Kaiser Wilhem II.
ResponderEliminarY luego está el tema del hierro al rojo... Una moda de riesgo como hoy el piercing.
Saludos y feliz año.
Lo del olor a pie de puerco chamuscado, como si fuese en un grill, es muy expresivo.
ResponderEliminarSaludos señor de Valverde.
Yo también me cuestionaría acometer tal adorno de mi persona. Antes optaría por uno postizo.
ResponderEliminarMe alegro que le haya parecido graciosa la entrada, don Francisco.
Mis saludos.
Es verdad. Además los bigotes con puntas levantadas se asocian a los villanos demás malvados de los folletines. Su apreciación sobre la "moda de riesgo" me parece muy ingeniosa.
ResponderEliminarSaludos don Cayetano.
Hasta me parece muy prudente el desmochado. Alzar lo bigotes con la ayuda del hierro candente debió de ocasionar muchos disgustos y no pocas maldiciones. Ese bigote y la mandibula prognática es talmente como la que pintó Velázquez en el retrato de Felipe IV. Y ni con el bigote alzado tenía buen aspecto el sir.
ResponderEliminarUn abrazo
Rasgos característicos de los grandes señores de aquella época, como aquellos de Felipe IV que pone en la imagen.
ResponderEliminarUn saludo.
No niegue, doña Amaltea, que SM era elegante. Aunque retratado por Velázquez hasta los bufones parecen gentilhombres.
ResponderEliminarY en todos los ámbitos de una sociedad ahidalgada.
ResponderEliminarSaludos.