ARCANOS DE LA MECÁNICA Y DEL TIEMPO
Los relojes mecánicos fueron, en opinión de Ernst Jünger un invento más revolucionario que la pólvora, la imprenta o la máquina de vapor. Crearon el tiempo artificial o abstracto en contraposición al vivido de acuerdo con las estaciones y los trabajos del campo. No sin lentitud, los relojes se impusieron de forma inexorable en la vida cotidiana. Don Manuel del Río, autor de la obra Arte de reloxes de ruedas, para torre, sala, y faltriquera, ya en el siglo XVIII, afirmaba: "España está llena de reloxes". Aunque estaba todavía marcado por lo sagrado, las horas canónicas, el santoral y el año litúrgico, la secularización del tiempo había dado su primer paso. Pero, claro está, los relojes eran máquinas complicadas. Se desajustaban, se descomponían y se rompían con frecuencia. Tras estas contrariedades estaba la mano inexperta de los sacristanes o el simple uso diario. A veces se recurría, para su reparación, a arcabuceros y cerrajeros, expertos en mecanismos de cierta complejidad. Pero la buena voluntad no siempre bastaba. En las cuentas del Concejo de Pozoblanco, en el Valle de los Pedroches, Córdoba, constan dos libramientos correspondientes a 1620 y 1621. En el primero se entregaron a Albertos Dublión, de nación flamenca, 140 reales por "adereçar el relox". No duró mucho la reparación, o no fue ésta completa, pues al año siguiente se libró a favor de otro personaje, francés en este caso, 269 reales "por adereçar el relox desta villa, por hierros y acero y demás materiales". El monto total de las partidas no es una zarandaja para las arcas de un concejo modesto. Más de 400 reales. No había más remedio pues los vecinos se habían acostumbrado a conocer la hora, con una razonable precisión, a olvidar la posición del sol, descuidar al lucero del alba y a dejar de calcular el final de la jornada por la sombra del campanario. Debían de causar admiración estos dos personajes, el flamenco y el francés, llegados de tierras lejanas, entre ruedas y resortes, con los arcanos de la mecánica y del tiempo.
Las cuentas mencionadas están recogidas en: Ángel Aponte Marín, "Pozoblanco en la primera mitad del siglo XVII: un estudio social y económico", Premios literarios y de investigación, 1993. El trabajo fue galardonado con el XI Premio de Investigación Juan Ginés de Sepúlveda, concedido por el Excmo. Ayuntamiento de Pozoblanco en 1993.
Las cuentas mencionadas están recogidas en: Ángel Aponte Marín, "Pozoblanco en la primera mitad del siglo XVII: un estudio social y económico", Premios literarios y de investigación, 1993. El trabajo fue galardonado con el XI Premio de Investigación Juan Ginés de Sepúlveda, concedido por el Excmo. Ayuntamiento de Pozoblanco en 1993.
Magnífica entrada. Muy sugerente lo de la creación del tiempo artificial. Los relojes son fascinantes, pero no dejan de ser un invento diabólico. Como si no tuviéramos bastante con las prisas que se toma el tiempo, nos ponemos a medirlo con precisión. El agobio del hombre moderno comienza con la invención del reloj del pulsera, con la obsesión por mirarse la muñeca a cada instante. Siempre llegamos tarde a algo. Lo de los relojeros flamenco y francés es casi de Cunqueiro. Y el título del libro de Don Manuel del Río me encantó. Un afectuoso saludo.
ResponderEliminar¡Qué razón tiene señor de Chimista!. Si se prescinde del reloj en unos días de vacaciones, por ejemplo, se vive el tiempo de manera distinta. Aunque creo que sólo como un desvaído reflejo de lo que sería. El reloj también está unido a la angustia del paso fugaz del tiempo. Y don Manuel del Río ya lo creo que puso un título magnífico a su libro que es, además, para iniciados en relojería y yo lo entiendo poco.
ResponderEliminarY qué grande nuestro Cunqueiro.
Saludos y muchas gracias.
Un mundo fascinante el de esas complejas maquinarias medidoras del paso del tiempo. Aún recuerdo el reloj de bolsillo de mi abuelo, con tapa y a cuerda. Todo un objeto para museo.
ResponderEliminarUn saludo.
No me había parado a pensar en esto del tiempo. Como bien dice, la gente iba tomando conciencia del tiempo pasado segun las sombras del Sol si lo hubiere...claro.
ResponderEliminarDesde luego aquello de crear el "tiempo artificial" fue una revolución de gran calado. Objetos nobles fueron los relojes, muy amados por monarcas como Carlos I o Carlos IV.
ResponderEliminarUn regio saludo.
Los relojes y su funcionamiento siempre han llamado la atención, su maquinaría era fascinante, eso sin hablar de los relojes de péndulo que había que darle cuerda.
ResponderEliminarUna entrada interesante sobre un artilugio hoy tan necesario como el reloj.
Un saludo.
Una entrada muy sugestiva sobre las percepciones del tiempo, cada vez más invasivo a lo largo de la historia, y configurador de la existencia humana.
ResponderEliminarSaludos.
Lo mal que me iba a ir a mí si tuviéramos que seguir calculando la hora por el lucero del alba y la sombra de los campanarios! Menos mal que se inventaron los relojes. Son un poco tiranos, pero creo que me costaría vivir sin ellos. Además son bonitos.
ResponderEliminarBuenas noches
Bisous
Lo primero que hago cuando llego a casa es quitarme el reloj, porque... el resto del tiempo no puedo prescindir de él. Entiendo, por tanto, la necesidad que tenían aquellos ciudadanos -una vez acostumbrados a su reloj- y quiero suponer que las facturas estarían mejor justificadas que algunas actuales.
ResponderEliminarPor otra parte, esta entrada, tan interesante como todas aquí, me trae a la cabeza un precioso y valioso museo de relojes que hay en mi pueblo, que era propiedad de la Fundación Ruiz-Mateos, en el que el tiempo ha quedado detenido por "inanición". ¡Una lástima!
Un atemporal saludo.
Se ha perdido la solemnidad que tenía el reloj. El primer reloj que se recibía era casi el símbolo de un rito de paso.
ResponderEliminarReciba mis saludos don Cayetano.
Fue una de las ventajas del reloj mecánico. Ser independiente del tiempo atmosférico. Los relojes de sol no servían por la noche en los días nublados. Los relojes de agua se congelaban. Los de arena eran de una eficiencia limitada por su naturaleza.
ResponderEliminarSaludos don Lorenzo.
Se dice que Carlos V era mu aficionado a montarlos y desmontarlos cuando estuvo retirado en Yuste.
ResponderEliminarSaludos Carolus Rex.
Han tenido siempre, señor de Valverde, una gran capacidad de fascinación. En especial para las mentalidades barrocas.
ResponderEliminarReciba usted mis saludos.
Mucho pensó sobre esto Heidegger. El reloj o el tiempo y la técnica.
ResponderEliminarSaludos don José Miguel.
Desde luego, Dame Masquée. Y en Versalles debían tenerlos por cientos e incluso por miles. Bien lo debe saber usted.
ResponderEliminarReciba mis saludos.
No andaban muy sobradas las arcas municipales de Pozoblanco y sin duda consideraban imprescindible el reloj. La entrada del mundo moderno en la Historia viene marcada por esta vivencia distinta del tiempo. Y lo del museo de relojes, pues claro, es una pena.
ResponderEliminarSaludos don Francisco.
Cual reloj me gusta como vas armando la historia con simples pero importantes datos.
ResponderEliminarSaludos.
Sin duda, la medición del tiempo con los artilugios inventados por el hombre marcan una manera de enfrentarse con la vida, amistosa o desquiciada.El reloj es el objeto actual más sacralizado, allá donde ponemos los ojos, aparece un reloj digital ¡y con segundero! Una manera muy poco amable de recordarnos que el tiempo siempre nos sacará ventaja.
ResponderEliminarMuchas gracias don Eduardo. Sus comentarios son tan generosos como valiosos para este cuaderno.
ResponderEliminarSaludos.
La precisión del cómputo del tiempo de un reloj digital produciría, en los espíritus barrocos, una tremenda sensación de vértigo. El tiempo es, sin duda, un bien escaso y el reloj el medio de contabilizarlo y recordarlo.
ResponderEliminarMuchas gracias por su meditado escrito doña Amaltea.
Muy sugerente lo del invento del tiempo artificial. Siempre me acuerdo de la inscripción de Tempus Fugit en un reloj de pared. Se ponía mucho antes. Y dónde va a parar eso tan bonito que dice si lo comparamos con el horror anglo de que el tiempo es dinero u oro... Perdón, hoy necesito orgullo patrio de alguna manera...
ResponderEliminarMás importante de lo que nos pensamos fue la creación de los relojes, de un modelo similar al que hoy usamos. Y, por supuesto, el que pudieran estar al alcance de la mano de cualquiera. Ya no se dependía del religioso de turno que desde el campanario marcaba el ritmo del pueblo. Una "pequeña revolución", sin duda!
ResponderEliminarHablar del tiempo medido por los hombres nos lleva a pensar en el calendario y en el reloj. Del primero sabrá que pasar del juliano al gregoriano supuso dejar sin tiempo, ¡qué paradoja!, un lapso de tiempo de varios días. Expliqué esto en una antigua entrada: “El tiempo pasara”; del segundo aparte de angustiarnos la vida, igual que el calendario, si estamos muy pediente de él, en el aspecto tocado por usted hoy hay que reconocer que son unas máquinas, por los materiales con los que se construyen, por su forma, su precisión, sus toques… que trascienden la simple medición de esta magnitud física. A mí me gustan. Un saludo.
ResponderEliminarY desde entonces empezamos a ser esclavos del reloj.
ResponderEliminarSaludos.
Su apreciación es muy certera doña CG. Se produce la vivencia del tiempo se convertirá en algo tan personal como la lectura en silencio y la propia oración.
ResponderEliminarReciba mis saludos.
Algo deben de tener los relojes, señor de la Terraza, para que hayan ejercido tal atracción a aristócratas, reyes, pintores, moralistas, filósofos...y hasta a los labradores de una villa de Sierra Morena. Es un misterio, desde luego.
ResponderEliminarReciba usted mis saludos.
¿Quién podría vivir sin el reloj?. Sólo los santos, los ascetas y los que están al margen del mundo.
ResponderEliminarSaludos Josito. Y muchas gracias por su comentario.
La valoración económica del tiempo es un paso muy importante en la formación del espíritu burgués. Y, estará usted de acuerdo conmigo, no les faltaba razón. El horror a repetir curso y quedarse un año atrás, la condena social de la impuntualidad entre gente bien educada, etc. Y la asociación de los relojes a la fugacidad de la vida es uno de los grandes argumentos del mundo moderno,
ResponderEliminarSaludos doña Aurora y le pido perdón por la tardanza en mi respuesta.
Me fascinan los relojes, son uno de los pocos compromisos entre lo tangible y lo intangible que le han salido perfectos a la especie humana. El tiempo y la máquina. Y, en medio, el hombre (a través del tiempo).
ResponderEliminarMe ha encantado la entrada.
Saludos.
Es una certera reflexión. Ese compromiso entre lo abstracto y lo material es Occidente. Hasta la eternidad la concebimos con criterios temporales.
ResponderEliminarMuchas gracias doña Olga.