EL TERREMOTO DE 1680 Y EL DESORDEN DE LOS TIEMPOS
La peste asolaba los pueblos desde 1679. Sin tregua alguna, el 9 de octubre hacia las seis de la mañana, día de san Dionisio Areopagita, hubo un terremoto. El párroco de San Lorenzo, don Antonio de Ulloa Salto, escribió tiempo después en un libro de bautismos:
"Un temblor de los maiores que se han visto, aviendo sucedido antes unas plubias horribles y truenos espantosos los quales duraron continuamente un mes y cayeron piedras el dia diez y ocho de septiembre de este año, como güebos gordos de gallina. Fue año esteril por no aber llovido desde enero, no llobio principios de maio. Y el mes de diziembre de este año despues de cogida la cosecha de la fruta volvieron a florecer los arboles frutales y por henero de ochenta y uno avia manzanas y a fin de este año se vio un tremendo cometa como lo certifico aver vistoy firme".
El terremoto podía inquietar, al igual que el cometa que se consideraba señal agorera, pero más espanto debía de provocar ver los árboles por la Pascua de Navidad como si fuese marzo o abril. Aquí había una clara señal de la locura de los tiempos, constatable por cada persona del Barroco. ¿Qué querrían decir estas señales?. ¿Era advertencia o castigo de la Providencia?. ¿O era una prueba más para la quebrantada Monarquía de España?.
Mucho debió de preocupar al Prior para que dejase constancia de todo por escrito, en la soledad de su sacristía. Le daría vueltas y más vueltas. Inquiriría entre hortelanos y labradores, en los pasillos del Obispado y en la tertulia de algún canónigo. Todos se preguntarían y tratarían de recordar aquel año en que también se movieron las estrellas. Si la sucesión de las estaciones estaba desquiciada, pensaban, ya todo se podía esperar.
(El testimonio del Prior fue recogido por el historiador Manuel López Molina y publicado en su libro Una década de esclavitud en Jaén (1675-1685), Jaén 1995. Hay referencias al terremoto de 1680, además, en el libro de Ángel Aponte Marín y Juan Antonio López Cordero: El miedo en Jaén, Jaén 2000.)
"Un temblor de los maiores que se han visto, aviendo sucedido antes unas plubias horribles y truenos espantosos los quales duraron continuamente un mes y cayeron piedras el dia diez y ocho de septiembre de este año, como güebos gordos de gallina. Fue año esteril por no aber llovido desde enero, no llobio principios de maio. Y el mes de diziembre de este año despues de cogida la cosecha de la fruta volvieron a florecer los arboles frutales y por henero de ochenta y uno avia manzanas y a fin de este año se vio un tremendo cometa como lo certifico aver vistoy firme".
El terremoto podía inquietar, al igual que el cometa que se consideraba señal agorera, pero más espanto debía de provocar ver los árboles por la Pascua de Navidad como si fuese marzo o abril. Aquí había una clara señal de la locura de los tiempos, constatable por cada persona del Barroco. ¿Qué querrían decir estas señales?. ¿Era advertencia o castigo de la Providencia?. ¿O era una prueba más para la quebrantada Monarquía de España?.
Mucho debió de preocupar al Prior para que dejase constancia de todo por escrito, en la soledad de su sacristía. Le daría vueltas y más vueltas. Inquiriría entre hortelanos y labradores, en los pasillos del Obispado y en la tertulia de algún canónigo. Todos se preguntarían y tratarían de recordar aquel año en que también se movieron las estrellas. Si la sucesión de las estaciones estaba desquiciada, pensaban, ya todo se podía esperar.
(El testimonio del Prior fue recogido por el historiador Manuel López Molina y publicado en su libro Una década de esclavitud en Jaén (1675-1685), Jaén 1995. Hay referencias al terremoto de 1680, además, en el libro de Ángel Aponte Marín y Juan Antonio López Cordero: El miedo en Jaén, Jaén 2000.)
Gracias a apuntes como estos del párroco Antonio de Ulloa, conocemos estos detalles de ese tiempo, que además de a los historiadores, les puede venir bien a astrónomos, astrólogos y "hombres del tiempo".
ResponderEliminarUn saludo.
Madre mía de mi vida, monsieur. Esto demuestra, entre otras cosas, que hacía mucha falta una academia de la lengua para limpiar, fijar y dar esplendor.
ResponderEliminarEs que el párroco no da una, eh? Se ve que Nebrija no había aclarado gran cosa.
Terremotos, pestes, catástrofes ortográficas... No me extraña que se interpretara todo como señales de los cielos!
Feliz tarde
Bisous
La locura de los tiempos, la Providencia, la ira de Dios, el castigo por los pecados, el movimiento de los astros, el caso es que todo y nada explicaba la destrucción que provocaban los terremotos. Hasta el terremoto de 1755, en que las sociedades y los intelectuales europeos constataron de manera fidedigna las consecuencias palpables de los movimientos sísmicos, los fenómenos de la naturaleza que sobrepasaban el conocimientos científico no podían ser explicados de otra forma sino recurriendo a la voluntad divina. Si el mundo natural se volvía loco sólo podía ser consecuencia de los pecados de la población y el advenimiento del Maligno.
ResponderEliminarSaludos
Interesante relato del terremoto de Jaén de 1680, enmarcado en pleno reinado de Carlos II. La década de los 80 del siglo XVII fue una de las más duras de la historia de España, marcada también por las reformas monetarias del Duque de Medinaceli y del Conde de Oropesa, por la Guerra de las Reuniones y la Tregua de Ratisbona que implicaba la pérdidad de Luxemburgo, y por las malas cosechas que citabas...
ResponderEliminarUn cordial saludo.
Datos como éstos, don José Eduardo, deben de tener un gran valor para los estudiosos del clima. No en vano el Prior da cuenta de un caso insólito. Ahora habríamos hablado del cambio climático y estaríamos igualmente espantados.
ResponderEliminarSaludos cordiales y muchas gracias por su comentario.
Pues la verdad es que cada uno escribía como Dios le daba a entender. Ahora parece que, en cierto modo, volvemos a esos tiempos aunque sin Calderón y sin Quevedo.
ResponderEliminarMuchas gracias por su comentario Madame Minuet.
Y reciba mis saludos.
Lo explica usted magistralmente doña Carmen.
ResponderEliminarMuchas gracias por su escrito y reciba mis saludos.
Es verdad Carolus II: la década de 1680 fue tremenda. Y, con todo, ahí se mantenía la Monarquía. Es prodigoso.
ResponderEliminarSaludos y gracias por su comentario.
Tuvo que ser un terremoto de los más fuertes, parece ser que su intensidad fue de 9 en una escala de 10 y fue bien documentado en los informes que la ciudad de Málaga envió al entonces monarca Carlos II. Si a esto le añadimos la situación política de España nos da como resultado una de las más funestas épocas de nuestra historia.
ResponderEliminarUn saludo y magnífico su artículo :-)
Como suele decirse "A perro flaco todo son pulgas". Lo que le faltaba a una decadente España era un terremoto. Un saludo.
ResponderEliminarEs verdad, señor de Mingo y hubo, creo, treinta muertos en Málaga como consecuencia del terremoto.
ResponderEliminarMuchas gracias por su comentario y reciba mis saludos.
Y ocurrían tantas calamidades que había que pensar la causa por la que le tocaban siempre a España, pues consideraban esto como un castigo o una señal de Dios.
ResponderEliminarMuchas gracias, Desdelaterraza, y reciba usted mis saludos.
Interesantes detalles nos da para los amantes de la histoia el párroco de Jaén, sobre este terremoto que, obviamente, en esa mentalidad es achacable a la providencia o ira de Dios. Un cordial saludo.
ResponderEliminarAsí es señor Hidalgo. En reflexiones como la del Prior se recoge mucho de nuestra intrahistoria.
ResponderEliminarMuchas gracias por su comentario y un saludo cordial.