domingo, 29 de junio de 2014

GALANES DE MONJAS


Caballeros y demás gente principal de los siglos XVI y XVII acudían a los locutorios de los conventos para conversar con las religiosas. Eran las llamadas devociones de monjas. Las pláticas, sobre lo divino y lo humano, tenían lugar en la reja o el locutorio. Además de palabras se intercambiaban esquelillas, regalos, mazapanes y otros dulces. En estas devociones conventuales alternaban o convivían los amores platónicos y los desasosiegos espirituales. No había, en este sentido, malas intenciones. Las autoridades eclesiásticas toleraban, a regañadientes, esta costumbre aunque siempre estaban dispuestas a cortar cualquier exceso. García Mercadal cita la disposición del obispo de Lérida, en 1564, que amenazaba con excomulgar a todos los estudiantes, de más de catorce años, que entrasen en los conventos pues " han sucedido de la.conversación de los estudiantes y otras personas algunos peligros y escándalos". Otros prelados prohibieron las serenatas en rejas, puertas y locutorios. Llevar una rondalla al convento era ya demasiado. Por supuesto, no todas las órdenes religiosas se gobernaban por las mismas reglas ni todos los conventos eran igualmente rigurosos en sus norma al respecto. La relación de Quevedo con sor Margarita de la Cruz -con ciertas reservas- podría tener cierta relación con lo antes descrito. También, aunque centrada en graves asuntos de Estado y conciencia, la de Felipe IV con la monja de Ágreda.

9 comentarios:

  1. De ahí la literatura que surgió al respecto, como la obra inmortal de Zorrilla.
    Un saludo.

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  2. Desde luego. Y los casos reales de raptos de monjas en conventos.

    Saludos, don Cayetano.

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  3. Aunque las más de las veces fueran esparcimientos inocentes, los excesos de algunos casos podrían haber propiciado que se entendieran estos desvíos como generalizados, cuando no lo eran. La literatura bien que se cebó con sarcasmo hiriente dichas prácticas. La clausura en muchos conventos fue una de las soluciones. Caso aparte y muy interesante, usted lo dice, fue la relación epistolar, durante tantos años, del rey Felipe con sor María Jesús Agreda. Curiosa relación escrita en la que el rey, recuerdo haber leído, escribía en pliegos escritos en cuanto a una mitad en sentido longitudinal para que la monja contestase en el mismo documento al lado, completándolo, y así impedir que ella se quedara con original alguno.
    Interesante entrada, como siempre. Un saludo.

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    1. No puedo otra cosa que agradecer su ilustrado comentario. Seguramente no faltarían travesuras, e incluso cuestiones mayores, como consecuencia de estos coloquios. Los prelados sabían lo que decían por su sagacidad y escarmentada experiencia de la debilidad humana.

      Mis saludos, señor DLT, y perdone la tardanza de mi respuesta.

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  4. Los comentarios de Quevedo en el "Buscón" a propósito de los galanes de monjas, como apuntáis en algunos comentarios, son de una hilaridad difícil de igualar. Pero Mexía en un capítulo de la "Silva de varia lección" relata uno de estos galanteos que originó que el caballero en cuestión contemplara sus propias exequias, asunto que tendrá mucho tratamiento en la literatura española y hasta en lo que se ha dado en llamar leyendas urbanas contemporáneas. Saludos.

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    1. Fue, en efecto, una forma de relación social muy extendida. He consultado algunas hagiografías de monjas en las que se destaca, como especial mérito, su desapego hacia estas finezas que bien podían entrañar ciertos riesgos.

      Mis saludos y muchas gracias por su comentario, don Luciano.

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  6. Muchas gracias por tu interesante y pronta respuesta. He tenido un "lapsus calami" en mi comentario anterior: la historia a la que me refiero la recoge Torquemada en su "Jardín de flores curiosas", y no Pero Mexía. Lo siento.

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  7. Muchas gracias por tu aclaración. Un cordial saludo.
    Ángel Aponte

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