CAMPANILLAS DE BUFETE
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Hablemos de las campanillas de bufete. Descansaban junto a los memoriales que demostraban remedios universales para los males de la Monarquía. O al lado de un tratado sobre diezmos y primicias en un olvidado abadengo. Daban también una nota alegre a la monotonía de los pleitos y contrastaban en su estridencia con la grave compostura de los hidalgos, fundadores de patronatos, capellanías y mayorazgos. Eran lo único alegre en la celda de los ascetas, con los santos y los demonios tras los cuarterones de la puerta, y en los despachos de los escribanos donde la astucia acechaba por los rincones. Su modesto repique era recurso obligado para llamar al criado, amodorrado y enredador, que no con descompuestas y villanas voces. Con elegancia las agitaban los largos dedos, como de muerto, de los que vivieron en aquellos tiempos. En las anochecidas de invierno las campanillas despedían reflejos de fuego fatuo a la luz de los velones. Los latoneros las vendían en 1627: "Cada campanilla de...