LA DEVOCIÓN Y LA CORTESÍA

Cerramos el año con una historia de grandeza y desdén. Sor Margarita de la Cruz era hija del emperador Maximiliano I y de Margarita de Austria. Ingresó en el Monasterio de las Descalzas Reales -a los 18 años- el 25 de enero de 1584, profesó el 25 de marzo de 1585 y murió el cinco de julio de 1633. En su personalidad se unen la brillantez de la Casa de Habsburgo y el desprecio hacia el mundo. A pesar del paso de los siglos no dejan de sorprendernos estos personajes que, pudiéndolo tener todo, decidían apartarse de todo -salvo de Dios- entre los muros de un monasterio. La ejemplaridad de la vida y la muerte de sor Margarita servía a la Monarquía tanto como las compañías que se batían en los campos de Europa. Don Francisco de Quevedo le dedicó, con motivo de su muerte, un soneto que Pablo Jauralde Pou considera deslumbrante: " ¡Oh cuán cesáreas venas, cuán sagradas/ frentes se coronaron con tu velo!/ Y espléndido el sayal venció en el suelo / púrpura tiria y minas de oro hilada...