SENTIDO DEL DEBER
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En 1624 viajó Felipe IV a las Andalucías. Estaban soliviantados los cabildos de las ciudades con voto en Cortes. No querían dar poderes decisivos a sus procuradores. Desconfiaban de los nuevos servicios y arbitrios, pretendidos por el Conde Duque, para dar más sustancia a las arcas reales.
En una de esas jornadas pasó el Monarca por Cádiz. Cuenta un aviso que visitó de noche las murallas. Cuando se acercaba, un centinela le pidió el nombre. Lo dio Don Felipe y pasó sin más novedad. Pero no quedó ahí el negocio pues topó con otro centinela "que era moçuelo visoño", pidió a su vez el nombre y otra vez el Austria respondió: "El Rey". El soldado pensó que todo era broma y dijo, con llaneza y bronca claridad, ante el monarca más poderoso del mundo: "alarga allá, que de noche no conosco a nadie, diga el nombre o le dare un mosquetaso". Tuvo Don Felipe que identificarse como cualquier vecino para seguir su ronda.
De piedra debió de quedarse el soldado cuando vio pasar ante él a Su Majestad. Razones para desvelarse tuvo aquella noche. Pero Don Felipe era rey cristiano y no tirano pues al día siguiente, informado del nombre del soldado, le concedió, en recompensa, una ventaja.
(El suceso comentado viene recogido en Memorias de Sevilla, noticias del siglo XVII, edición de Francisco Morales Padrón, Córdoba 1981.)
En una de esas jornadas pasó el Monarca por Cádiz. Cuenta un aviso que visitó de noche las murallas. Cuando se acercaba, un centinela le pidió el nombre. Lo dio Don Felipe y pasó sin más novedad. Pero no quedó ahí el negocio pues topó con otro centinela "que era moçuelo visoño", pidió a su vez el nombre y otra vez el Austria respondió: "El Rey". El soldado pensó que todo era broma y dijo, con llaneza y bronca claridad, ante el monarca más poderoso del mundo: "alarga allá, que de noche no conosco a nadie, diga el nombre o le dare un mosquetaso". Tuvo Don Felipe que identificarse como cualquier vecino para seguir su ronda.
De piedra debió de quedarse el soldado cuando vio pasar ante él a Su Majestad. Razones para desvelarse tuvo aquella noche. Pero Don Felipe era rey cristiano y no tirano pues al día siguiente, informado del nombre del soldado, le concedió, en recompensa, una ventaja.
(El suceso comentado viene recogido en Memorias de Sevilla, noticias del siglo XVII, edición de Francisco Morales Padrón, Córdoba 1981.)
Una anécdota muy simpática, sí señor. De todos modos el Rey Católico debía ya saber de estos menesteres pues no pocas eran las noches en que salía de incógnito a rondar a alguna moza o asaltar algún convento, asistir a corralas de comedias o tomarse una pinta en posadas y tahonas.
ResponderEliminarSaludos
Divertida anécdota, lo mismo no durmió tranquilo después de la guardia, pensando que había parado al rey y le iba a caer alguna. Las ventajas eran recompensas económicas ¿no?.
ResponderEliminarSaludos cordiales.
Pues hizo bien en premiarlo en lugar de castigarlo, y ello porque al ser tan concienzudo le estaba haciendo mejor servicio que otros.
ResponderEliminarBuenas noches, monsieur
Bisous
¡Ah! amigo, que gratos momentos nos da usted con sus artículos. Genial el de hoy. Un saludo.
ResponderEliminarDivertida anécdota. Poco en el mundo se habrían atrevido a hablar así al Rey Planeta y desde luego Felipe IV supo recompensar a mozo que tan bien ejercía su labor de centinela.
ResponderEliminarUn cordial saludo.
Con la fama que tenía, ¿qué iría buscando el rey a esas horas por ese sitio tan solitario? Jejeje.
ResponderEliminarAhora en serio: un centinela así evita seguro problemas mayores. Bien hecho. No hay que fiarse de nadie. Esto me trae a la memoria una historia parecida entre el ministro del ejército (época de Paco) y un soldado de guardia en el antiguo Ministerio del Ejército en Cibeles (Madrid) Era de noche y pasó algo similar. Soy el ministro, decía el ministro. Y yo Rita la cantaora, decía el de la garita. No pasó tampoco nada malo al soldado, pero se comentaba mucho la anécdota por el cuartel.
Un saludo.
Dice usted verdad doña Carmen, pues Felipe IV era muy dado a ir por corredores ocultos y a aparecer por ventanucos en Palacio.
ResponderEliminarUn cordial saludo y muchas gracias por su comentario.
Le tuvo que dar muchas vueltas al asunto, sin duda. Después tengo por seguro de que se le celebraría la historia y él pondría detalles de su propia cosecha. La ventaja era una mejora sobre la soldada ordinaria.
ResponderEliminarMuchas gracias, don José Eduardo, y reciba mis saludos.
Y así lo consideró Su Majestad, reciba usted mis saludos y mi agradecimiento Dame Masquée
ResponderEliminarLe agradezco su generosidad, propia de un caballero de los tiempos de Don Felipe.
ResponderEliminarReciba mis saludos Dlt.
Lo más jocoso de la escena es que le dijera a Felipe IV lo de "alarga allá". Con lo ceremoniosa que era la etiqueta borgoñona.
ResponderEliminarSaludos y muchas gracias una vez más Carolus II.
Don Cayetano, su comentario complementa muy bien lo que nos ocupa hoy. Estas historias deben de ser muy propias de la vida castrense. Seguro que también le ocurrierón, imagino, al propio Napoleón. Por supuesto, el centinela hizo lo que es debido.
ResponderEliminarSaludos y muy agradecido por su comentario.
Interesante comentario. Me gustó mucho el blog, te felicito.
ResponderEliminarun abrazo.
Muchas gracia doña Pilar. Me alegra saber que son de su agrado estas notillas sobre nuestro pasado.
ResponderEliminarSaludor cordiales.