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Mostrando entradas de febrero, 2018

LAS GRANDES AGUAS DE 1739

Se llamaba don Miguel Jerónimo Ponce de León, Messía, Quesada, Toledo, Mendoza, Benavides, Bazán, Zuazola y Loyola. Era conde de Garcíez, vizconde de Santo Tomé, señor de la Torre de Don Rodrigo, de La Bajada y de las Ilustres Casas de Florenga, natural de Baeza y vecino de Jaén, en la colación de El Sagrario, con casas principales en la plaza de Santa María. Alguna vez he mencionado al Conde. También a su tía monja, a la que abasteció de chocolate, por vía testamentaria y de manera vitalicia. Hoy, que es día de grandes aires y lluvias, nos ocuparemos del quebranto sufrido por la hacienda condal en 1739, año en el que diluvió por la campiña de Jaén. El Conde dejó por escrito en 1763: "Declaro que el año pasado de mil setezientos treinta y nueve, con sus muchas aguas y crecidas de los ríos, fueron muchos y considerables los daños que causaron en las presas y molinos de mis estados de Garcíez, Santo Tomé y Menxibar". Para pagar las reparaciones que desembolsar nada menos que 9....

PROTESTANTES DE EL CENTENILLO

Los ingleses explotaban l as minas de plomo de El Centenillo , a pocos kilómetros de La Carolina, ya en Sierra Morena. Allí estaba instalados los Haselden, una familia inglesa, que corrió aventuras y trabajos en el pueblo y la comarca. Entre sus componentes podemos recordar a Arthur Haselden. Don Arturo, conocido así por el paisanaje, fue secuestrado en 1874 por unos facinerosos  que obtuvieron un cuantioso rescate de 5.800 libras. En esos tiempos, Andalucía podía ser un lugar peligroso. Mary Ethel Haselden, según me informa don Miguel Sánchez, conocida como "doña Eze", era sobrina de don Arturo y leo en Luis García Sanchez-Berbel que hacía proselitismo protestante entre los mineros, acompañada por una criada española llamada Flora y previamente catequizada. Llegó a existir en el poblado una iglesia de esta obediencia. Allí, los ingenieros ingleses y algunos mineros convertidos cantarían los domingos sus himnos como si estuviesen en Gales o en el Yorkshire. Entre los neófitos...

ATUNES (1356)

Hubo grandes controversias en el pasado sobre si el atún rompía o no las vigilias cuaresmales , fue también un pescado apreciado por Santa Teresa y del que hizo mención en sus cartas. Las almadrabas del duque de Medina Sidonia fueron célebres en su tiempo además de punto de encuentro de la flor de la picaresca de nuestros siglos habsbúrgicos. Siglos antes, el canciller López de Ayala en sus Crónicas dejó escrito que Pedro I El Cruel “mandó armar una galea para ir a folgar e ver facer la pesca que se facía en los atunes en las almadrabas”. Era el año 1356. Llegó, para tal fin, el Rey con los suyos a Sanlúcar y allí pasaron unos días. Fue en aquella ocasión cuando, de paso, Don Pedro mandó tomar unos bajeles de genoveses y catalanes. Los había mandado el rey de Aragón para ayuda del Rey de Francia que estaba metido en guerras con el de Inglaterra.

FRÍOS DEL SIGLO XVIII

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El viejo orden acabó entre inviernos rigurosos. Uno de los más ilustres fedatarios de ese mundo perdido, Chateubriand, recordaba los campos cubiertos de escarcha de su juventud. Observaba, tras los cristales helados del castillo de Combourg, la partida del marqués de Monlouet y del conde de Goyon-Beau –envueltos en mil pleitos con linajudos e irritantes parientes- camino de Rennes, a caballo, con pistolas en el arzón, cuchillo de monte y acompañados por un lacayo. En su Historia de los cambios climáticos (Rialp, 2011) José Luis Comellas analiza el empeoramiento del clima a partir de 1780. Unos años antes, en 1776, hubo un invierno muy duro en Francia. Mandó, entonces, María Antonieta buscar unos trineos olvidados en las cocheras palaciegas. Habían pertenecido al Delfín, padre de Luis XVI. Estaban, al parecer, un poco anticuados y ordenaron fabricar uno nuevo para la Reina. Evocaba Madame Campan en sus memorias aquellos trineos, gobernados por lo más brillante de la Corte, el sonido...