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Mostrando entradas de abril, 2015

EUGENIA DE MONTIJO VA DE CAZA

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Doña Eugenia de Montijo   estuvo en España en el otoño de 1863. Fue a cazar a La Albufera. Todo un acontecimiento. El barón de Cortes , hombre   de campo y de mundo, estuvo allí y escribió sobre la jornada en sus Recuerdos de caza (1876) . Cortes, con el general Prim y otros, era arrendatario del cazadero. El lago estuvo cerrado a toda embarcación durante ocho días, custodiado por guardas y fusileros, para que no se ahuyentase la caza y, ante la calma existente, acudiese la mayor volatería posible. Llegado el día, cientos de coches acudieron a El Saler para ver y vitorear a la Emperatriz. La acompañaban, entre otros personajes, el embajador de Francia, la princesa Murat y los marqueses de Alcañices y Bogaraya. Desde allí partió el pailebot real -el barón de Cortes al frente- junto a un centenar de barquichuelas engalanadas con banderas de España y de Francia, tripuladas -recordaba Cortes- por gentiles valencianas "hijas del cielo y de las flores". Tal despliegue de es...

DE TAUROMAQUIA DEL XVII Y DEL DESVANECIMIENTO DE UN DANÉS

El tres de noviembre de 1640 hubo fiesta de toros en el Buen Retiro para agasajar a los embajadores de Dinamarca. No saldrían de su sereno y escandinavo asombro. La efusión de sangre ocasionó, de hecho, el desvanecimiento de un danés. Tal suceso debió de provocar la estupefacción y la incomprensión de un público tan acostumbrado a estos lances y gajes. En cualquier caso, fue un festejo accidentado. Según los cronistas, quedó maltrecho un caballero en plaza apellidado Gallo. Creo que puede tratarse de don Alonso Gallo Gutiérrez, señor de Fuente Pelayo y natural de Burgos, autor de unas Advertencias para torear (1654), citadas por José María de Cossío, dedicadas al duque de Medina Sidonia. Desconozco si el suceso de don Alonso Gallo fue porrazo, costalada o cornada. Tenía que ser muy bizarro y apenas le daría mayor importancia al percance. Tengo lo dicho por cosa segura, como si yo hubiese estado allí, en los andamiajes del coso. El conde de Cantillana -famoso en las lides taurómacas...

EL CHATO DE JAÉN O UN GÁNSTER DEL 98

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Antonio José de la Cruz Expósito,  El Chato de Jaén*, f ue un personaje de cierta relevancia en la mala vida de finales del siglo XIX e inicios del XX.   No era un ratero más o menos desgraciado, ni un bandido de los que se tiraban a los caminos- aunque estuvo un tiempo huido en Sierra Morena, como mandan los cánones- sino un gánster, en el sentido más amplio de la palabra. Nació hacia 1868, en Jaén. Era un hombre delgado, ágil y de expresión dura. Lucía un bigote de notable tamaño. Hasta cierto punto y dentro de sus criterios, era refinado. Calzaba zapatillas de terciopelo negro en su casa, llevaba varias sortijas en los dedos y trataba de vestir como un señorito. Vivió en Madrid en la Cuesta de las Descargas, cerca de la Ronda de Segovia y de La Latina, con su querida, María de la Sierra -conocida también como Araceli o como Marcelina Asensio, si es que es la misma- y dos hijos pequeños. Lo de los cambios de nombres era habitual en su mundo. El Chato de Jaén...

EL ORGULLO ESPAÑOL DE LOS DISRAELI

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Según el eminente hebraísta David Gonzalo Maeso, los sefardíes constituyeron "una noble estirpe, con categoría de verdadera aristocracia espiritual". Cecil Roth refiere, en el mismo sentido, que los sefardíes venecianos conservaban cierta distinción aristocrática. Había, entre ellos, médicos y abogados de prestigio, asentados en la ciudad desde antiguo o llegados, más tarde, en tiempos de Felipe IV. Las comunidades sefardíes de Londres y  Amsterdam formaban asimismo, según Julio Caro Baroja, una prestigiosa elite. Lo anterior explica que los Disraeli, cuando se disponían a abandonar Venecia para instalarse en Inglaterra, a mediados del siglo XVIII, conservasen -a pesar de los siglos y en feliz expresión de  J.A. Froude*- "their Spanish pride". _______ *J.A. Froude, Lord Beaconsfield, Londres, 1890.

EL CIELO A FINALES DEL SIGLO XV

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                                           "aquél es buen Reyno que nunca fenece;                           aquél es buen Reyno que nunca se acaba                           aquél es buen Reyno que a Dios siempre alabe,                           aquél es buen Reyno que nunca entristece.                          Allí no ay penas, allí no ay tristezas,                          allí no ay peligros, allí no ay temores,                          allí no ay dolencias, allí no ay dolores, ...