GUANTES DEL SIGLO XVII
No eran los guantes prenda rústica. Había que saber llevarlos, con gracia y cortesía. Recuerda Baltasar Porreño un hecho de Felipe II: "Entró a hablar a Su Magestad un Caballero, y hizo su razonamiento con un guante calzado en la mano; oyóle el Prudente Rey, y le dixo: Quitaos el guante, y venidme a hablar mañana". No podía sufrir Don Felipe, al que Dios tenga en su Gloria, tales llanezas. Y tenía razón.
Veamos los precios de distintos tipos de guantes por los años en que se ganó Breda: los de cabritilla de Valencia, aderezados con almizcle costaban unos tres reales. Los blancos adobados con jazmín, dos reales y medio. Si llevaban cintas éstas se pagaban aparte. Más o menos lo que un jornal. Para aderezar los guantes se vendían unos polvillos de ámbar, almizcle, algalia y aguas de olores "fundados sobre flores", a diez reales la onza y a 26 maravedíes el adarme.
Veamos los precios de distintos tipos de guantes por los años en que se ganó Breda: los de cabritilla de Valencia, aderezados con almizcle costaban unos tres reales. Los blancos adobados con jazmín, dos reales y medio. Si llevaban cintas éstas se pagaban aparte. Más o menos lo que un jornal. Para aderezar los guantes se vendían unos polvillos de ámbar, almizcle, algalia y aguas de olores "fundados sobre flores", a diez reales la onza y a 26 maravedíes el adarme.
Si hay algo que me gusta especialmente de su blog es el buen gusto con el que plantea sus entradas. Una vez más he disfrutado mucho. La próxima lectura en mi blog tiene mucho que ver con lo que usted nos comenta hoy.
ResponderEliminarUna vez más muchas gracias.
¡Usted si que tiene un excelente blog!. Espero con impaciencia su nueva entrada.
ResponderEliminarGracias y mis saludos.
Pues sí que era quisquilloso Don Felipe! Y muy caro me parece ese aderezo de guantes. Lógico que no estuviesen al alcance de todos.
ResponderEliminarBuenas noches
Bisous
Entonces los guantes en ese tiempo eran un accesorio de que denotaba distinción y buen gusto.
ResponderEliminarSu blog me resulta muy interesante. Espero poder pasar a menudo.
Saludos.
No conocía la importancia de los guantes, saber quitárselos en el momento oportuno y por supuesto el precio, aunque ya imagino que estaban al alcance de pocos.
ResponderEliminarUn saludo.
¿Qué pensarían de nuestros toscos guantes de lana que cubren nuestras manos en invierno para protejerlas del frío? No me quiero imaginar a Felipe II contemplándolos..., :D
ResponderEliminarUn saludo!
Es cierto, costaba la mixtura un verdadero capital. Respecto a Felipe II es evidente que no admitía confianzas ni compadreos.
ResponderEliminarMuchas gracias por su visita Dame Masquée y saludos.
Muchas gracias doña Karla. Sea usted bienvenida.
ResponderEliminarMis saludos.
Es interesante ver que todo tiene su ritual. Y más ante un rey como Felipe II. Ante un personaje así, que rezumaba realeza, nada podía dejarse a la espontaneidad.
ResponderEliminarMuchas gracias señor de Valverde, y sea usted bienvenido a estos pagos.
Saludos.
Es muy ingenioso su pensamiento doña C.G. Imaginemos, además, la reacción del Rey Prudente ante unas manoplillas con renos, borlas y motivos navideños.
ResponderEliminarReciba usted mis saludos.
Interesante lo que cuenta. Y preciosa la esquina de cuadro con la mano enguantada sujetando otro guante. Todo elegante, como siempre.
ResponderEliminar...y no olvidemos, su utilidad a la hora de retar a un rival impertinente.
ResponderEliminarUn saludo cordial.
Protocolo, protocolo, si no se tiene con un rey ¿con quién entonces?.
ResponderEliminarSaludos.
Hay ciertas cosas que un monarca con clase no podía permitir. Los guantes, como otros abalorios, eran signos de distinción, de ahí su precio. Excelentes detalles que realzan un blog exquisito. Saludos cordiales.
ResponderEliminarMi padre me enseñó que, al entrar en la iglesia en los duros días de invierno serrano que tenemos por aquí, era correcto por respeto quitarse los guantes y, vista esta entrada, tenía razón.
ResponderEliminarSaludos
En el gesto de la mano con el guante hay toda una lección de cortesía. Es verdad lo que usted dice.
ResponderEliminarMuchas gracias por su generosidad doña Aurora.
Desde luego, señor de la Terraza. Es otra manera de expresarse con el uso de un guante.
ResponderEliminarSaludos y muchas gracias.
Pues claro que sí, don Eduardo. Coincido con usted. Al Rey se le debía este homenaje. Y hay un rasgo incluso igualitario en estas exigencias pues estaban obligados a ellas nobles y llanos.
ResponderEliminarSaludos y muchas gracias.
Bien lo sabe usted, como historiador del Arte, señor Hidalgo. La cortesía es también una creación de la civilización como una pintura de Velázquez o un palacio renacentista.
ResponderEliminarSaludos. Y muchas gracias.
Su padre demostraba, doña Carmen, ser hombre gentil y de buena crianza con tal gesto, que antes se debe a Dios que a cualquier monarca terrenal.
ResponderEliminarReciba mis saludos.
Debemos entender que el guante es prenda de abrigo como el sombrero. Comprensible pués, el enfado del Rey. Sentía como si no se hubiera descubierto la cabeza ante el.
ResponderEliminarSaludos cordiales.
Algo similar aunque, creo, don Lorenzo que permanecer cubierto ante el Rey habría sido una mayor muestra de desconsideración.
ResponderEliminarSaludos.