domingo, 6 de marzo de 2016

EL ÚLTIMO TRAGO DE DON ÁLVARO DE LUNA



Pasó la noche en vela don Álvaro, acompañado de frailes, y se puso en paz con Dios. Al religioso que lo confesó "rogó con mucha aficción [...] que non le dexasse nin se partiesse del fasta el passo de la muerte"*. Hizo testamento y se arrepintió de sus malas acciones. Al clarear, en esa mañana de junio de 1453, se compuso, afeitó y lavó su cara. Oyó misa, recibió la comunión y, después, le trajeron un plato de guindas, del que tomó algunas, pan y una taza de vino puro. Después lo condujeron a la Plaza Mayor de Valladolid, frente al convento de San Francisco. Allí estaba el patíbulo. Tenía éste un suelo de tablas que, para adecentarlo, lo cubrieron con una alfombra. También compusieron allí un altar y fijaron un palo con un garabato de hierro. Llegó don Álvaro con una comitiva de frailes y gente armada, montado sobre una mula enjaezada de luto "con aquel gesto, é con aquel semblante, é con aquel sosiego que solía cabalgar los passados tiempos de su leda e risueña fortuna". Vestía de azul y sobre los hombros llevaba una capa negra. Tocó una trompeta "en doloroso é triste é desapacible son". Diego Estúñiga que, como teniente del Justicia Mayor, empuñaba una caña en cuyo extremo estaba la sentencia del Rey. Tras muchos pregones, demostraciones y pésames, subió don Álvaro de Luna al caldalso "sin empacho alguno". Se destocó con gracia y lanzó el sombrero a un paje de los que con él iban**. Ese donaire ante la muerte por fuerza debe ser admirado.

El verdugo tenía un cordel dispuesto. Le preguntó don Álvaro para qué era y le contestó: "Señor, voy a ataros las manos, o al menos los pulgares para evitar algunas bascas que hagáis por apartar el cuchillo con el espanto de la muerte". Don Álvaro, a su manera un dandi del siglo XV, comprendió y le entregó al verdugo un cordón o agujeta de seda, que llevaba en un garvier, para que lo trabasen como era debido. Después preguntó sobre el palo con el garabato de hierro. Le dijeron que era para su cabeza. En esto no hubo ni trueque ni merced. 

Tres días estuvo expuesto el degollado, aquel que tanto fue en Castilla. Después dejaron la cabeza seis días más. Pusieron al lado una escudilla de plata para costear el enterramiento del ajusticiado "y en aquel bacín fue echado asaz dinero".
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*Las citas pertenecen a la Crómica de don Álvaro de Luna, utilizó la edición de la imprenta de don Antonio de Sancha, Madrid, 1783. La referencia al bacín de plata en la obra de César Silió, ´ Don Álvaro de Luna y su tiempo´, edición de 1957.
** El paje que recibió el sombrero, lanzado con majeza por don Álvaro, se llamaba Morales.

5 comentarios:

  1. Momentos finales y terribles del que fue Condestable de Castilla, mandado ejecutar por el rey Juan II acusado de aprovecharse de su cargo y de traición.
    "Poco después, la gente de Valladolid y algunos nobles llevaron su cuerpo a enterrar al convento de San Francisco, donde él había dejado dicho a los religiosos la noche anterior a su muerte que así lo hicieran. Más tarde, al cuidado casi reverente del que había sido su fiel servidor, Gonzalo Chacón, fueron trasladados a la ciudad de Toledo, donde recibieron tierra definitivamente en la suntuosa capilla de la catedral, llamada de Santiago, construida a sus expensas."
    Serrano Belinchón, José (2000). El condestable: de la vida, prisión y muerte de don Álvaro de Luna.
    Un saludo.

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    1. Gracias por la cita, amigo don Cayetano. Y no fue mal lugar el elegido para el que tanto fue en Castilla.
      Un cordial saludo.

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  2. En Jaen podemos meditar en el Museo Provincial sobre este hecho al contemplar sobrecogidos el cuadro del pintor de Arjona, Manuel Ruiz Ibáñez. "Pedir limosna para enterrar a Don Alvaro de Luna". Magnifico apunte que recuerda que mas allá de los hechos históricos las emociones descubren detrás del personaje a una persona. Un saludo don Angel.

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  3. Así es, don Egas. Recuerdo el aspecto macilento del rostro de don Álvaro en el cuadro del Museo de Jaén. A propósito, su artículo dedicado a la carraca de la Catedral me parece de primera.
    Mis saludos.

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  4. Don Diego de Stúñiga podéis averiguar perfectamente y sin mucho esfuerzo a qué linaje pertenecía. Es posible que dentro de poco hablemos de él en el blog. En todo caso, un valido del siglo XV (si esta terminología puede usarse en fecha tan temprana) como don Álvaro de Luna nunca pudo imaginarse que la cólera real llegase al punto de hacer rodar su cabeza.
    Un saludo

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