viernes, 11 de noviembre de 2011

ADVERTENCIAS AL PÚBLICO EN UN FESTEJO TAURINO DE 1825



El domingo seis de febrero de 1825, a las tres y media de la tarde, con el permiso del Rey, se celebraría un festejo taurino para recaudar fondos  destinados a los Reales Hospitales. Las reses serían de acreditadas vacadas de Colmenar Viejo y de la tierra de Castilla. Dos toros de muerte, de don Eugenio Paredes, vecino de Colmenar Viejo, serían lidiados por Lorenzo Badén y Manuel Romero Carreto. Los picadores fueron Julián Díaz y Pedro Ortiz. Después se correrían ocho novillos. "Por orden del Gobierno" se daban al público, que no debía de ser un modelo de comedimiento, las siguientes órdenes para el correcto desarrollo de la corrida: "que ninguno tenga varas, garrotes, ni arma alguna para molestar las reses ni cabestros, ni se agarren de sus colas, bajo la multa de 20 ducados. Asimismo, que nadie entre con palos, ni arroje a la plaza cáscaras de naranja, melón, piedras, ni otra cosa que pueda perjudicar a los lidiadores, bajo la misma pena. También se previene que absolutamente nadie baje a la plaza hasta que esté enganchado el último toro, ni estar entre barreras sino los precisos operarios, bajo la referida pena".


La noticia en Diario de Madrid, 6 de febrero de 1825. Similares disposiciones en "Bando del Ayuntamiento de Jaén sobre dos festejos a celebrar en mayo de 1820" en el blog Toro, torero y afición.

20 comentarios:

  1. Parece que reinaba el desorden en el festejo, ya que se consideró necesario redactar esas órdenes. Terrible tener que lidiar con toros y público a la vez.

    Feliz fin de semana

    Bisous

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  2. La normativa cobra sentido cuando comprobamos lo brutos que podrían llegar a ser algunos del público. Lo que nos lleva a deducir que los animales no estaban precisamente en el ruedo sino en las gradas.
    Un saludo.

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  3. Este tipo de advertencias no hubieran sido en modo alguno extemporáneas en el Pegalajar de los años 80. Sus sueltas de vaquillas en el coso taurino desembocaban en una kermesse bizarra donde individuos con más alcohol que sangre en vena, desafiaban distintos tipos de leyes, hasta la natural. He llegado a ver a un fulano con una pata de jamón a un hombro(y su correspondiente cuchillo homologado) y una bota de vino al otro, abalanzarse a la vaca. Ello desembocó en más de una desgracia y estos eventos dejaron de tener lugar(fueron sustituídos por una fiesta de la espuma). Querido amigo, le mando un fuerte abrazo.

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  4. Leyendo esto parece que los animales eran otros ¡¡Qué extraña escena tenía que ser ver a todo el público arrojándose al ruedo para hacer fechorías al toro!! Normal que pusieran estas advertencias porque si no, más que una corrida de toros eso parecería ¡¡un circo!!

    Un saludo!

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  5. Pues indudablemente los toreros debían tener, también en aquella época,unos nervios bien templados.

    Saludos Dame Masquée.

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  6. Eran los tiempos, don Cayetano. La dureza formaba parte de la vida cotidiana. A pesar de todo, si se tiene en cuenta la evolución de la tauromaquia, al menos desde Paquiro, tenderá siempre a la búsqueda del orden en todos los sentidos.

    Mis saludos.

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  7. Es muy descriptiva la estampa que usted aporta para ilustración del asunto. Esto, sin embargo, esos espectáculos tienen muy poco que ver con la tauromaquia en toda su pureza. Después, lo goyesco, con lo bueno y lo menos bueno, está todavía ahí.

    Me alegro mucho de poder saludarle don Juan. Reciba usted otro abrazo de su amigo.

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  8. Es que en realidad los festejos taurómacos no estaban sujetos al orden y al ritual que precisamente se comenzarán a establecer en el XIX. Y con la lidia se combinaban espectáculos propios del circo para entretenimiento del público.

    Saludos doña GC y muchas gracias.

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  9. Como dice su amigo Juan en un comentario todavía en pequeños festejos de pueblos, acabando el siglo XX, se seguían haciendo algunas bestialidades con toros o vacas para los mozos, en perjuicio de la Fiesta, ya estas son muy residuales e impera la normativa y el civismo.

    Un saludo.

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  10. Al más modesto iniciado en la tauromaquia no pueden gustarle espectáculos como los descritos por don Juan. Y no carecían de razones muchos ilustrados en rechazar los festejos taurinos de aquella época por otra parte tan distintos, por ejemplo, a los de los últimos cien años.

    Saludos don Eduardo.

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  11. La ordenanza es el negativo de las costumbres sociales, ha quedado patente que los bestiajos eran los de las gradas. Aunque hoy, en celebraciones multitudinarias, también tienen lo suyo, sin ir más lejos hay que ver el estado en el que quedan las zonas públicas después de la batalla.

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  12. Un asunto el de los toros que viene de antiguo en este país cuyo perímetro se asemeja tanto a la piel de uno de estos bravos animales, y por los enlaces que veo en su blog de mucho interés para usted. Sobre el arte de Cúchares en relación con la Iglesia tengo un librito comprado hace años, de título Curas toreros, de lo más curioso. Hubo varios, también alguna monja se atrevió con la muleta, y eso que la Iglesia en general, aunque con contradicciones constantes, estuvo en contra de la fiesta, prohibiendo a veces a los clérigos la asistencia y concurso en los festejos. Me gusta este tema tan nuestro. Un saludo.

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  13. tenían que ser unos festejos muy movidos, corrían peligro tanto el toro como el torero.
    Un saludo.

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  14. Por eso la llamaban la fiésta de los toros. Era una fiésta.

    Si ahora alguno de aquellos se levantara de su tumba, se volvería a meter en ella viendo el triste panorama de nuestros toros y toreros.

    Perseguidos como delincuentes en casí todas las plazas de España.

    Felíz domingo.

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  15. Y es que la función taurina, tal y como hoy la conocemos, tardó en aparecer más de lo que imaginamos. En otros tiempos era el pueblo el protagonista del festejo además de la nobleza que se enfrentaba al astado a caballo.
    Saludos

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  16. Y actualmente no existe la justificación de la dureza de las costumbres, y de la propia vida,de la gente de antaño. Creo, doña Amaltea, que la gente era así, hace doscientos años, en todos los sitios.

    Mis saludos.

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  17. La actitud de la Iglesia fue, al menos oficialmente, muy crítica cuando no abiertamente contraria a los festejos taurinos. No era tanto por lo cruento de la fiesta como por el riesgo que corrían las personas que,incluso, podían perder su alma si no morían debidamente confesados y en gracia de Dios.

    Y, en efecto, estoy muy interesado en estos temas por mi condición de historiador y de modestísimo aficionado.

    Mis saludos señor DLT.

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  18. La adrenalina debía de estar por las nubes en tales ocasiones. Mis saludos señor de Valverde.

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  19. La gente del pueblo no lo habría concebido, don Lorenzo. Entre las clases ilustradas había de todo, defensores de la tauromaquia y detractores.

    Mis saludos.

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  20. Así es, doña Carmen. Las corridas de toros han sido objeto de una lenta y compleja evolución. Es precisamente hacia el primer tercio del XIX cuando los festejos adquieren los rasgos propios de los tiempos modernos.

    Mis saludos.

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