SAN ISIDRO LABRADOR Y LOS ACHAQUES DE FELIPE III
Volvía Felipe III de un viaje a Portugal, en el verano de 1619, cuando sufrió unas calenturas cerca de Casarrubios, en tierras de Toledo. Las fiebres arreciaron y muchos pensaron que el Rey entregaba el alma. Se difundió la noticia por España y todos vivían entre desasosiegos y rogativas. Puedo referir el caso de Jaén, donde el obispo Moscoso Sandoval tenía informados, dentro de la premura posible en el siglo XVII, al Cabildo municipal. Y de igual manera, con mayor o menor detalle, en el resto de la Monarquía. Para que el Rey recuperase la salud, mandaron llevar el cuerpo de san Isidro a Casarrubios. Decisión sensata, muy española y muy a lo barroco pues, ya antes de su subida a los altares, el santo tenía fama de arreglar desastres en el campo y espantar contagios con la eficacia propia del labriego que ahuyenta bandos de grajillas de los sembrados. Y así fue, el rey más poderoso y más indolente de la Cristiandad rezó y se arrepintió de sus muchos pecados ante los pobres restos de un...