jueves, 7 de julio de 2011

NIEVE Y HORCHATAS

Las botillerías eran muy populares en la España del Barroco. En estos honrados negocios se despachaban los más variados refrescos: aloja, limonadas, aguas de canela, de anís, de guindas, de escorzonera, de jazmín, de azahar y de claveles, sorbete de ámbar, garapiña de chocolate y, por supuesto, horchatas. En un pliego de cordel rescatado por Caro Baroja, El ganso en la botillería, aparece un tipo rústico que, deslumbrado por el modesto lujo de uno de estos establecimientos, describe la horchata, no sin desconfianza, como "una gacheta que parecía ajo branco". Al aldeano le ocurrió un singular trance al probarla: "al tirarme el primer trago / las quijás y los dientes / de manera se me helaron / que me queé sin sentío". Dice el romance que se quedó también "acirolao", palabra castiza que no encuentro en los diccionarios pero muy descriptiva para indicar que el cliente quedó traspuesto y con no muy buen color, entre la cruel mofa del paisanaje urbano. No estaban los del campo, al parecer, acostumbrados a trasegar brebajes tan fríos, a diferencia de los de la villa y la ciudad, firmes partidarios de enfriar las bebidas con nieve. Fue este asunto, el del uso de la nieve para tales fines, cuestión de enconadas controversias e incluso se publicaron libros al respecto. Es conveniente recordar que la prevención hacia el beber frío se ha mantenido hasta fechas no demasiado lejanas. Doy fe por haberlo oído de muchacho y no por la lectura de libros y papeles de archivo. Probablemente el peligro procedía de mezclar la nieve, a la buena de Dios, con la bebida. Téngase en cuenta que la nieve daba muchas vueltas hasta llegar al cántaro, garapiñera, jarra o vaso penado. Recogida en los neveros, almacenada en pozos, transportada por arrieros, entre juramentos, suministrada finalmente en alhóndigas hasta llegar a los vendedores ambulantes, botilleros y demás vecindario. No eran las pepitas del melón las causantes de las gastroenteritis, que tanto ayudaban a la muerte a hacer su agosto, sino la suciedad de la nieve bien adobada por moscas e inmundicias de diversa suerte. El miedo a los pepinos y al melón era proverbial en los siglos XVII y XVIII.

Uno de los argumentos de los defensores de las bebidas heladas consistía en afirmar que eran muy eficaces como remedio contra determinadas enfermedades. Cuenta Diego de Torres y Villarroel, en su  exagerada y, a veces, pataratera autobiografía, que superó un garrotillo a fuerza de horchatas de pepitas de melón y calabaza, muy azucaradas y puestas a enfriar al sereno. Complementó su terapia con las inevitables sangrías que él mismo se practicaba. Siempre viajaba con un estuche surtido de hilo y aguja, herramientas de cirugía, pluma y tintero "y otros trastos con que remendar la vida y el vestido". Para acabar recordaré al médico Serafín de Alcázar que, en 1791, recordó al Cabildo municipal de Jaén que por "la ardiente y seca estacion que domina han reinado por enfermedades comunes las calenturas erysipelatosas, las erupciones cutaneas semejantes a la sarna de segunda especie, algunos carbuncos y escarlatas" y, para combatir estos males, era conveniente "el uso de  refrigerantes y diluientes cuio vehiculo y mas poderoso auxilio es el agua modificada con nieve" y además "orchatas, cremores o thysanas frias".

10 comentarios:

  1. Refrescante artículo el de hoy, barbaridad de trago se metió el aldeano en la boca, sin estar acostumbrado al frío, le sentó peor que se hubiera bebido media botella de aguardiente.

    Un saludo.

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  2. Con el recorrido que, según describes, debía atravesar la nieve hasta llegar a su destino, mejor beber caliente, ¿no?

    Un saludo!

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  3. Muy apropiado este artículo suyo de hoy para aliviar los calores que sufrimos estos días. Sorbetes, limonadas, horchata, que sí, le aseguro que bien fría, líquida o granizada, es como mejor se disfruta, ayudan mucho a ello.
    He pinchado en el enlace de las sangrías -permítame la gracia, las de la sangre, no las de vino- y no enlaza bien. Se lo comento por si puede remediarlo. Un saludo muy cordial.

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  4. Sin duda alguna don Edduardo. Y se volvería a la aldea bien escarmentado.

    Saludos y muchas gracias.

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  5. Esa era la opinión de muchos, señor de Aparicio. Pero eran más los partidarios acérrimos de los brebajes fríos.

    Saludos y muchas gracias.

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  6. Muchas gracias por todo, Señor DLT. Creo haber remediado mi ya permanente torpeza en estas lides en lo del enlace. Mis más cordiales saludos y gracias por su comentario.

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  7. Fue la nieve un producto de lujo en el Barroco precisamente por lo complicado de su transporte y mantenimiento, aunque como bien indicas era un gran foco de enfermedades e infecciones...a menudo vemos como se da como prebenda una cierta cantidad de nieve a alguien para recompensar sus acciones en favor del Rey.

    Un regio saludo.

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  8. Sigo con interés y deleite este "RETABLO DE LA VIDA ANTIGUA" desde hace algún tiempo pero no había escrito, todavía, comentario alguno por temor a no estar a la altura de su autor ni de los ilustres tertulianos que aquí dejan su testimonio. Hoy desecho mis temores, no por haberlos perdido sino porque es imposible dejar de felicitarle por ésta -y ya que estoy- por todas sus magníficas entradas.
    No hace falta abundar en cuestiones, como la improbable etimología que algunos atribuyen a la palabra "horchata", refiriéndose a un rey aragonés al que una bella muchacha ofreció un vaso del blanco refresco y exclamó: "Açò no es llet, açò és or, xata!". Tampoco a la leyenda que achacaba la muerte de Felipe el Hermoso -que tanto afectó a la pobre Juana- a haberse bebido un vaso de agua fría congestionado tras jugar un partido de pelota. Lo que me parecen impagables son sus referencias a mi colegas Serafín de Alcázar y, sobre todo, al inclasificable Diego de Torres y Villarroel... Es un lujo leer este blog. Un refresco delicioso en una calurosa noche de julio como la de hoy.
    Muchas gracias.

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  9. Y Doña María Luisa de Orleans fue muy aficionada a enfriar las bebidas y alimentos con nieve. Creo que con consecuencias fatales.

    Saludos cordiales y muchas gracias por su comentario.

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  10. No puedo más que decirle, don Francisco, que es para mí una honra su visita. Su comentario vale como una espléndida entrada, por su erudición y buen estilo. Gracias.

    Su blog es, además, excelente y creo que supone un claro ejemplo de esa tradición humanista existente, en tantas ocasiones, en la profesión médica. Percibo ahí el influjo de la obra de don Gregorio Marañón.

    Reciba mis saludos cordiales y mi agradecimiento.

    PS: el ejemplo de Felipe el Hermoso me lo ponían a mí cuando bebía agua muy fría, después de haber jugado. El siglo XVI está ahí, al lado, casi sin pensarlo.

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